A pesar de no ser demasiado proclive a evocar tiempos pasados, de vez en cuando, lo quiera uno o no, los recuerdos aparecen. Pensaba ayer en las Navidades de cuando era pequeño. Las pasaba con mis padres en Sant Feliu de Codines en casa de los abuelos paternos. Él, "Lluis de l'oli" y ella "na Maria de Can cotillaire" (oli en catalàn es aceite que él repartia a granel en un carro tirado por un mulo i una cotilla es un corsé o también cotilla en castellano). La Navidad se celebraba en la casa de los abuelos y venían las tres hermanas de mi padre con sus cuñados, mis primos y primas.

Evocaba aquellas Navidades en el sentido de cómo han cambiado las cosas, dado que el plato estrella que no se comía en casi todo el año a excepción de la fiesta mayor era el pollo asado y canelones. El pollo no era un producto barato y en aquellos tiempos se consideraba un extra que se comía sólo por Navidad y por la fiesta Mayor, y no hace falta que os diga que los canelones de la abuela María eran buenísimos.
Con el abuelo íbamos a comprar una botella de champán que se hacía envolver con papel de periódico y la ponía en la cesta, pues no quería la gente supiera que compraba ya que era un producto de lujo, y aquella botella había que repartirla entre todos, niños incluida, quiere eso decir que poco debía tocar por barba.
El abuelo Luis tenía la costumbre que conservo de beber el vino en porrón, pero con una norma que nadie se podía saltar, hasta que él no lo levantaba para dar el primer trago nadie lo podía coger. Cuando bebía con el porrón lo hacía por un lado chasquendo la lengua, y una vez dejaba el porrón encima de la mesa ya lo podía usar el resto de comensales.
La abuela no paraba sentada, siempre arriba y abajo, y recuerdo el comentario - supongo o quiero suponer que cariñoso - del abuelo cada vez que iba trasegando por la casa: "mira la burra, ¡No parará a sentarse a la mesa no!". Pero él no se levantaba nunca ni había sacado en su vida un plato de la mesa. La abuela siempre se sentaba en una punta de la silla presta para levantarse en cualquier momento, hasta un día en que resbaló y terminó de culo por el suelo y con el abuelo encima riñéndola. Eran otros tiempos y otra cultura que sólo hemos pulido, no nos engañemos.

Aquellas Navidades tenían la calidez que tienen siempre las Navidades, con la escudella (cocido) y galets (tetones) de primer plato y como ya he dicho anteriormente canelones y pollo después, amén de una larga sobremesa con la lectura de los niños de pie sobre la silla del verso o décima que se decía antes y también ahora. Antes, cuando no es que fuéramos más felices porque todo fuera mejor, simplemente sucedia que éramos niños y la vida desde el punto de vista de un niño se ve de otra manera, como cuando aún crees en los Reyes Magos, que siendo como és la parte más bonita i emotiva de estas fiestas de Navidad no és más que una mentira, la primera mentira que descubres de pequeño y la que te hace más daño.