VISCOSIDAD


Texto de Sairy Romero / @_scrm /

La iluminaciĆ³n era pobre.
Lo primero que hice al enterarme de que estaba embarazada fue lanzar mi cuerpo hacia delante repetidas veces, golpeando mi vientre contra el lavamanos. Me fastidiaba la decoraciĆ³n anticuada del baƱo, lo desgastado del papel tapiz amarillento con rosas opacas. La iluminaciĆ³n era pobre. Me vomitĆ© encima varias veces sin dejar de halarme hacia el lavamos con mis brazos. AlmorcĆ© espagueti con camarones en salsa de ajo, no estaba segura si no estaban particularmente buenos esa tarde o si influĆ­a el hecho de que prĆ”cticamente todo me parecĆ­a repugnante desde que despertĆ©. En medio de mi vaivĆ©n frente al espejo del lavamanos me vi pĆ”lida, sudada y con restos de camarones mal digeridos en la barbilla. La vista no me pareciĆ³ muy atractiva, pensĆ© que mĆ”s tarde aprenderĆ­a a maquillarme mejor.

Mientras pensaba en una marca de maquillaje superior a la que usaba en ese momento, volviĆ³ a importunarme aquel pulpo amarillo miniatura que constantemente escalaba mis paredes, mi techo y algunas veces en mis vestidos, dejando un rastro baboso. Comenzaba a acostumbrarme a encontrar la viscosidad encima de todas mis pertenencias. DejĆ³ de importarme que los pretendientes que tenĆ­a hicieran gestos de turbaciĆ³n al agarrar y besar mi mano quedĆ”ndose con una sustancia pegajosa en las suyas.

El pulpo apareciĆ³ en la parte frontal superior de mi vestido, mezclando el rastro de viscosidad con mi vĆ³mito. ParĆ© de golpear mi vientre, despeguĆ© al pulpo de mi tronco y lo lancĆ© a la puerta del baƱo causando ruido y deformĆ”ndolo. Sus tentĆ”culos aplastados lo hacĆ­an parecer una repulsiva estrella extendida en la puerta.

Me cansĆ©, lavĆ© el vĆ³mito, fui a mi habitaciĆ³n y me recostĆ© en mi cama. No me sentĆ­ menos embarazada pero ya era hora de mi siesta de las cuatro de la tarde.

Antes de intentar despertarme notĆ³ que comencĆ© a reĆ­r suavemente en mi entresueƱo.
El Sr. GastĆ³n, quien trabajaba atendiendo a mi familia, subiĆ³ a mi habitaciĆ³n a avisarme que en unos minutos comenzarĆ­a la cena y que los invitados no tardarĆ­an en llegar. Antes de intentar despertarme notĆ³ que comencĆ© a reĆ­r suavemente en mi entresueƱo. Seguramente se preguntĆ³ quĆ© estaba soƱando y el asunto le pareciĆ³ bastante tierno. No quiso despertarme enseguida, me observĆ³ por unos segundos hasta que vio que mi respiraciĆ³n empezĆ³ a agitarse y mis extremidades comenzaron a temblar. ExpulsĆ© un gemido entrecortado y trĆ©mulo que lo perturbĆ³ e hizo que caminara apurado hacia la puerta, pero en el camino despertĆ© y lo llamĆ©. GastĆ³n disimulĆ³ su perturbaciĆ³n, me avisĆ³ sobre la cena y se fue enseguida. Al despertar y verlo lo llamĆ© instintivamente pero al mismo tiempo que lo nombraba volvĆ­a a mi mente la sensaciĆ³n de lo que soƱƩ. El pulpo en mi entrepierna.

Me preocupaba que la humedad manchara el vestido.
Al bajar por las escaleras sentĆ­a la viscosidad incĆ³moda. Me preocupaba que la humedad manchara el vestido. Fue bastante curioso ese momento en el que las imĆ”genes, mientras saludaba a mis respetables padres y a los respetables invitados, se mezclaban con el recuerdo del sueƱo. Cuando comenzĆ³ la conversaciĆ³n en la mesa mirĆ© hacia la pared, desenfoquĆ© los ojos y dormitĆ© sentada, con la espalda derecha y una ligera sonrisa en el rostro, como acostumbraba. En el fondo se opacaba el sonido de la conversaciĆ³n hasta hacerse incomprensible. Los meseros sirvieron los platos de comida que olĆ­an y se veĆ­an deliciosos. Comenzamos a comer. Mi atenciĆ³n seguĆ­a opacando la conversaciĆ³n y apenas escuchaba frases entrecortadas cada dos minutos.

“…obre mujer cree que comprando ese reloj caro se verĆ” menos marg…”

“…ni una palabra durante toda la semana. Llega el viernes, tres tragos y comienzan las desfachat…”

“…rojo no combina con su tono de piel, completamente vulg…”

“…el perro lamiĆ³ toda su cara y luego besĆ³ a su marido en la boc…”

“…esta langosta estĆ” exquis…”

En los platos, en las caras, en los escotes.
En el medio de esa Ćŗltima frase volteĆ©. El pulpo, ahora ligeramente mĆ”s grande y amarillo, estaba pegado a su oreja izquierda. Cuando el invitado Sr. NosequĆ© abriĆ³ la boca para introducir otro bocado, el tentĆ”culo baboso del pulpo entrĆ³ tambiĆ©n. Los gestos de excitaciĆ³n por la delicia saboreada parecĆ­an aumentar ahora con el agregado sabor del tentĆ”culo y la baba amarillenta. El pulpo continuaba apareciendo en distintas partes de la mesa y de todos. En los platos, en las caras, en los escotes. Al final de la cena estaban todos baƱados en extracto de pulpo. DespuĆ©s de dos tragos, cuando aumenta el contacto fĆ­sico en la interacciĆ³n, todos se esparcĆ­an la baba entre sĆ­, mojando los lugares aĆŗn secos. Hilos de baba marcando el camino de separaciĆ³n entre la boca y la copa.

“Luces pĆ”lida y sudada. Nada fresca. Sube a ducharte, niƱa”, me dijo mi madre. Con un charco de baba entre sus senos.

DecidĆ­ contarles un chiste:

¡Madre, cuĆ”nta comicidad!

-Escuchen, tuve un sueƱo de lo mĆ”s curioso. No dudo que haya en la sala algĆŗn psicoanalista aficionado que me lo explique.

Mientras tanto, el pulpo pegado al techo se hacƭa mƔs grande y su color amarillo cada vez encandilaba mƔs.

-¡He sido fecundada por un pulpo amarillo! Ya me introduje, sin Ć©xito, una mano completa para sacar al feto. Dudo que algo mĆ”s funcione. LeĆ­ que el tiempo de gestaciĆ³n de un pulpo es de 50 dĆ­as. AsĆ­ que en mĆ”s de 49 dĆ­as y menos de nueve meses nacerĆ” un humano de piel amarilla y viscosa, con una gran cabeza blanda y ojos pequeƱos y separados. Espero tener su apoyo y que todos lo amemos profundamente.

Todos soltaron carcajadas, mostrando dientes mƔs brillantes y amarillos que nunca.

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Sairy Romero. Tiene 21 aƱos. Es venezolana. Vive en Veracruz. Estudia Ciencias de la ComunicaciĆ³n.

La ilustraciĆ³n de esta nota es de Hokusai y se llama “El sueƱo de la esposa del pescador”.

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