Si Dios creó el mundo, fue por temor de la soledad; ésa es la única explicación de la Creación. Nuestra razón de ser, la de sus criaturas, consiste únicamente en distraer al Creador. Pobres bufones, olvidamos que vivimos dramas para divertir a un espectador cuyos aplausos todavía nadie ha oído sobre la tierra... Y si Dios ha inventado a los santos -como pretexto de diálogo- ha sido para aliviar aún más el peso de su aislamiento.  Por lo que a mí respecta, mi dignidad exige que Le oponga otras soledades, sin las cuales yo sólo sería un payaso más. 

 Hay seres de los que El no puede ocuparse sin perder su inocencia. 

Nuestra dicha estriba en haber descubierto el infierno en nosotros mismos. ¿Adónde nos hubiera llevado su representación exterior? Dos mil años de terror nos hubieran conducido al callejón sin salida o al suicidio. Cuando se lee la descripción del Juicio Final que hace Santa Hildegaard, se aborrecen todos los paraísos y todos los infiernos y se congratula uno de su transposición subjetiva. Lo que nos salva es la psicología, esa prueba de nuestra frivolidad. Para nosotros el mundo no es sino un accidente, un error, un desliz del yo. 

E.M. CIORAN