"El poder envileció tanto a las masas que ya no considera peligroso a un timo que abre la boca, mucho menos a un humano; décadas atrás, el poder te destruía, a los timos simplemente los desactivaba y a los humanos primero los enloquecía y luego los ultimaba.

Philip K. Dick no ficcionó ni deliró, en verdad trabó contacto con lo que denominó VALIS: Vast Active Living Intelligence System – Éstas son sus palabras:“Experimentaba una invasión de mi mente por una mente transcendentalmente racional, como si yo hubiese estado loco toda mi vida y de repente me hubiese vuelto cuerdo”.

Dick fue el último humano que osó ver y contar la verdad, echándose encima a todos los servicios secretos de su país. Cabe señalar que para un humano ya es un impacto terrible acceder a la verdad, por lo general queda desequilibrado y debe, necesariamente, acudir a las drogas, al alcohol o al sexo violento; imagínense si al cuadro se le suma el acecho del FBI y la CIA, por ejemplo. Pero Dick era genial hasta en la desesperación. Cuando en 1955 recibió la visita de los dos agentes del FBI – unos viejos conocidos nuestros, esas pobres víctimas del Proyecto Arco Iris que siguen a Tara -, sintió que uno de ellos merecía conmiseración. Era un pobre hombre al que dejaban espiando sin disimulos, día y noche. Dick lo hizo pasar a su casa y le dio charla. Pronto advirtió que no comprendía nada y le brindó su amistad. Hasta le enseñó a conducir el Chevrolet 1954 de Kleo, su esposa. Es decir, Dick se apiadaba de un espía estúpido, mientras una voz en su mente, VALIS, aquella que escuchaba desde la adolescencia, no dejaba de susurrarle verdades, en lenguas y dialectos que jamás había estudiado y que, sin embargo, podía comprender. Esa voz le había explicado el principio de Arquímedes, gracias a lo cual pudo aprobar un examen imposible, y un par de décadas después, mientras estaba viendo un documental sobre las tortugas marinas, la voz le habló de un tal “Van Walloon, de los Estados Portugueses de América”.

Dick se había interesado durante años en la teoría del “cerebro bicameral”; conocía los trabajos de Orstein (a quien le había escrito una carta), de Bogen, Sperry y Julian Jaynes. Este último sostenía en un polémico libro que el hombre arcaico era capaz de “oír voces” provenientes del lado derecho de su cerebro, y dialogar con “los dioses” cuando aún no se había establecido el predominio del hemisferio racional. Oliverio Zacarías, en su momento, barajó esta hipótesis en relación a EP, pero tanto Dick como el mismo Oliverio no tuvieron en cuenta una cuestión fundamental: si bien esta hipótesis puede explicar ciertos síntomas, como la paragnosis, la glosolalia y la onirofrenia, deja inexplicada la fuente de donde obtiene información el hemisferio derecho.

Para ese entonces, Dick estaba escribiendo The Man in the High Castle, y la ampliación del horizonte de los eventos que le provocó la escritura le posibilitó dar con la fuente de información del hemisferio derecho, porque especuló con que la voz pudiese provenir de un mundo paralelo.

No estaba equivocado. A mi modo de ver, la singularidad Dick, que terminó de configurarse en marzo-febrero de 1974 en su apoteótica crisis, resultaría idéntica a la de EP si no mediara una diferencia esencial: Lo que Dick experimentó despierto y, por decirlo fácil, de este lado, EP lo ha vivido dormido y, a partir de cierto momento, de aquel lado, de donde yo provengo, por decirlo, también, de una manera lo menos metafórica posible. La diferencia radica en un detalle vital, Dick era humano y EP es un híbrido.

Los dos humanos anteriores a Dick que dieron con la verdad fueron filósofos: Wittgenstein y Nietzsche."

Un escrito de Enrique Pagella.