Las baladas del ajo



Una doctora vestida de blanco apareciĆ³ en la puerta, con las manos protegidas por unos guantes de goma que le llagaban a la altura del codo, por donde resbalaba, principalmente, un reguero de gotas de sangre. El hombre corriĆ³ a su encuentro.

–¿QuĆ© ha sido doctora?
–Una niƱita.

Al escuchar que era padre de una pequeƱa, el hombre se tambaleĆ³ un par de veces hasta caer de espaldas, golpeĆ”ndose ruidosamente la cabeza contra las baldosas, que dio la sensaciĆ³n de romper.

–¿QuĆ© problema hay?– comentĆ³ la doctora. Los tiempos han cambiado y las niƱas son iguales que los niƱos. ¿De dĆ³nde proceden los hombres si no es de las mujeres?¿O es que salen de debajo de una piedra?

Lentamente, el hombre se puso de pie, como si estuviera en trance. A continuaciĆ³n, comenzĆ³ a gemir y a sollozar, como si estuviera loco, y acentuaba sus llantos con gritos de reproche:
–¡Zhou Jinhua, maldita mujer inĆŗtil, mi vida se ha arruinado por tu culpa!

Sus gritos se unieron a los sonidos del llanto que se escuchaba en el interior: Gao Yang pensĆ³ que se trataba de Zhou Jinhua. La ausencia de llanto del bebĆ© le desconcertĆ³. Jinhua no habrĆ­a sido capaz de ahogar a su propio bebĆ© ¿Verdad?

Entre ahora mismo –ordenĆ³ la doctora– y ocĆŗpese de su esposa y de su hijo. Hay mĆ”s personas esperando.

El hombre se puso torpemente de pie y se arrastrĆ³ hacia el interior. Unos minutos despuĆ©s saliĆ³ con un fardo en la mano.

–Doctora –dijo mientras se detuvo en el umbral de la puerta– ¿conoce a alguien a quien le gustarĆ­a tener a una niƱa? ¿PodrĆ­a ayudarnos a encontrarle un hogar?

–¿Pero es que en vez de corazĆ³n tiene una piedra? –preguntĆ³ enojada la doctora–. LlĆ©vese a su hija y trĆ”tela bien. Cuando cumpla los dieciocho aƱos puede conseguir al menos diez mil por ella.

Las baladas del ajo", de Mo Yan
Fragmento - TraducciĆ³n de Carlos OssĆ©s, 
del blog Descontexto

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