Aitor se sorprendió al ser llamado por su superior, si bien era cierto y le constaba (se lo habían hecho saber en más de una ocasión) que estaban muy satisfechos con su trabajo como diseñador de hologramas hexa dimensionales, raro era convocar a un empleado de la clase A5 sólo de 30 años como él a las reuniones del Centro.

Mientras el transportador ascendía hasta la planta 64 del edificio, su cabeza no paraba de dar vueltas al asunto. ¿Que deberían querer de él?

- Control k64 identifiques, por favor.

La voz impersonal del control k64 el sacó de su ensimismamiento, introdujo la tarjeta en la ranura y unos destellos azules le indicaron que tenía el paso libre. Continuó por el largo pasillo que lo condujo hasta la puerta del Centro de reuniones, esperó unos segundos y esta se abrió de manera automática, entró, la sala estaba vacía, decidió esperar ....

Dos minutos transcurrieron hasta que una pequeña puerta al fondo se abrió para dar paso a su superior, que dirigiéndose a él con una amable sonrisa le invitó a sentarse. así lo hizo Aitor que esperó ansioso sus palabras ....

- Verá Aitor, supongo que estará intrigado por que le hayamos hecho venir hasta aquí, convendremos que no es un hecho nada normal.

Aitor asientió sin decir nada más.

- Es cierto, usted ha sido escogido para llevar a cabo una tarea muy especial, única diría yo, y lo hemos hecho por varios motivos, uno de ellos que es el mejor creador de hologramas hexadimensionales que tenemos, en segundo lugar es imaginativo y ordenado y tiene también una calidad no demasiado común, sensibilidad, aparte de que sepamos, no mantiene ninguna relación estable. Es así?

Aitor había enrojecido ante tantas alabanzas.

En lo último que ha dicho es cierto, cuando en el anterior creo exagera usted mis méritos, yo sólo intento hacer tan bien como sé el trabajo que me dan, como Gates nos enseñó.

El Superior sonreía.

- No! Aitor, no exagero y debería usted saberlo, aparte de que no estoy aquí para alabarlo porque si y porque usted conteste con falsa modestia, así que permítame continuar ... Por lo que le he explicado hasta ahora, sepa que ha sido usted elegido para llevar a cabo una importante tarea que estamos convencidos puede alcanzar ya la que como ya debe saber no se puede oponer, de acuerdo.

Aitor asintió, podría preguntar de que se trataba pero era perder el tiempo, no le sería comunicado hasta que su Superior lo considerara oportuno, y aparte ya sabía que no podía decir que no.

El Superior se levantó. Bien, es hora de ir al grano, haga el favor de seguirme.

Abandonaron la sala y el transportador los bajó hasta el sótano del edificio, allí un hombre alto y delgado de largos cabellos blancos los estaba esperando.

- Es él? - Preguntó

Sí, es nuestro hombre, el elegido.

- Parece muy joven

Quizás si, pero es la persona correcta, le aseguro que ha sido seleccionado escrupulosamente, y sabe también que no vamos sobrados de tiempo.

- De acuerdo pues, mientras se dirige a Aitor. Haga el favor de acompañarme.

Aitor despidió de su superior y seguimiento al hombre alto y delgado de largos cabellos blancos, tomaron un transportador biónico que los condujo por debajo de la Megápolis durante cinco minutos, al bajar Aitor y su acompañante se encontraban en una sala exactamente igual al anterior, avanzaron por un pasillo y una puerta se abrió ante ellos.

Aitor comenzó a percibir un olor diferente, desconocido para él, un olor antiguo, embriagador. De pronto se encontró ante una enorme puerta de madera, debía de ser muy antigua, al menos del siglo XIX por lo que había visto en algunos reportajes. Aitor estaba cada vez más intrigado, pero el hombre alto y delgado de largos cabellos blancos no decía nada y él persistió en su silencio también.

El hombre golpeó tres veces con la aldaba que había en la parte derecha de la puerta, pasados ​​dos minutos esta se abrió y apareció un hombre menudo y rechoncho que aparentaba tener muchos años, al menos 180 o quizás más - se dijo Aitor -.

Bienvenidos, os estaba esperando, llegaís a tiempo de tomar una taza de té.

-¿Tiene té?, Que extraño, se dijo Aitor, si ya no hay.

El hombre alto y delgado de largos cabellos blancos no contestó y se limitó a seguir al hombre pequeño y rechoncho que les había ofrecido el té.

A medida que se iban adentrando en el edificio Aitor empezaba a comprender, intuía ya porque había sido elegido, un anciano le había hablado una vez de este trabajo y él sinceramente no le creyó, pero ahora empezaba a entrever que el anciano sabía lo que se decía.

Continuó caminando, sabía que estaba a cien metros bajo tierra, dentro de un edificio singular y único, dañado por la última gran catástrofe del 2035, pero que sin embargo había sobrevivido y había sido recuperado aunque se había mantenido bajo tierra para evitar el expolio y agresión de los supervivientes incontrolados que deambulaban por la superficie. Él, Aitor había sido elegido para ser el guardián y restaurador de la joya de lo que quedaba de Estado, la que había sobrevivido a todas las desgracias de los años anteriores, "el Museo del Prado".