Viejas fotografías



No me gusta mirar viejas fotografías, recuerdos olvidados del pasado, a los que se aferran obsesionados sobre todo los niños e incluso los de más edad que no han sabido cómo envejecer, ni han sido capaces de perder su inocencia.
Hoy, como cada Navidad, Txell y Ana se han abalanzaron sobre viejas fotografías que compulsivamente han observado. Fotos casi sabidas de memoria de años anteriores. Escribí hace tiempo un poema que trata de este asunto, y es que pasan años y años, y la gente empecinada sigue sin entender nada de nada, obsesionada en ver sólo sus miserias asociadas impunemente al pasado, olvidando el pesado presente que, día a día a todos nos angustia.


viejas fotografías

No me gusta mirar álbumes
de fotografías antiguas,
o las que en blanco y negro o color
guardamos en viejas cajas de zapatos.
Impunemente, los retratos me recuerdan
el cruel paso del tiempo
y cómo cambian modos y personas.
Fotografías de viajes o paisajes
de gente a veces desconocida
que no conseguimos recordar, o
alguna prima lejana que hemos olvidado.
Allí aparecen estáticas, sonrientes
seres queridos que nos han déjate
de las que solemos hacer inventario.
No me gusta mirar viejas fotografías
que aportan pocos recuerdos agradables
y demasiadas imágenes irrecuperables
de gente querida que ha traspasado.

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