Me pregunté de quién era el auto. Encontré un pito. El Chino me pasó el encendedor. Abrí la ventana. Lo prendí. Aspiré. Tosí. Me doblé. La ceniza estaba aplastada. El papel estaba arrugado. Manchado con resina. Consumido por sí mismo.
Pasó un furgón de la policía. Llevaba las balizas encendidas. Tenía la sirena puesta. Perseguía algo. Se perdió en sentido contrario.
Tocaron a The Sacados.
El Chino movió la cabeza.
Abrí la guantera. Encontré el lápiz de una AFP. Encontré una caja vacía de condones. Encontré una biblia. Era una biblia Gedeón. Tapa azul. A la biblia le faltaban páginas. Tenía anotaciones. Dibujos. Comentarios escritos con una letra pequeña.
No pude leerla. Fumé lo que quedaba de la cola. Era puro papel.
Tosí. El Chino dijo que se ubicaba. El camino era sencillo. Una tía suya vivía cerca.
Cambiamos el rumbo. Nos acercamos a la línea del tren.
El estero apareció de nuevo.
Vi una cabra en un matorral. La cabra brilló en la oscuridad. La cabra me pareció fluorescente. Los ojos atravesaron el aire. Los ojos fueron el reflejo. La luz no vino de ninguna parte.
Un hombre caminaba por la línea del tren. Atravesamos un paso bajo nivel. Miré los cerros. Miré donde terminaban las poblaciones. Me pregunté qué había más allá.
El pito me relajó. Me calmó. Dejé de pensar.
La canción de The Sacados me gustó.
Acerqué la cabeza a la ventana del auto. La brisa en contra me refrescó.
Miré la Biblia de nuevo. Los dibujos eran pornográficos. Los hombres tenían cabezas de mono. Les salía sangre del cuerpo. Algunas palabras estaban tarjadas. Algunas palabras estaban subrayadas.
Había un mensaje secreto. No lo vi. Las letras devoraron las letras.
La radio dejó de sonar. La canción terminó abruptamente.
La canción era de Michael Jackson. No reconocí cuál. Todas eran iguales en esos años. Jackson ya estaba en decadencia. Jackson era un tipo triste. Jackson era incomprensible. Jackson vivía en Fantasilandia.
El Chino me mostró un cerro donde había un cementerio. Las tumbas se veían en la oscuridad. Puntos reflectantes. Luces que no venían de ninguna parte. Los ojos de la cabra multiplicados.
El Chino dijo que había un necrófilo. Dijo que una niña se había muerto el año pasado. La mamá de su hija le contó. Era amiga de una amiga. Compañera de colegio. Prima o algo así. Murió de una enfermedad terminal. Era linda. Tenía varios pololos. La enterraron ahí. Alguien se metió por las noches. Se violó el cadáver. Tres veces. O dos. No lo encontraron nunca.
Observé el cementerio. El auto se sacudió.
No vi nada.
Salió en los diarios. ¿No te acuerdas?
No. No me acuerdo, dije.
Laguna", de Álvaro Bisama
Fragmento - del blog descontexto.
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