Para iniciar una ceremonia de vudu haitiano lo Ășnico que se necesita es un poste y gente. Se comienza a batir los tambores y en la lejana Ăfrica los dioses oyen la llamada. Deciden acudir y, como el vudu es una religiĂłn muy prĂĄctica, tiene en cuenta el tiempo que necesita un dios para cruzar el AtlĂĄntico. Por lo tanto, se continĂșa batiendo los tambores, salmodiando y bebiendo ron. De esta manera se prepara el ambiente. Al cabo de cinco o seis horas llegan los dioses, revolotean por encima de las cabezas y, naturalmente, no merece la pena mirar hacia arriba ya que son invisibles. Y aquĂ es donde el poste desempeña su vital papel. Sin el poste nada unirĂa el mundo visible y el invisible. Al igual que la cruz, el poste es el punto de conjunciĂłn. Los espĂritus se deslizan a travĂ©s del bosque y se preparan para dar el segundo paso en su metamorfosis. Como necesitan un vehĂculo humano, eligen a uno de los participantes en la ceremonia. Una patada, uno o dos gemidos, un breve paroxismo en el suelo y el hombre queda poseĂdo. Se pone de pie, ya no es Ă©l mismo, sino que estĂĄ habitado por el dios. Este tiene ahora forma, es alguien que puede gastar bromas, emborracharse y escuchar las quejas de todos. Lo primero que hace el sacerdote cuando llega el dios es estrecharle la mano y preguntarle por el viaje. Se trata de un dios apropiado, pero ya no es irreal: estĂĄ ahĂ, a nivel de los participantes, accesible. El hombre o la mujer comunes pueden hablarle, cogerle la mano, discutir, maldecirlo, irse a la cama con Ă©l: asĂ, de noche, el haitiano estĂĄ en contacto con los grandes poderes y misterios que le gobiernan durante el dĂa.
En el teatro, durante siglos, existiĂł la tendencia a colocar al actor a una distancia remota, sobre una plataforma, enmarcado, decorado, iluminado, pintado, en coturnos, con el fin de convencer al profano de que el actor era sagrado, al igual que su arte. ¿Expresaba esto reverencia o existĂa detrĂĄs el temor a que algo quedara al descubierto si la luz era demasiado brillante, si la distancia era demasiado prĂłxima? Hoy dĂa hemos puesto al descubierto la impostura, pero tambiĂ©n hemos redescubierto que un teatro sagrado sigue siendo lo que necesitamos. ¿DĂłnde debemos buscarlo? ¿En las nubes o en la tierra?
"La arcaica ceremonia sagrada", de Peter Brook
en El espacio vacĂo. Arte y tĂ©cnica del teatro, 1994
0 Comentarios