Los sueños nocturnos encuentran en el día la ocasión para extraviarse. Los dioses, puestos en mármol o madera, escurren por los pantalones hacia el fondo de la tierra. Las palabras, un lastre que, arrojado por la borda, devuelve un eco de dudosas significaciones. Como si alguien gritara desde la ribera en un idioma que ya nadie comprende o como una palabra en espera de otros oídos para ser atendida.
Clemente Riedemann en Isla del Rey, 2003 (descontexto)
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