El filósofo, de vuelta de los sistemas y las supersticion que es perseverante aún en los caminos del mundo, debería imitar el pirronismo de acera del que hace gala la criatura menos dogmática: la mujer pública. Desprendida de todo y abierta a todo; compartiendo el humor y las ideas del cliente; cambiando de tono y de rostro en cada ocasión; dispuesta a ser triste o alegre, permaneciendo indiferente; prodigando los suspiros por interés comercial; lanzando sobre los esfuerzos de su vecino superpuesto y sincero una mirada lúcida y falsa, propone al espíritu un modelo de comportamiento que rivaliza con el de los sabios.
Carecer de convicciones
respecto a los hombres y a
uno mismo: tal es la elevada enseñanza de
la prostitución, academia ambulante de
lucidez, al margen de la sociedad, como la filosofía. «Todo lo que sé lo he aprendido en
la escuela de las fulanas», debería exclamar
el pensador que lo acepta todo y lo niega
todo; cuando, a ejemplo suyo, se ha especializado en la sonrisa fatigada, cuando los
hombres no son para él sino clientes, y las aceras del mundo, el mercado donde vende
su amargura, como sus compañeras su cuerpo.
BREVIARIO DE PODREDUMBRE - EMIL MICHEL CIORAN
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