El descapotable avanzaba a gran velocidad por la carretera estatal A-200 SBD. Daba la sensación que la habían construido solo para el ocupante del automóvil que llevaba un buen puñado de kilómetros sin cruzarse ni avanzar a ningún otro vehículo. La radio informaba que una tormenta se acercaba y así lo certificaban unos gruesos goterones que comenzaron a chocar en el parabrisas del vehículo.
El conductor redujo la velocidad y apretando el botón correspondiente la capota se cerró lentamente. Parece que va en serio – se dijo – ya era hora que las nubes dejaran ir de una vez un buen aguacero, sobre todo porqué después de tres meses sin caer ni una gota, ya hacia falta y no creo que nadie proteste ahora porqué se ponga a llover.

El hombre volvió a acelerar, después de casi tres horas al volante la vejiga comenzaba a importunarle, pero en esta carretera no había una área de servicio ni por casualidad. De acuerdo que estaba en una de las zonas más despobladas del país, pero eso no era obstáculo para que de vez en cuando los servicios mínimos estuviesen garantizados. Ya se lo habían avisado antes de salir y llevaba el depósito de gasolina lleno, el abuelo que se lo dijo, fue muy convincente: Joven, hasta llegar a Gran Canyon no hay ni una estación de servicio, y eso quiere decir mas de cuatrocientos kilómetros sin encontrar nada que se mueva, solo conejos, cuervos y buitres. ¡Ah¡ y mejor que no tenga ninguna avería, porqué el móvil no le servirá de nada, las antenas repetidoras son para las zonas civilizadas y donde usted va está dejado de la mano de Dios desde que este creó el mundo.


Muy poderosas – continuó – deben ser las razones que le llevan a coger este camino, allí, solo van los que huyen o los que buscan algo muy personal, que al fin y al cabo las dos cosas llevan al mismo sitio, usted sabrá lo que se hace, vaya con cuidado.
Mientras pensaba en las palabras del abuelo, el coche continuaba devorando asfalto. Tenia razón el viejo – pensó – Huir o buscar, el hacia las dos cosas, huía del monstruo que había creado y buscaba la libertad que el mismo había contribuido a reducir, pero la decisión estaba ya tomada, había huido y Gran Canyon era uno de los pocos sitios donde estaría de momento a salvo. 


Un indicador a su derecha le distrajo de sus pensamientos. A diez kilómetros el Gran Steak le ofrecía sus servicios de todo tipo, vaya, una especia de oasis para el automovilista. El abuelo no le había hablado de él, pero parecía que el lugar existía y era idóneo para detenerse, la vejiga apretaba cada vez más y la aguja de la gasolina indicaba un cuarto y poco más de su capacidad. ¡Sí! seria mejor detenerse y de paso aprovecharía para descansar un poco que no le iría nada mal.


La distancia que le separaba del área de servicio transcurrió rápidamente, per al llegar, ¡OH decepción! El Gran Steak estaba cerrado y por su apariencia ajada y de abandono era mas que evidente que llevaba así hacia mucho tiempo. Se acercó a la puerta de entrada, paró el motor del coche y bajó. Echó una ojeada a su alrededor, el aspecto era de abandono total, los batientes de la puerta habían perdido su posición horizontal y colgaban indolentes sometidos a las oscilaciones que les provocaba el viento, mientras que parte del techo se había derrumbado y de lo que había sido una gasolinera de la Shell tan solo quedaban los restos, el letrero que colgaba también, estaba roto por la mitad y la hierba lo había invadido todo.¡Sí! Era evidente que el Gran Steak hacia mucho tiempo que había cerrado sus puertas y abandonado su actividad, aspecto que tampoco es que sorprendiera mucho al hombre, dada la nula actividad que se detectaba en la zona, de hecho, lo que seria curioso seria saber quien fue el osado que decidió instalarse en aquél lugar, a no ser que en otra época el trafico fuera mas fluido.


En fin – se dijo – ya que he llegado hasta aquí, lo mejor que puedo hacer es satisfacer la necesidad mas urgente que es la de orinar. 


Registró minuciosamente la zona que ocupaba en un radio de tres o cuatro metros cuadrados. En el primer resultado del examen ocular no percibió ningún detector ecológico, a pesar de ellos decidió realizar una segunda inspección más a fondo, no quería problemas, pero el resultado fue el mismo. Además el que era el padre del invento no tenia constancia de su colocación en zonas deshabitadas. Maldito invento – se dijo – en mala hora decidí aceptar la responsabilidad de crear un monstruo como este, y encima uno de ellos se llevó a mi mujer, por eso estoy aquí ahora huyendo de todo este disparate, obsesionado buscando detectores donde seguro que no hay.

Acabada de manera definitiva la revisión de la zona, se bajo la cremallera del pantalón y empezó a mear. Que descanso – se dijo – ya no podía más. De pronto un zumbido a su izquierda le alertó. Sabia que era este maldito zumbido y se quedó totalmente quieto, era cuestión de no ponerse nervioso y no le pasaría nada grave, si no perdía la calma, todo iría bien. Ella la perdió y por eso la máquina actuó, maldito engendro, parecía imposible que en un lugar tan aislado como este lo hubiesen instalando, a no ser que…. Echó una ojeada a su alrededor pero no por el suelo como antes y entonces vio el indicador que le avisaba que estaba en el estado de Arkansas. ¡Mierda! Se dijo ya he traspasado el Estado, se había preocupado tanto de registrar el suelo que había omitido lo mas elemental, dar una ojeada al entorno, y eso quería decir que estaba dentro de un Estadio Ecológico protegido en su totalidad, por lo tanto la instalación de detectores era obligatoria desde hacia un año, normativa a la que el se había opuesto desde el primer momento, pues era consciente del peligro que representaba. Se habían producido demasiados casos de errores como en el caso de su compañera, pero ellos no le hicieron caso: “la preservación ecológica es lo primero” – dijeron – y por eso y por otras cosas es por lo que había dejado su trabajo y ahora en este lugar remoto el maldito detector le había localizado. No había conseguido encontrarlo, debía ser de una nueva generación.


El zumbido provenía de un pequeño periscopio que había emergido debajo de unos matorrales, estaba `perfectamente camuflado. En la parte superior del cilindro de unos 30 cms. de altura había un pequeño cañón de rayos láser y de alguna parte del mismo surgió una voz metálica que en un tono monocorde lanzó un mensaje muy poco tranquilizador:
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BUENAS TARDES, ESTE ES UN PRIMER AVISO PARA EL INFRACTOR. ESTÁ CONTAMINANDO UNA ZONA ECOLÓGICA PROTEGIDA, DEJE DE HACERLO INMEDIATAMENTE O SERÁ DEBIDAMENTE SANCIONADO DE ACUERDO CON LA LEY 1223 PARÁGRAFO 12 DEL VIGENTE REGLAMENTO INTERTERRITORIAL DEL ESTADO DE ARKANSAS.
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El hombre recogió su pene con mucho cuidado, sudaba, la mano le temblaba y entonces…., entonces pasó lo que más temía, lo que no tenia que haber sucedido jamás, la última gota, la maldita última gota se escurrió, la vio bajar como si lo hiciera a cámara lenta, para él, tardó una eternidad en llegar al suelo, pero lo hizo y entonces se oyó un ligerísimo “plop” al caer dentro del pequeño charco que había formado su propia orina.
Transcurrieron tan solo unos segundos que se le hicieron eternos hasta que el artefacto lanzó su segundo mensaje.
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SEGUNDO Y ÚLTIMO AVISO, A PESAR DE LA ANTERIOR ADVERTENCIA SE HA CONTINUADO CONTAMINANDO LA ZONA PROTEGIDA, PROCEDO PUÉS A SANCIONAR DE ACUERDO CON LA INSTRUCCIÓN 1234. PROCESO ACTIVADO.
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El hombre estaba agarrotado, intentó moverse, salir corriendo, pero ya era tarde, estaba enfocado y localizado, el cañón láser disparó a su cabeza que voló en mil pedazos. Ya estaba muerto al caer al suelo mientras el aparato emitía su tercer y último mensaje.
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LAMENTO EL HECHO DE HABER TENIDO QUE SANCIONARLE, SI DESEA PRESENTAR ALGUNA RECLAMACIÓN LLAME AL 00110.12 DEL DEPARTAMENTO DE CONTROL ECOLÓGICO DEL CONDADO. BUENAS TARDES.
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El artefacto volvió a recogerse dentro de su guarida, esperando a que llegara la siguiente víctima de la burocracia ecológica informatizada. Un cuervo graznó desde el techo del Gran Steak y los buitres comenzaron a planear por encima de su cena. 


La tarde caía lentamente sobre la árida tierra de Arkansas y como si de un largo “travelling” se tratara, el Gran Steak se iba empequeñeciendo con el cuerpo en el suelo del hombre al lado de su vehículo,. Mientras las sombras del atardecer confundían las imágenes en una sola media luz y los buitres cada vez más cerca olían ya a su presa.


El ciclo ecológico estaba a punto de cerrarse.


FI 

Este cuento como otros que he escrito tiene su origen en unos cómics que dibujé en el año 1984 bajo el título genérico de Orwell Story, a este le corresponde el de la imágen: