tag:blogger.com,1999:blog-43896190768802594542024-03-23T07:01:58.718+01:00CONTEXTO - CUENTOSFrancesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.comBlogger349125tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-15488290062304324032023-12-31T07:43:00.003+01:002023-12-31T07:45:17.164+01:00LA MALA MEMORIA<div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmHamRiB9-bEaI9Yrw7sK8xbHuktj2F7BRc4WI7nZcmSI_IG9TYzBMxX9s7WFkwEiDm5zvM8Th8vN_JAES6ABUBuEdflL929SwzkYrNgXKQ2OZcqZwK80lFQqnJVW6GnAHkBNeInqiKnExXWS2hPzK1Vr30eX4ba5fIfhEQ4dLYlIwuYM3i2rkwAP1T4g9/s791/8fda4-fondation-pierre-arnaud-lens-art-valais-andre-breton-wall-sabine-weiss-1530.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="581" data-original-width="791" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmHamRiB9-bEaI9Yrw7sK8xbHuktj2F7BRc4WI7nZcmSI_IG9TYzBMxX9s7WFkwEiDm5zvM8Th8vN_JAES6ABUBuEdflL929SwzkYrNgXKQ2OZcqZwK80lFQqnJVW6GnAHkBNeInqiKnExXWS2hPzK1Vr30eX4ba5fIfhEQ4dLYlIwuYM3i2rkwAP1T4g9/s16000/8fda4-fondation-pierre-arnaud-lens-art-valais-andre-breton-wall-sabine-weiss-1530.jpg" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">Me contaron hace un tiempo una historia muy estúpida, sombría y conmovedora. Un señor se presenta un día en un hotel y pide una habitación. Le dan el número 35. Al bajar, minutos después, deja la llave en la administración y dice:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">–Excúseme, soy un hombre de muy poca memoria. Si me lo permite, cada vez que regrese le diré mi nombre: el señor Delouit, y entonces usted me repetirá el número de mi habitación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">–Muy bien, señor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">A poco, el hombre vuelve, abre la puerta de la oficina:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">–El señor Delouit.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">–Es el número 35.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">–Gracias.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">Un minuto después, un hombre extraordinariamente agitado, con el traje cubierto de barro, ensangrentado y casi sin aspecto humano entra en la administración del hotel y dice al empleado:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">–El señor Delouit.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">–¿Cómo? ¿El señor Delouit? A otro con ese cuento. El señor Delouit acaba de subir.</span></div></div><span style="font-family: Merriweather;"><div style="text-align: justify;">–Perdón, soy yo… Acabo de caer por la ventana. ¿Quiere hacerme el favor de decirme el número de mi habitación? </div></span><div style="text-align: justify;"><br /></div><div><span style="font-family: Roboto Condensed;"> André Breton </span></div><div><span style="font-family: Roboto Condensed;">ciudadseva.com</span></div>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-25491746270632742862023-12-31T07:35:00.002+01:002023-12-31T07:35:40.381+01:00MUERTE A CRÉDITO<div><div> <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxrQ5PZM51w0zMGpVodmHeZF8_qjI7byY1OQk4j_Cb-dGFpOxNaRn6OagBfIZ4LGSRvM_OtbIcVpDXUL1HlC5EeKQld3OvToWJmlVwzEsxcx8tB__n2Wz4L041mSV-LX4ZrHOn8DO67UuhxNL8kHgeEHarVNfIAjm4XcWAkrV4yCwJrY2Uts-fKwO_0R2m/s978/cab752a2509b5db20dd776163971f3de.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="646" data-original-width="978" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxrQ5PZM51w0zMGpVodmHeZF8_qjI7byY1OQk4j_Cb-dGFpOxNaRn6OagBfIZ4LGSRvM_OtbIcVpDXUL1HlC5EeKQld3OvToWJmlVwzEsxcx8tB__n2Wz4L041mSV-LX4ZrHOn8DO67UuhxNL8kHgeEHarVNfIAjm4XcWAkrV4yCwJrY2Uts-fKwO_0R2m/s16000/cab752a2509b5db20dd776163971f3de.jpg" /></a></div><br /></div><div><br /></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">Aquí estamos solos otra vez. Es todo tan lento, tan pesado, tan triste... Pronto seré viejo. Y por fin se habrá acabado. Ha venido tanta gente a mi habitación. Han hablado. No me han dicho gran cosa. Se han ido. Se han vuelto viejos, miserables y lentos, cada cual en un rincón del mundo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">Ayer a las ocho murió la Sra. Bérenge, la portera. Una gran tormenta se eleva en la noche. Aquí, en lo alto, donde estamos, la casa tiembla. Era buena amiga, amable y fiel. Mañana la entierran en la Rue des Saules. Era vieja de verdad, al final de la vejez. Desde el primer día, cuando empezó a toser, le dije: «¡Sobre todo no se tumbe!... ¡Quédese sentada en la cama!». Me lo temía. Y después ya ven... Y luego en fin...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">Yo no he practicado siempre la medicina, mierda de oficio. Voy a escribirles que ha muerto la Sra. Bérenge a los que me conocen, a quienes la conocieron. ¿Dónde estarán?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">Me gustaría que la tormenta levantara mucho más estruendo, que los techos se desplomasen, que la primavera no volviese nunca, que nuestra casa desapareciera.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">Lo sabía, la Sra. Bérenge, que todas las penas vienen en las cartas. Ya no sé a quién escribir. Toda esa gente está lejos... Han cambiado de alma para traicionar mejor, olvidar mejor, hablar siempre de otra cosa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">Pobre Sra. Bérenge, pobre vieja, su perro bizco, lo cogerán, se lo llevarán...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;">Toda la pena de las cartas, pronto hará veinte años, se ha acabado en su casa. Está ahí, en el olor de la muerte reciente, ese increíble gusto agrio... Acaba de aparecer... Anda por ahí... Merodeando... Ahora nos conoce, lo conocemos. Ya no se irá nunca más. Hay que apagar el fuego en el chiscón. ¿A quién voy a escribir? Ya no tengo a nadie. No queda ni un alma para acoger con cariño el amable espíritu de los muertos... para después hablar más suave a las cosas... ¡Ánimo, tú solo!</span></div></div><span style="font-family: Merriweather;"><div style="text-align: justify;">Al final, mi vieja portera no podía decir nada. Se asfixiaba, no me soltaba la mano... Entró el cartero. La vio morir. Un gemido de nada. Y se acabó. Mucha gente había venido antes a preguntarle por mí. Se marcharon lejos, muy lejos en el olvido, en busca de un alma. El cartero se quitó la gorra. Yo podría expresar todo mi odio. Lo sé. Ya lo haré más adelante, si no vuelven. Prefiero contar historias. Voy a contar tales historias, que volverán a propósito, para matarme, desde todos los confines del mundo. Entonces todo habrá terminado y me alegraré. </div></span><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Merriweather;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Roboto Condensed;">Muerte a crédito, 2012 </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Roboto Condensed;">de Louis Ferdinand Céline </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Roboto Condensed;">fragmento inicial - <a href="https://descontexto.blogspot.com/2023/12/muerte-credito-de-louis-ferdinand-celine.html"><b><span style="color: #783f04;">descontexto</span></b></a></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Roboto Condensed;">Traducción de Carlos Manzano
</span></div>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-59068154061038430112023-03-30T11:48:00.004+02:002023-05-26T18:05:44.149+02:00LOS QUE SE ALEJAN DE OMELAS<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3rluadunQMgN7mF_JGcgXqyaaLp-pP-ZcBdpdA3i6_exRUqvLAnCcZ4MyBJQwtMieiAPU1wYlJhf-4fr6MKo5tGs6pIOppR8pUCygJSGrBTIt8zmrxYXISnV8-kMAWDW-WVCeliRnUBD8S8rwrka-6HyGM5xU9DvIJOlu4XCTMH7cW9ypabOXcdkUEg/s756/Ilustracion10_Instagram.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="586" data-original-width="756" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3rluadunQMgN7mF_JGcgXqyaaLp-pP-ZcBdpdA3i6_exRUqvLAnCcZ4MyBJQwtMieiAPU1wYlJhf-4fr6MKo5tGs6pIOppR8pUCygJSGrBTIt8zmrxYXISnV8-kMAWDW-WVCeliRnUBD8S8rwrka-6HyGM5xU9DvIJOlu4XCTMH7cW9ypabOXcdkUEg/s16000/Ilustracion10_Instagram.jpg" /></a></div><br /><span style="font-family: verdana;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Con un clamor de campanas que impulsó a las golondrinas a levantar el vuelo, el Festival del Verano llegaba a la ciudad de Omelas, que descollaba radiante junto al mar. En el puerto, los aparejos de los barcos destellaban con banderas. En las calles, entre las casas de rojos tejados y pintadas tapias, entre los viejos jardines donde crece el musgo y bajo los árboles de las avenidas; frente a los grandes parques y los edificios públicos desfilaba la multitud. Decorosos ancianos con largas túnicas rígidas malva y gris; graves y silenciosos artesanos, alegres mujeres que llevaban a sus hijos y charlaban al caminar. En otras calles, la música sonaba más veloz, un trémulo de batintines y panderetas y la gente iba bailando; la procesión era una danza. Los niños correteaban de una parte a otra y sus gritos se alzaban sobre la música y los cantos como el vuelo cruzado de las golondrinas. Todos los desfiles serpenteaban hacia el norte de la ciudad, donde en la gran vega llamada Verdes Campos, chicos y chicas, desnudos en el luminoso aire, con los pies, los tobillos y los largos y ágiles brazos salpicados de lodo ejercitaban a sus inquietos caballos antes de la carrera. Los caballos no llevaban ningún tipo de pertrecho, sólo un ronzal sin bocado. Las crines trenzadas con cordones de plata, oro y verde. Resoplaban por </span><span style="font-family: verdana;">los dilatados ollares, hacían cabriolas y se engallaban. Al ser el caballo el único animal que había adoptado nuestras ceremonias como propias, se hallaba muy excitado. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">A lo lejos, por el norte y el oeste, las montañas se alzaban sobre la bahía de Omelas casi envolviéndola. El aire de la mañana era tan límpido que la nieve, coronado aún los Ocho Picos, despedía reflejos oro y blanco a través de las millas de aire iluminado por el sol, bajo el azul profundo del cielo. Soplaba el suficiente viento como para que los gallardetes que marcaban el curso de la carrera ondearan y chasquearan de vez en cuando. En el silencio verde de la amplia vega se oía la música que recorría las calles de la ciudad, y de todas partes y acercándose siempre, una alegre fragancia de aire que de vez en cuando se acumulaba y estallaba con el </span><span style="font-family: verdana;">gozoso repique de las campanas. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">¡Gozoso! ¿Cómo se puede explicar el gozo? ¿cómo describir a los habitantes de Omelas?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">No eran personas simples, aunque si felices. Pero no pronunciaremos mas palabras de alabanza. Todas las sonrisas se han vuelto arcaicas. Al proceder a una descripción como ésta, uno tiende a hacer ciertas suposiciones, a dar la impresión de que busca un rey montado en un espléndido corcel y rodeado de nobles caballeros, o quizás en una litera dorada conducida por altos y musculosos esclavos. Pero no había rey. No usaban espadas ni poseían esclavos. No eran bárbaros. Desconozco las reglas y leyes de su sociedad pero sospecho que eran singularmente escasas. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Al igual que se regían sin monarquía ni esclavitud, tampoco necesitaban la bolsa de valores, la publicidad, la policía secreta y la bomba. Sin embargo, repito que no era un pueblo simple; nada de dulces pastores, nobles salvajes ni blandos utópicos, ni menos complejos que nosotros. El mal estriba en que nosotros poseemos malos hábitos, animados por pedantes y sofisticados empeñados en considerara la felicidad como algo estúpido. Sólo el dolor es intelectual. Sólo el mal es interesante. Es la traición del artista: la negativa a admitir la banalidad del mal y el terrible fastidio del dolor. Si no puedes morder no enseñes los dientes. Si duele, vuelve a dar. Pero alabar el desespero es condenar el deleite; aceptar la violencia es perder la libertad para todo lo demás. Nosotros casi la hemos perdido; ya no podemos describir la felicidad de un hombre ni manifestar una alegría. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">¿Cómo definir al pueblo de Omelas? No eran cándidos ni niños felices - aunque a decir verdad, sus hijos si lo eran - sino adultos maduros, inteligentes, apasionados, cuya vida no era desventurada. ¡Oh milagro! Mas, ¡ojalá supiera explicarlo mejor y convencerles!</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Omelas produce la impresión según mis palabras, de un país de un cuento de hadas: érase una vez hace mucho tiempo. Quizá fuera mejor que se lo imaginaran según su propia fantasía, teniendo en cuenta que me pondría a la altura de las circunstancias, pues lo que si es cierto es que no puedo armonizar con todos. Por ejemplo, ¿qué pasaba con la tecnología? Creo que no había coches ni helicópteros ni en las calles ni por encima de ellas, como lógica consecuencia de que el pueblo de Omelas era feliz.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La felicidad se basa en una justa discriminación de lo que es necesario, de lo que no es ni necesario ni destructivo y de lo que es destructivo. Sin embargo, en la categoría intermedia - la de lo innecesario pero no destructivo, la del confort, lujo, exuberancia, </span><span style="font-family: verdana;">etc. -, podían perfectamente poseer calefacción central, ferrocarriles subterráneos, máquinas lavadoras y toda clase de maravillosos ingenios que aún no se han inventado aquí; fuentes luminosas flotantes, poder energético, una cura para los catarros comunes o nada de eso; no importa, como lo prefieran. Me inclino a pensar que las personas que han estado viniendo a Omelas desde todos los puntos de la </span><span style="font-family: verdana;">costa durante estos últimos días antes del Festival, lo hicieron en pequeños trenes muy rápidos y en tranvías de dos pisos, y que la estación de ferrocarriles de Omelas es el edificio más bello de la ciudad, aunque más sencillo que el magnifico Mercado </span><span style="font-family: verdana;">Agrícola. Pero aún, concediendo que hubiera trenes, temo que, hasta ahora, Omelas produzca en algunos de mis lectores la impresión de una ciudad gazmoña y cursilona. Sonrisas, campanas, desfiles caballos, garambainas. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">En tal caso, agreguen una orgía. Si les sirve una orgía no vacilen. No obstante, no le pongamos templo que, con hermosos sacerdotes y sacerdotisas desnudos, casi en éxtasis, se hallen dispuestos a copular con quien sea, hombre o mujer, amante o extraño, por el </span><span style="font-family: verdana;">deseo de unión con la profunda divinidad de la sangre, aunque ésa fue mi primera idea. Pero sería mejor no levantar templos en Omelas, por lo menos templos habitados. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Religión, si. Clero, no. Por supuesto, los hermosos desnudos pueden deambular ofreciéndose como divinos suflés al hambriento del éxtasis de la carne. Que se incorporen a los desfiles. Que repiquen las panderetas sobre las cópulas y la gloria del deseo se proclame sobre los batintines y (un punto muy importante) que los vástagos de esos deliciosos rituales sean amados y atendidos por todos. Sé que en Omelas hay algo que nadie considera delito. Pero, ¿Que puede ser? Al principio pensé si no serian las drogas, pero eso es puritanismo. Para los que les gusta, la tenue y persistente fragancia del drooz perfuma las calles de la ciudad; el drooz, que </span><span style="font-family: verdana;">al principio otorga una gran lucidez mental y fuerza a los miembros, y finalmente maravillosas visiones con las que penetras en los misterios y secretos más profundos del universo a la vez que excita el placer del sexo hasta lo indecible; y no crea hábito. </span><span style="font-family: verdana;">En cuanto a los gustos más modestos, creo que debería ser la cerveza. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">¿Qué otra cosa incumbe a la jubilosa ciudad? Sin dudad, la sensación de la victoria, la evocación del valor. Sin embargo, si suprimimos al clero, procedamos igual con los soldados. El júbilo que se erige sobre crímenes impunes no es verdadero júbilo; </span><span style="font-family: verdana;">nunca lo será; es horrendo e inútil. Una satisfacción ilimitada y generosa, un magnífico triunfo que se experimenta no contra un enemigo de fuera, sino por la comunión de las almas más delicadas y hermosas de todos los hombres y el esplendor del verano del mundo es lo que inunda el corazón de los habitantes de Omelas y la victoria que celebran es la de la vida. En realidad, no creo que necesiten drogarse.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Casi todos los desfiles habían llegado ya a los Verdes Campos. Un delicioso aroma de manjares surge de las tiendas rojas y azules de los abastecedores. Las caras de los niños pequeños están llenas de graciosos pringues; en la afable barba gris de un hombre, se han enredado unas cuantas migas de un rico pastel. Los muchachos y muchachas han montado en sus caballos y comienzan a agruparse en la </span><span style="font-family: verdana;">línea de salida. Una anciana, pequeña, gorda y sonriente, distribuye flores que saca de una cesta y un joven alto las prende en su cabello. Un niño de nueve o diez años se sienta al borde de la multitud, solo, jugando con una flauta de madera. La gente se detiene a escuchar y sonríe, pero no le hablan pues nunca deja de tocar ni tampoco los ve; sus ojos negros están totalmente absortos en la dulce y tenue magia de la melodía. Termina y lentamente alza las manos sosteniendo la flauta de madera.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Como si ese breve y reservado silencio fuese una señal, se oye de pronto el toque de una corneta que surge del pabellón junto a la línea de partida: imperioso, melancólico, penetrante. Los caballos se alzan sobre sus esbeltas patas traseras y algunos relinchan como respuesta. Con semblante sereno, los jóvenes jinetes acarician el cuello de sus monturas y las calman susurrando: "Tranquilo, tranquilo, no te preocupes, todo saldrá bien, mi beldad, mi ilusión" Ocupan sus puestos en la línea de salida. A lo largo de la pista, los espectadores son como un campo de hierba y flores al viento. El Festival de Verano ha comenzado. ¿Lo creen? ¿Aceptan el festival, la ciudad, la alegría? ¿No? Entonces, permítanme que lo describa una vez más.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">En el subsuelo de uno de los hermosos edificios públicos de Omelas, o tal vez en el sótano de una de sus espaciosas casas particulares hay un lóbrego cuartucho. Tiene una puerta cerrada con llave y carece de ventanas. Una tenue luz se filtra polvorienta entre las rendijas de la carcomida madera y que procede de un ventanuco cubierto de telarañas de algún lugar del otro lado del sótano. En un </span><span style="font-family: verdana;">ángulo del cuchitril un par de fregonas, con las bayetas tiesas, pestilentes, llenas de grumos, están junto a un balde oxidado. El suelo está sucio, pegajoso como es habitual en un sótano abandonado. El cuarto tiene tres pies de largo por dos de ancho: un simple armario para guardar las escobas y los enseres en desuso. En el cuarto hay un niño sentado. Podría ser un niño o una niña. Aparenta unos seis años pero en realidad tiene casi diez. Es retrasado mental. Tal vez nació anormal o se ha vuelto imbécil por el miedo, la desnutrición y el abandono. Se hurga la nariz y de vez en cuando se manoseo los dedos de los pies o los genitales mientras se sienta </span><span style="font-family: verdana;">encorvado en el rincón más alejado del balde y de las bayetas. Les tiene miedo. Las encuentra horribles. Cierra los ojos pero sabe que las fregonas siguen ahí, erguidas, y la puerta esta cerrada y nadie acudirá. La puerta siempre esta cerrada y nunca viene nadie salvo en ciertas ocasiones - la criatura no tiene noción del tiempo y los intervalos - en que la puerta cruje espantosamente, se abre y asoma una o varías personas. Entra una sola y de un puntapié le obliga a levantarse. Los otros jamás se le acercan sino que lo observan con ojos de horror y asco. La escudilla de comida y el jarro de agua se llenan rápidamente, se cierra la puerta, los ojos desaparecen. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La gente que está en la puerta nunca habla pero el niño, que no siempre ha vivido en el cuarto de los trastos y recuerda la luz del sol y la voz de su madre, a veces habla: "Por favor, sáquenme de aquí. Seré bueno." Jamás le responden. Por las noches el niño gritaba pidiendo auxilio, gritaba muchísimo, pero ahora se limita a un débil quejido y cada vez habla menos. Está tan flaco que las piernas carecen de pantorrillas y tiene el vientre hinchado; solo se alimenta una vez al día con media escudilla de gachas con sebo. Va desnudo. Las nalgas y muslos son una masa de dolorosas llagas pues continuamente está sentado sobre su propio excremento.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Todos saben que existe, todo el pueblo de Omelas. Algunos han ido a verlo, otros se contentan únicamente con saber que está allí. Todos saben que tiene que estar. Algunos comprenden la razón, otros no pero ninguno ignora que su felicidad, la belleza de su pueblo, la ternura de sus amigos, la salud de sus hijos, la sabiduría de sus becarios, la habilidad de sus artesanos, incluso la abundancia de sus cosechas o el esplendor de su cielo dependen por completo de la abominable miseria de ese niño.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Se lo explican a los niños de ocho a diez años, siempre que estén capacitados para comprender, y casi todos los que van a verle son adolescentes, aunque con cierta frecuencia también un adulto acude y vuelve para ver al niño. Por muy bien que se lo expliquen, al verlo experimentan un asco que habían creído superar. A pesar de todas las explicaciones se les advierte furiosos, ultrajados, impotentes. Quisieran hacer algo por el niño, pero todo es inútil. ¡Qué hermoso sería si sacaran al sol a esa criatura, la limpiaran, le dieran de comer, la cuidasen. ¡Pero si alguien lo hiciera, ese día y a esa hora, toda la prosperidad, la belleza y la dicha de Omelas quedarían destruidas. Esas son las condiciones. Cambiar todo el bienestar y la armonía de cada vida de Omelas por esa sola y pequeña rehabilitación: acabar con la felicidad de millares a cambio de la posibilidad de hacer feliz a uno: pero eso sería, </span><span style="font-family: verdana;">por supuesto, reconocer la culpa, admitir el delito. Las condiciones son estrictas y terminantes; no debe dirigirse al niño una sola palabra amable. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">A veces los jóvenes regresan a sus casas llorando o con una furia sin lágrimas cuando han vista al niño y se han enfrentado a esa terrible paradoja. Tal vez meditan sobre ello, semanas y años, pero a medida que transcurre el tiempo comienzan a darse cuenta de que aunque soltaran al niño, de poco le serviría su libertad; sin duda, una ligera, vaga satisfacción por el cuidado humano y el alimento, </span><span style="font-family: verdana;">pero muy poco mas. Se halla demasiado degradado e imbécil para comprender la auténtica felicidad. Ha estado asustado demasiado tiempo para librarse del miedo. Sus costumbres son demasiado zafias e inciviles para que responda al trato humano.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">En efecto, después de tanto tiempo probablemente se sentiría infortunado sin los muros que lo protegen, sin la oscuridad para sus ojos, sin el propio excremento para sentarse. Sus lágrimas, ante la amarga injusticia, secan cuando empiezan a percibir la terrible justicia de la realidad y acaban aceptándola. Sin embargo, tal vez sus lágrimas y su rabia, el intento de su generosidad y la aceptación de su propia impotencia son la verdadera causa del esplendor de sus vidas. Su felicidad no es vacua e irresponsable. Saben que ellos, como el niño, no son libres. Conocen la compasión. La existencia del niño y el conocimiento de esa existencia hacen posible </span><span style="font-family: verdana;">la elegancia de su arquitectura, el patetismo de su música, la profundidad de su ciencia. A causa del niño son tan amables con los niños. Saben que si ese desdichado no lloriquease en la oscuridad, el otro, el flautista, no tocaría esa alegre música mientras los jóvenes jinetes se ponen en filas sobre sus beldades para la carrera que se celebra la primera mañana de estío.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">¿Que piensan ahora de ellos? ¿No son más dignos de crédito? Pero todavía tengo algo más que contarles, y esto es totalmente increíble. </span><span style="font-family: verdana;">A veces, un adolescente, chico o chica que va a ver al niño, no regresa a su casa para llorar o enfurecerse, no , en realidad no vuelve más a su hogar. Otras, un hombre o mujer de mas edad cae en un mutismo absoluto durante unos días. Bajan a la calle, caminan solos y cruzan sin vacilar las hermosas puertas de Omelas. Siguen andando por las tierras de labrantío. Cada uno va solo, chico o chica, hombre o mujer. Anochece; el caminante pasa por las calles de la ciudad, ante las casas de ventanas iluminadas, y penetra en la oscuridad de los campos. Siempre solos, se dirigen al Oeste o al Norte, hacia las montañas. Prosiguen. Abandonan Omelas, siempre adelante, y no vuelven. El lugar adonde van es aún menos imaginable para nosotros que la ciudad de la felicidad. No puedo describirlo, en absoluto. Es posible que no exista. Pero parece que saben muy bien adónde se dirigen los que se alejan de Omelas.</span></p><p> <span style="font-family: verdana;"><b> Fin.</b></span></p><p><br /></p><p><span style="font-family: Roboto Condensed;">Los que se alejan de Omelas. (Variaciones sobre un tema de Willian James).</span></p><p><span style="font-family: Roboto Condensed;">The Ones who walk away from Omelas. Ursula K. Le Guin.</span></p>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-76847625572493087992023-02-27T16:38:00.002+01:002023-05-29T18:46:11.980+02:00UN FINAL FELIZ<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-4eb71s5zJmQ/UeGPpb0iurI/AAAAAAADgtQ/2VctS0dUKEE/s1600/1698335-1024x674.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="210" src="http://3.bp.blogspot.com/-4eb71s5zJmQ/UeGPpb0iurI/AAAAAAADgtQ/2VctS0dUKEE/s320/1698335-1024x674.jpg" width="320" /></a></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Qué tiempos aquellos, cuando vivía con mi padre, y no veía la televisión. Las tardes, eran interminables en la Colonia Tepeyac, cerca de la Villa, exactamente a dos cuadras de la Calzada de la Villa. Tardes dedicadas a traducir a los poetas franceses de la Generación Eléctrica, sentado en la cama, junto a la ventana del patio de cemento. Las palomas que mi padre se comía los domingos, cantaban, es un decir, los jueves y los viernes, y ensanchaban la zanja. ¡Las palomas en el palomar de cemento! ¡Y sin el zumbido de la televisión! </span></p><div><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div><span style="font-family: verdana;">Un final feliz </span></div><div><span style="font-family: verdana;">En México </span></div><div><span style="font-family: verdana;">En casa de mi padre </span></div><div><span style="font-family: verdana;">O en casa de mi madre </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Un minuto de soledad </span></div><div><span style="font-family: verdana;">La frente apoyada </span></div><div><span style="font-family: verdana;">en el hielo de la ventana </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Y los tranvías </span></div><div><span style="font-family: verdana;">en los alrededores </span></div><div><span style="font-family: verdana;">de Bucareli </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Con muchachas fantasmales </span></div><div><span style="font-family: verdana;">que se despiden </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Al otro lado de la ventana </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Y el ruido de los automóviles </span></div><div><span style="font-family: verdana;">A las 3 a.m. </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Y los timbres </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Y los paisajes de azotea </span></div><div><span style="font-family: verdana;">En México
Con 21 años </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Y el alma aterida </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Helada </span></div><div><br /></div><div><br /></div><div>Un final feliz”, de Roberto Bolaño </div><div>en La Universidad Desconocida, 2007 </div><div>blog descontexo.blogspot.com</div>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-72604125278139988282022-04-08T09:14:00.004+02:002023-05-26T18:06:22.675+02:00LA ESTRELLA SOBRE EL BOSQUE<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_hwCeNUW2kCZtCv7XZ_xhqxjAyfBhc8djAE1myIR6yFJSuze45pHA2jUgRfZDTWjh5eI3xWV6slydD4hdWwfUk7zgOL24DHREWg3ZD-B_6_D6shC7M4mb5gn7MFfvRht9gwfZ56-kdWpdiG3owS40wBbKz7VMe7ZEvWLtv9fwxjVpjMdIK8OVwXxxoA/s1280/cuadro-sombra-mujer.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="960" data-original-width="1280" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_hwCeNUW2kCZtCv7XZ_xhqxjAyfBhc8djAE1myIR6yFJSuze45pHA2jUgRfZDTWjh5eI3xWV6slydD4hdWwfUk7zgOL24DHREWg3ZD-B_6_D6shC7M4mb5gn7MFfvRht9gwfZ56-kdWpdiG3owS40wBbKz7VMe7ZEvWLtv9fwxjVpjMdIK8OVwXxxoA/s16000/cuadro-sombra-mujer.jpg" /></a></div><br /> <p></p><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Un camarero llamado François cruza, por accidente, su mirada con la figura de una bella condesa polaca. Con el paso de los días, se sostiene en un feliz estado de lejanía, conforme con la admiración que en él suscita su presencia. Sin embargo, una mañana la condesa debe regresar a Varsovia. Asaltado por un enorme dolor, François deberá tomar una decisión. Stefan Zweig asalta al amor platónico en La estrella sobre el bosque.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Un día, cuando el diligente y apuesto camarero François se inclinó sobre el hombro de la bella condesa polaca Ostrovska, sucedió algo extraño. Sólo duró un segundo y no fue un estremecimiento o un sobresalto, un temblor o una emoción. Y, sin embargo, fue uno de esos segundos que abarcan miles de horas y de días llenos de júbilo y tormento, como el vigor vehemente de los grandes y fragorosos robles con todas sus ramas que se mecen y sus copas que se inclinan está contenido en un solo granito de semilla. En ese segundo no sucedió nada visible. François, el dúctil camarero del gran hotel de la Riviera se inclinó aún más, para presentar con mayor comodidad la fuente al cuchillo indeciso de la condesa. Pero su rostro descansó ese momento a pocos centímetros de las ondas dulcemente rizadas y perfumadas de su cabeza, y, cuando instintivamente alzó la mirada devota, sus ojos turbados vieron la suave y luminosa línea blanca con la que su cuello surgía de esa marea oscura y se perdía en el vestido rojo oscuro abullonado. Una llamarada color púrpura lo invadió. Y el cuchillo vibró suavemente en la fuente, presa de un imperceptible temblor. Aunque en ese segundo François intuyó las graves consecuencias de este repentino hechizo, dominó hábilmente su agitación y siguió sirviendo con el entusiasmo reservado y un poco galante de un garçon de buen gusto. Alargó la fuente con movimiento medido al acompañante habitual de la condesa, un aristócrata maduro dotado de una imperturbable elegancia, que relataba cosas indiferentes con entonación refinadamente acentuada y en un francés cristalino. Luego se apartó de la mesa sin alterar su mirada y su gesto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Estos minutos fueron el comienzo de un estado de ensueño muy extraño y ferviente, de un sentimiento tan impetuoso y exaltado que apenas le corresponde el término grave y noble de amor. Era ese amor, de fidelidad canina y desprovisto de deseos, que los seres humanos generalmente no experimentan en la flor de su vida, que sólo sienten las personas muy jóvenes o muy ancianas. Un amor sin reflexión, que sólo sueña y no piensa. Olvidó por completo ese injusto y, sin embargo, inalterable desprecio que incluso personas inteligentes y circunspectas manifiestan hacia seres humanos que visten el frac de camarero; no especuló sobre posibilidades y casualidades, sino que aumentó en su sangre esa extraña inclinación hasta que su profundidad escapó a toda burla y crítica. Su ternura no era la de las miradas secretamente alusivas y al acecho, la temeridad de los gestos atrevidos que de repente se desata, la pasión sin sentido de labios sedientos y manos temblorosas; era una aplicación silenciosa, un prevalecer de aquellos pequeños servicios que son tanto más excelsos y sagrados en su modestia cuanto que permanecen a sabiendas ocultos. Después de la cena alisaba las arrugas del mantel delante de la silla de la condesa con dedos tan tiernos y dulces como quien acaricia las manos queridas y plácidas de una mujer; colocaba las cosas en su proximidad con simetría devota, como si las dispusiera para una fiesta. Con el mayor cuidado llevaba las copas que habían tocado sus labios a su estrecha y poco aireada buhardilla y de noche las dejaba relucir a la luz perlada de la luna como si fueran joyas preciosas. Constantemente era, desde cualquier rincón, el secreto observador de sus movimientos y actividades. Bebía sus palabras como quien paladea lascivamente un vino dulce y de perfume embriagador, y recogía las palabras y las órdenes ávido como los niños la rápida pelota en el juego. Así su alma embelesada introdujo en su pobre e indiferente vida un brillo cambiante y opulento. Nunca se le ocurrió la sabia necesidad de trasponer todo el episodio a las palabras frías y destructivas de la realidad de que el miserable camarero François amaba a una condesa exótica y eternamente inalcanzable. Porque él no la sentía como realidad, sino como algo excelso, muy lejano, que bastaba con su reflejo de la vida. Amaba el imperioso orgullo de sus órdenes, el ángulo dominante de sus cejas negras que casi se tocaban, el pliegue indómito alrededor de la boca fina, la gracia segura de sus gestos. La sumisión le parecía a François algo natural y sentía como dicha la proximidad humillante del servicio modesto, porque gracias a ella podía entrar tan a menudo en el círculo seductor que rodeaba a su amada.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Así despertó de repente en la vida de un hombre sencillo un sueño, como una flor de jardín noble y cuidadosamente criada, que florece en una carretera donde el polvo de los caminantes ahoga todos los brotes. Era el vértigo de un ser sencillo, un sueño embriagador y narcótico en medio de una vida fría y monótona. Y los sueños de seres como él son como barcas sin timón, que van a la deriva presas de una voluptuosidad fluctuante sobre aguas silenciosas y espejeantes, hasta que de pronto su quilla choca con una sacudida seca en una orilla desconocida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La realidad, sin embargo, es más fuerte y sólida que todos los sueños. Una noche el corpulento portero procedente del Waadtland le dijo a François al pasar: «La Ostrovska se marcha mañana en el tren de las ocho». Y luego añadió otros nombres sin importancia que él apenas escuchó. Porque esas palabras se habían transformado en su cerebro en un confuso remolino tumultuoso. Varias veces se pasó los dedos mecánicamente por la frente afligida, como si quisiera apartar un sedimento pesado, que allí reposaba y obnubilaba la razón. Dio unos pasos titubeantes. Inseguro y atemorizado cruzó delante de un alto espejo de marco dorado, del que le salió al encuentro un rostro mortalmente pálido y extraño. Los pensamientos no acudían a su mente, estaban por así decir aprisionados tras un muro oscuro y nebuloso. Casi inconsciente, descendió, agarrándose a la balaustrada, la amplia escalera hacia el jardín sumido en sombras, en el que los altos pinos se erguían solitarios como pensamientos sombríos. Su silueta intranquila dio unos inciertos pasos más, como el vuelo bajo y tambaleante de un ave nocturna enorme y oscura, y por fin se dejó caer en un banco, apoyando la cabeza en su frío respaldo. El silencio era absoluto. A su espalda, entre los arbustos redondeados, relucía el mar. Luces suaves y trémulas chispeaban sobre su superficie, y en el silencio se perdía la monótona cantinela murmurante de lejanos rompientes.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Y de pronto todo estaba claro, muy claro. Tan dolorosamente claro que François casi sonrió. Todo había acabado, sencillamente. La condesa Ostrovska se marcha a casa y el camarero François queda atrás en su puesto. ¿Acaso era tan raro? ¿No se marchaban al cabo de dos, tres o cuatro semanas todos los extranjeros que venían? Qué tontería no haberlo pensado antes. Porque todo estaba tan claro como para reír o llorar. Y sus pensamientos bullían y bullían. Mañana por la noche, en el tren de las ocho en dirección a Varsovia. A Varsovia…, horas y horas a través de bosques y valles, a través de colinas y montañas, a través de estepas y ríos y dinámicas ciudades. ¡Varsovia! ¡Qué lejos quedaba! No podía siquiera imaginar, aunque sí sentir en lo más profundo, esa palabra orgullosa y amenazadora, dura y lejana: Varsovia. Y él…</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Durante un segundo aleteó una pequeña y fantástica esperanza. Podía seguirla. Y buscar empleo allí como criado, escribiente, cochero, esclavo; estar allí en la calle como mendigo, todo menos estar tan horriblemente lejos; al menos respirar el aliento de la misma ciudad, verla quizá pasar, ver su sombra, al menos, su vestido y su cabello negro. Ya surgían precipitadas visiones. Pero el momento era duro e implacable. François vio lo inalcanzable desnudo y claro. Calculó: cien o doscientos francos ahorrados, en el mejor de los casos. No bastaban ni para la mitad del camino. Y entonces ¿qué? Como a través de un velo desgarrado vio de pronto su vida, presintió lo pobre, miserable y fea que indefectiblemente sería de ahora en adelante. Años vacíos ejerciendo su profesión de camarero, torturado por un insensato deseo, esa ridiculez iba a ser su futuro. Lo recorrió un escalofrío. Y de pronto todas las cadenas de pensamientos confluyeron arrebatadas e imparables. Había únicamente una posibilidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Las copas de los árboles se mecían en una brisa apenas perceptible. La noche oscura y negra se alzaba amenazadora ante él. Entonces se alzó, seguro y sereno, del banco y se dirigió por la grava crujiente hacia el gran edificio que dormía en blanco silencio. Debajo de una de sus ventanas hizo un alto. Estaba ciega y sin un signo brillante de luz en el que se hubiera podido encender el deseo soñador. Ahora su sangre circulaba con latidos tranquilos, y se alejó como alguien al que ya nada confunde y engaña. En su cuarto se echó sin agitación alguna sobre la cama y durmió con un sueño denso y sin imágenes hasta la señal matutina del despertar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Al día siguiente, su comportamiento se ciñó por completo a los límites de la deliberación meticulosamente definida y de la calma forzada. Con fría indiferencia cumplió con sus obligaciones, y sus gestos tenían una seguridad tan absoluta y tan despreocupada, que nadie hubiera imaginado detrás de la máscara falaz la amarga decisión. Poco antes de la hora de la cena, acudió con sus pequeños ahorros a la floristería más selecta y compró flores exquisitas que en su espléndido colorido le sugerían palabras: tulipanes del color del oro fogoso, que eran como la pasión; crisantemos blancos de amplia corola, como sueños luminosos y exóticos; finas orquídeas, las imágenes estilizadas del deseo, y unas soberbias rosas embriagadoras. Y luego compró un valioso jarrón de cristal con destellos opalescentes. Los pocos francos que aún le quedaban se los regaló al pasar, con un gesto rápido y distraído, a un niño que pedía limosna. Luego volvió al hotel. Con solemnidad melancólica colocó el jarrón con las flores delante del cubierto de la condesa, que dispuso por última vez con voluptuoso y minucioso esmero.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Llegó el momento de la cena. François sirvió la mesa como siempre: reservado, silencioso y competente, sin alzar los ojos. Sólo al final envolvió la silueta cimbreante y orgullosa de la condesa con una mirada infinita, que ella no percibió. Nunca le había parecido tan bella como en esta mirada última y libre de todo deseo. Luego se apartó con serenidad de la mesa, sin gesto alguno de despedida, y abandonó la sala. Como un huésped ante el que se inclinan los criados, atravesó los pasillos y descendió la elegante escalera de recepción hasta la calle: era evidente que en ese momento dejaba atrás su pasado. Delante del hotel se detuvo un segundo, indeciso; entonces empezó a caminar, bordeando iluminadas villas y amplios jardines, siempre adelante como un paseante ensimismado, sin saber adónde se dirigía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Así vagó inciertamente hasta el anochecer en un estado de enajenación ensoñada. Ya no pensaba más en las cosas. Ni en las pasadas ni en las inevitables. Ya no le daba vueltas a la idea de la muerte, como sin duda en los últimos momentos el suicida circunspecto sopesa en la mano el brillante y amenazador revólver de profundo ojo y lo vuelve a dejar en la mesa. Hacía tiempo que se había sentenciado a sí mismo. Por su mente sólo pasaban imágenes en raudo vuelo, como golondrinas de viaje. Primero, los días de la juventud hasta aquella fatal hora de clase cuando una estúpida aventura lo propulsó violentamente desde la perspectiva de un futuro prometedor a la confusión del mundo. Luego los viajes incesantes, las dificultades por el sueldo, los proyectos, una y otra vez fracasados, hasta que la gran oleada negra, que llamamos el destino, quebró su orgullo y lo dejó abandonado en un puesto indigno. Muchos recuerdos multicolores pasaron revoloteando por su mente. Por fin relució el suave reflejo de los últimos días en sus sueños despiertos; y de nuevo abrieron violentamente la oscura puerta de la realidad que debía traspasar. Recordó que deseaba morir en ese mismo día.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Durante un rato recapacitó sobre los muchos caminos que conducen a la muerte, y comparó su respectiva amargura y su definitiva prontitud. Hasta que lo traspasó un pensamiento. En su sombría cavilación se le ocurrió un funesto símbolo: así como la condesa había arrasado inconsciente y destructivamente su vida, así debía arrollar también su cuerpo. Ella misma lo llevaría a cabo. Ella misma consumaría su obra. Y ahora sus pensamientos se aceleraron con increíble seguridad. En algo menos de una hora, a las ocho, salía el expreso que la llevaba a su encuentro. Se arrojaría debajo de sus ruedas, se dejaría destrozar por la misma fuerza arrebatadora que le arrancaba a la mujer de sus sueños. Se desangraría debajo de sus pies. Los pensamientos galopaban y se perseguían jubilosos. François ya conocía el lugar. Más arriba, al borde del bosque, donde las copas frondosas de los árboles oscurecían la última vista sobre la cercana bahía. Miró el reloj: los segundos y los latidos de su sangre casi marcaban el mismo ritmo. Era hora de ponerse en camino. Y ahora, de repente, sus pasos cansinos se volvieron elásticos y decididos, con ese ritmo duro y precipitado que el sueño mata en su avance. Agitado se precipitó en el esplendoroso crepúsculo del anochecer meridional hacia el lugar en el que, entre lejanas colinas cubiertas de bosque, el cielo aparecía incrustado como una línea color púrpura. Y corrió hasta llegar a las vías del tren, que relucían como dos líneas plateadas y le mostraban el camino. Lo condujeron por una ruta sinuosa hacia la altura, a través de perfumados y profundos valles, cuyos velos de niebla atenuaban plateados la luz cansina de la luna; lo condujeron ascendiendo a las colinas, desde las que se veía lo lejos que el mar vasto y nocturno refulgía con sus brillantes luces costeras. Y le mostraron por fin el profundo bosque mecido por el inquieto viento, que sumergió las vías en las sombras que se cernían.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Ya era tarde cuando François llegó con respiración entrecortada a la ladera oscura del bosque. Los árboles lo rodeaban lúgubres y negros. Sólo arriba, entre las copas transparentes, asomaba la luz temblorosa y pálida de la luna entre las ramas, que se quejaban cuando la ligera brisa de la noche las tomaba en sus brazos. De vez en cuando resonaban extrañas llamadas de lejanos pájaros nocturnos en el apretado silencio. Los pensamientos se le paralizaron por completo en esa aprensiva soledad. François sólo esperaba, esperaba y miraba fijamente si allá abajo, en la curva de la primera serpentina ascendente, asomaba la luz roja del tren. De vez en cuando consultaba nervioso el reloj y contaba los segundos. Luego volvía a prestar atención al lejano grito del tren. Pero era imaginación suya. El silencio era total. El tiempo parecía haberse congelado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Por fin brilló allá abajo la luz. En ese segundo François sintió una sacudida en el corazón, aunque no hubiera podido decir si de temor o de alegría. Con un movimiento impetuoso se tiró sobre las vías. Al principio sólo sintió un instante el agradable frío de los raíles de hierro en su sien. Luego aguzó el oído. El tren aún estaba lejos. Podía tardar algunos minutos. Ahora no se oía nada excepto el susurro de los árboles en el viento. Los pensamientos saltaban confusos. Y, de pronto, uno que permaneció clavado como una dolorosa flecha en su corazón: que él moría por ella y que ella nunca lo sabría. Que ni la más pequeña ola de su vida encrespada había tocado la de ella. Que ella nunca sabría que una vida ajena había venerado la suya y se había destrozado contra ella.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Apenas perceptible y muy lejano se oía jadear por el aire casi quieto el golpeteo rítmico de la máquina que remontaba la pendiente. Pero el pensamiento seguía quemando con igual fuerza y atormentaba los últimos minutos del moribundo. El tren se aproximaba más y más con su estrépito metálico. Y entonces François abrió una vez más los ojos. Sobre él se extendía un cielo mudo de un azul casi negro y las copas intranquilas de unos árboles. Y sobre el bosque resplandecía una estrella blanca. Una estrella solitaria sobre el bosque… Los raíles empezaron a vibrar suavemente y a zumbar bajo su cabeza. Pero el pensamiento ardía como fuego en su corazón y en la mirada que abarcaba toda la intensidad y la desesperación de su amor. Todo el deseo y esta última dolorosa pregunta se volcaron en la estrella blanca y reluciente, que miraba benignamente sobre él. El tren se aproximaba más y más. Y el moribundo envolvió una vez más con una última e inefable mirada la estrella sobre el bosque. Luego cerró los ojos. Los raíles temblaron y vibraron, la marcha estrepitosa del presuroso tren se acercaba más y más y el bosque resonaba como grandes y martilleantes campanas. La tierra pareció tambalearse. Aún un aturdidor chirrido, un estruendo arremolinado, luego un estridente pitido, el grito de animal asustado del silbato del tren y la queja disonante de un freno inútil.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La bella condesa Ostrovska ocupaba en el tren un compartimiento reservado. Desde el inicio del viaje leía una novela francesa, mecida suavemente por el balanceo del vagón. El aire del estrecho habitáculo era sofocante y estaba cargado del denso perfume de muchas flores a punto de marchitarse. En las magníficas cestas de despedida los racimos de lilas blancas ya dejaban caer la cabeza, cansinas como frutas excesivamente maduras, las flores colgaban flácidas de sus tallos, y los cálices pesados y dilatados de las rosas parecían consumirse en la nube caliente de los aromas embriagadores. Un atosigante bochorno calentaba las pesadas oleadas de perfume, suspendidas perezosas incluso en la presteza acelerada del tren.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">De pronto, la condesa dejó caer el libro con dedos fatigados. Ni ella misma sabía por qué. Una sensación misteriosa la invadió. Sintió una presión sorda y dolorosa. Un dolor repentino, inexplicable y angustioso se apoderó de su corazón. Creyó que iba a asfixiarse en el vaho turbador y cálido de las flores. Y ese aterrador dolor no cedía, sentía cada vibración de las ruedas veloces, la ciega marcha hacia delante la martirizaba indeciblemente. La asaltó un deseo fulminante de parar el impulso acelerado del tren, de detenerlo ante el oscuro dolor hacia el que se precipitaba. Nunca en su vida había sentido su corazón atenazado por algo tan horrible, invisible y cruel como en esos segundos de dolor inconcebible y miedo inexplicable. Y esa sensación se hizo más y más acuciante, y más apretada la presión alrededor de su garganta. Como una plegaria surgió en ella el deseo de que el tren parara.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Ahí, de repente, un estridente silbato, el grito salvaje de aviso del tren y el quejido de los frenos con su lamentable chirrido. Y el ritmo ralentizado de las ruedas aladas, más y más lento, luego un tartamudeo mecánico y un golpe brusco.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Con dificultad se acercó a la ventanilla para aspirar a bocanadas el aire fresco. El cristal descendió ruidosamente. Afuera siluetas negras, corriendo… Palabras al vuelo de múltiples voces: un suicida… Bajo las ruedas… Muerto… En pleno campo…</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La condesa se estremece. Instintivamente su mirada se alza hacia el cielo alto y silencioso y hacia los árboles negros mecidos por el viento. Y sobre ellos una estrella solitaria sobre el bosque. La condesa siente su mirada como una lágrima refulgente. La contempla y de pronto siente una tristeza como nunca la ha sentido. Una tristeza llena de fuego y deseo, como nunca existió en su vida…</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El tren reanuda lentamente su marcha. La condesa se reclina en la esquina de su butaca y lágrimas silenciosas se deslizan por sus mejillas. La angustia sorda ha desaparecido, ya sólo siente un profundo y extraño dolor, cuyo origen busca explicarse en vano. Un dolor como el que tienen los niños asustados, cuando despiertan en la noche oscura e impenetrable y sienten que están por completo solos… - La estrella sobre el bosque, un cuento de Stefan Zweig.</span></div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-85234141112684738492022-03-17T12:21:00.006+01:002023-05-29T18:51:21.240+02:00LA ISLA DEL HADA<a href="https://2.bp.blogspot.com/-z8zWW8fe2TQ/WCyMLavZEFI/AAAAAAAFAfs/cGjacdxMBGAKfsGuADZxt0MQgQvB3ScogCLcB/s1600/Solentiname_pintores-12.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="406" src="https://2.bp.blogspot.com/-z8zWW8fe2TQ/WCyMLavZEFI/AAAAAAAFAfs/cGjacdxMBGAKfsGuADZxt0MQgQvB3ScogCLcB/s640/Solentiname_pintores-12.jpg" width="640" /></a>
<br /><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Marmontel, en esos "Contes Moraux,(cuentos de costumbres) que nuestros traductores se obstinan en llamar "Moral Tales",(cuentos morales), como si nos burlásemos de su verdadero espíritu, dice: "La musique est le seul des talents qui jouissent de lui meme; tous les autres, veulent des témoins". ("La música es la única habilidad que se disfruta por sí misma; las demás necesitan testigos").</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Marmontel confunde aquí el placer que se deriva de oír sonidos agradables con la capacidad de crearlos. La música, como ningún otro talento, no es capaz de producir un goce completo si no existe otra persona para apreciar su ejecución. Este arte solo tiene de común con las demás artes la propiedad de producir "efectos", que pueden ser gozados plenamente en la soledad. La idea que el "raconteur" no ha podido concebir claramente o que ha sacrificado su expresión a la afición nacional del rasgo de ingenio, es, sin duda, la muy sostenible de que el orden más alto de la música es el que de modo más absoluto se siente cuando estamos completamente solos. La proposición, formulada de esta forma, será inmediatamente admitida por aquellos que aman la lira por sí misma y por sus valores espirituales. Pero existe todavía un placer al alcance de la humanidad doliente (y quizá sea este el único) que debe aún más que la música al disfrute paralelo de la sensación de soledad. Quiero decir la felicidad que proporciona la contemplación de un paisaje natural. En verdad, el hombre que desea contemplar cara a cara la gloria de Dios sobre la Tierra debe contemplar en soledad esta gloria. A mí, al menos, la presencia no de la vida humana únicamente, sino de la vida en cualquier otra forma que no sea la de los elementos vegetales que crecen sobre el suelo y no tienen voz, es un borrón para el paisaje y está en contraposición con el genio del mismo. Me gusta, en efecto, contemplar los oscuros valles y las rocas grises, y las aguas que silenciosamente sonríen, y los bosques que suspiran en intranquilos ensueños, y las orgullosas y vigilantes montañas que nos miran desde lo alto. Me gusta contemplar estas cosas por sí mismas, pero no aisladamente, sino como colosales miembros de un vasto conjunto animado y consciente, como un todo, cuya forma (la de la esfera) es la más perfecta y comprensiva de todas las estructuras; cuya ruta transcurre entre otros planetas; cuya dócil servidora es la Luna; cuyo soberano inmediato es el Sol; cuya vida es la eternidad; cuyo pensamiento es Dios; cuyo placer es el conocimiento; cuyos destinos se pierden en la inmensidad, y cuyo conocimiento de nosotros mismos es semejante al que nosotros tenemos de los animálculos que infectan el cerebro...; un conjunto que, en consecuencia, consideramos tan animado y material como estos animálculos deben consideramos a nosotros.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Nuestros telescopios e investigaciones matemáticas aseguran en todos sentidos, y a pesar del confusionismo de la más ignorante clerecía, que el espacio, y, por consiguiente, el volumen, constituye una importante consideración a los ojos del Todopoderoso. Las órbitas por las que se mueven los astros son las más adaptadas para la evolución sin choque del mayor número posible de cuerpos. Las formas de estos cuerpos están exactamente dispuestas de manera que una superficie determinada pueda contener la mayor cantidad de materia, y están dispuestas para acomodar una población más densa de la que hubiesen podido acomodar si hubiesen estado dispuestas de otro modo. No existe argumento contra la idea, aunque el espacio sea infinito, de que el volumen tiene valor a los ojos de Dios, porque puede haber una infinita materia para llenarlo. Y puesto que vemos claramente que el dotar a la materia de vitalidad es un principio y, por lo que podemos juzgar, el principal de todos en las operaciones de la Divinidad, carecería de toda lógica el imaginar a Dios confinado en las regiones de lo minúsculo, donde diariamente se nos revela, y no extenderse a las regiones de lo augusto. Cuando describimos círculos dentro de círculos sin fin, evolucionando todos alrededor de uno, único y distante, que es la cabeza de Dios, ¿no podemos suponer analógicamente que, del mismo modo, hay una vida dentro de otra, la menor dentro de la mayor, y todo dentro del Espíritu Divino? En resumen: que erramos fatalmente por un efecto de autoestimación, cuando creemos que el hombre, en sus destinos temporales o futuros, es más importante que el Universo, que aquel enorme "légamo del valle" que cultiva y desprecia y al que niega la existencia de un alma por la sola razón, y sin que tenga otra más profunda, que la de no verla en acción.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Estas fantasías, y otras del mismo estilo, siempre han dado a mis meditaciones entre las montañas y las selvas, por los ríos y el océano, un tinte de lo que la gente corriente no dejaría de considerar fantástico. Mis vagabundeos por tales escenarios naturales han sido muchos, de largo alcance y de ordinario solitarios. Y el interés con que he errado por un valle profundo, o contemplado el cielo reflejado en numerosos y brillantes lagos, ha sido un interés grandemente aumentado por el pensamiento de que yo estaba perdido y lo observaba solo. ¿Qué charlatán francés fue el que dijo, refiriéndose al conocido trabajo de Zimmerman, que "La solitude est une belle chose; mais it faut quelqu'un pour vous dore que la solitude es une belle chase"? ("La soledad es muy bonita; pero es preciso que haya alguien que pueda decíroslo"). El epigrama no se puede contradecir; pero tal necesidad es una cosa que no existe.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Durante uno de mis paseos solitarios, en medio de una región muy distante, encerrada entre montañas, con tristes ríos y lagos melancólicos que serpenteaban o dormían, me hallé por casualidad ante un río en el que había una isla. Corría el frondoso mes de junio, y me tumbé sobre el césped, debajo de las ramas de un oloroso y desconocido arbusto, quedándome adormecido mientras contemplaba el paisaje. Sentí que aquella era la única forma en que podía hacerlo; tal era el carácter fantasmagórico que ofrecía.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Por todos lados —salvo en el oeste, donde el sol estaba casi a punto de ocultarse— se elevaban las murallas verdes del bosque. El pequeño río, que describía una curva muy cerrada en su curso y de este modo se ocultaba inmediatamente a mi vista hacia el este, parecía que no podía salir de su prisión sino para ser absorbido por el follaje de los árboles, mientras que por el lado opuesto (así me pareció mientras yacía en el suelo, con la mirada hacia arriba) caía en el valle silenciosamente y de forma continua una rica cascada dorada y purpúrea, lanzada por las fuentes del cielo, allí por donde se pone el sol.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">A mitad del camino, dentro de la pequeña perspectiva que alcanzaba mi mirada, reposaba en el seno de la corriente una pequeña isla circular, profundamente llena de verdor. "Tan fundidas las riberas y las sombras que todo parecía suspendido en el aire".</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El agua cristalina era tan semejante a un espejo que era casi imposible decir en qué punto de la orilla esmeralda comenzaba su transparente dominio. Mi posición me permitía abarcar de una sola mirada las extremidades este y oeste de la isla, y observé en sus aspectos una diferencia singularmente marcada. La parte oeste era un radiante harén de floridas bellezas. Brillaba y enrojecía bajo la mirada del sol y reía desmayadamente a través de sus flores. La hierba era corta, flexible y aromática, salpicada de asfódelos. Los árboles eran jóvenes, risueños, erguidos, esbeltos y graciosos, orientales por el follaje y forma, con corteza lisa, lustrosa y parcialmente coloreada. Por todas partes parecía flotar un sentimiento de felicidad y vida; y aunque no soplaba viento alguno, todo se movía, agitado por el suave balanceo de incontables mariposas, a las que podía confundirse con tulipanes alados.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El otro extremo de la isla, el oriental, estaba sumido en una sombría negrura. Una neblina de melancolía, todavía hermosa y reposada, envolvía todas las cosas. Los árboles eran de un color oscuro, de lúgubre forma y aspecto, retorciéndose en figuras tristes, solemnes y espectrales, que traían a la mente ideas de pesar mortal y muerte prematura. La hierba tenía el tinte profundo de los cipreses y las puntas de sus briznas colgaban lánguidamente, y entre ellos se elevaban, aquí y allá, muchos toscos montículos, bajos y estrechos, no demasiado largos, que tenían el aspecto de tumbas, aunque, desde luego, no lo eran, si bien trepaban por todas las partes de su superficie las matas de ruda y de romero. La sombra de los árboles caía pesadamente sobre el agua y parecía quedar allí enterrada, impregnando de oscuridad las profundidades del líquido elemento.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Imaginé que cuando el sol bajara más y más, cada sombra se separaría con gesto huraño del tronco que le daba vida, y así de este modo sería absorbida por la corriente, en tanto que otras sombras nacerían a cada momento de los árboles, ocupando el lugar de sus difuntas predecesoras. </span><span style="font-family: verdana;">Una vez que esta idea tomó cuerpo en mi imaginación, excitó a esta en grado sumo y me quedé extraviado en otros ensueños. "Si alguna vez hubo una isla encantada —me dije a mí mismo—, esta es una de ellas". Este es el lugar de unas cuantas hadas gentiles que sobreviven a la destrucción de su raza. ¿Serán suyas estas tumbas verdes? ¿O, por el contrario, entregan ellas sus dulces existencias del mismo modo que la humanidad deja las suyas? ¿Será acaso su muerte una consunción melancólica? ¿Entregarán a Dios poco a poco su existencia, como los árboles entregan sus sombras una tras otra, agotando su sustancia lentamente, hasta la disolución? Lo que el árbol decadente es para el agua que embebe su sombra, ennegreciéndose cada vez más a medida que devora su presa. ¿No será lo que la vida de las hadas pueda ser a la muerte que las consume?".</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Cuando así meditaba, con los ojos medio cerrados, mientras el sol se hundía rápidamente hacia su ocaso y la mortecina corriente iba deslizándose alrededor de la isla, arrastrando en su seno grandes, resplandecientes y blancas tiras que se habían desprendido de los sicómoros —tiras que una ardiente imaginación podría convertir, gracias a las múltiples posiciones que adoptaban sobre el agua, en lo que le agradara—; mientras de este modo soñaba, me pareció que la figura de una de esas hadas con quienes yo había soñado salía lentamente del extremo oeste de la isla, internándose en las tinieblas. Iba erguida en una singular y frágil canoa y la movía con un simple remo fantasmal. Mientras estuvo sometida a la influencia de los rayos del sol, su actitud parecía indicar alegría, pero se alteró por la angustia cuando pasó a la zona de las sombras. Lentamente fue deslizándose y al final rodeó la isla y volvió a penetrar en la zona de luz. "La vuelta que acaba de dar el hada —continué musitando en mi interior —es la vuelta de un breve año de su vida. Ha flotado a través del invierno y a través del verano. Ella está un año más cerca de la muerte, pues yo he podido ver cómo, cuando se acercaba a la zona tenebrosa, su sombra se desprendía de ella y era absorbida por el agua oscura, haciendo esta todavía más negra".</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">De nuevo apareció el bote con el hada; pero en la actitud de esta había más de cuidado y de incertidumbre y menos de extática alegría. De nuevo flotó desde la luz a la oscuridad (que se acendraba por momentos) y de nuevo su sombra, desprendiéndose de ella, caía en las aguas de ébano y era absorbida por ellas. Una vez y otra describió el circuito alrededor de la isla (mientras el sol se precipitaba en su caída); y cada vez que salía a la luz se observaba mayor pesar en su persona; tornábase más débil, más abatida y más desdibujada; y cada vez que se internaba en la oscuridad se le desprendía una sombra de progresiva negrura. Finalmente, cuando el sol había desaparecido por completo, el hada, puro fantasma de sí misma, penetró desconsoladamente con su barca en la región del río de ébano. No puedo decir si volvió a salir de allí, pues la oscuridad cubrió todas las cosas y ya no volví a contemplar su mágica figura.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><b>“La isla del hada”, de Edgar Allan Poe - blog:descontexto.blogspot.com</b></span></p><p><br /></p>
Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-89779778661937484222022-02-26T15:06:00.000+01:002023-05-29T18:49:36.259+02:00ANTE LA PUESTA DE SOL<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: verdana;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-NWBuCLSOP_0/YCU501hse9I/AAAAAAAGb7M/xn_MqTOhFjooykkKwmbX4gCxJzBrVlZMwCLcBGAsYHQ/s276/images%2B%252810%2529.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="182" data-original-width="276" src="https://1.bp.blogspot.com/-NWBuCLSOP_0/YCU501hse9I/AAAAAAAGb7M/xn_MqTOhFjooykkKwmbX4gCxJzBrVlZMwCLcBGAsYHQ/s16000/images%2B%252810%2529.jpg" /></a></span></div><span style="font-family: verdana;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Ayer por la tarde, un hombre de ciudad hablaba ante la puerta de la posada. También hablaba conmigo. Hablaba de la justicia y de la lucha por la justicia, y de los obreros que sufren, y del trabajo constante, y de los que pasan hambre, y de los ricos, que tienen anchas las espaldas por eso.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Y al mirarme vio lágrimas en mis ojos y sonrió complacido, creyendo que sentía el odio que él sentía y la compasión que él decía que sentía.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Pero yo apenas lo escuchaba. ¿A mí qué me importan los hombres y lo que sufren, o suponen que sufren? Que sean como yo, y no sufrirán. Todo el mal del mundo viene de que a unos les importen los otros, sea para hacer el bien, sea para hacer el mal. Nuestra alma y el cielo y la tierra nos bastan. Querer más es perderlos y ser desgraciados.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Lo que estaba pensando mientras el amigo de los hombres hablaba (y eso me había conmovido hasta las lágrimas) era en cómo el murmullo lejano de los cencerros, aquel atardecer, no parecía las campanas de una ermita donde fueran a misa las flores y los regatos y las almas sencillas como la mía.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Alabado sea Dios, que no soy bueno y tengo el egoísmo natural de las flores y de los ríos que siguen su camino preocupados sin saberlo tan solo por florecer e ir discurriendo. Es esta la única misión que hay en el mundo, esta: existir claramente y saber hacerlo sin pensar en ello.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El hombre había callado, y miraba la puesta del sol. Pero ¿qué tiene que ver con la puesta del sol quien odia y ama?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Ante la puesta de sol, un cuento de Fernando Pessoa.</span></p>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-78386326745902110112022-02-26T08:41:00.000+01:002023-05-27T15:23:00.172+02:00LA SONRISA DEL CYBORG<div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-XcJLoOp1oaA/YVAV9K85h_I/AAAAAAAGk50/tD_1nvBleO0YMUTSFqTBpGjEbEolWZZUwCLcBGAsYHQ/s1254/cyborg_1.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="836" data-original-width="1254" src="https://1.bp.blogspot.com/-XcJLoOp1oaA/YVAV9K85h_I/AAAAAAAGk50/tD_1nvBleO0YMUTSFqTBpGjEbEolWZZUwCLcBGAsYHQ/s16000/cyborg_1.jpg" /></a></div><br /><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Johnson estaba rememorando, del modo en que lo hacen los viejos, y me habían advertido de que hablaría acerca de los cyborg, -esas personas que cruzaron velozmente la escena de los negocios a comienzos de este siglo XXI nuestro. Aun así, había tomado una buena comida a su cargo y estaba listo para escuchar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Y, como sucedió, fue la primera palabra que salió de su boca.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Los cyborg -dijo- no estaban regulados en aquellos días. Hoy en día, su empleo está tan controlado que nadie puede obtener ningún beneficio de ellos, pero hace un tiempo… Uno de ellos hizo a esta compañía el negocio de diez mil millones de dólares que ahora es. Yo lo elegí, ¿sabe?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Me dijeron que no duraron mucho -dije.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-No en esos días. Se extinguieron. Cuando uno agrega microchips en puntos clave del sistema nervioso, luego, en diez años a lo sumo, el cableado se funde, por así decirlo. Luego se retiraron… -una pequeña laguna- conformes, ¿sabe?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Me extraña que alguien se sometiera a eso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Bueno, los idealistas estaban horrorizados, por supuesto, y es por eso que llegó la regulación, pero no fue tan malo para los cyborg. Solo ciertas personas podían hacer uso de los microchips cerca del ochenta por ciento de ellos eran varones, por alguna razón- y, para el tiempo en que estuvieron activos, vivieron vidas de magnates navieros. Después de eso, siempre recibieron el mejor de los cuidados… no diferente del que recibían los atletas de primera línea, después de todo; diez años de vida joven activa, y luego el retiro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Johnson sorbió de su trago.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Un cyborg no-regulado podía influenciar las emociones de otras personas, ¿sabe?, si estaban bien instalados los chips y tenían talento. Podían emitir juicios sobre la base de lo que percibían en otras mentes y podían reforzar algunos de los juicios que estaban haciendo los competidores, o despertarlos para bien de la compañía local. No era injusto. Las otras compañías tenían a sus propios cyborg haciendo lo mismo -suspiró-. Ahora, ese tipo de cosas es ilegal. Es una pena.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Escuché que esa ilegal colocación de chips sigue haciéndose -le dije, confidente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Johnson gruñó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sin comentarios -dijo, y lo dejé pasar-. Pero incluso hace treinta años -continuó-, las cosas estaban todavía a la vista de todos. Nuestra compañía era solo un punto insignificante en la economía global, pero habíamos localizados dos cyborg que deseaban trabajar para nosotros.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Dos? Nunca antes escuché eso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Johnson me miró ladinamente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sí, nosotros lo arreglamos. No es ampliamente conocido en el mundo exterior, pero devino en un reclutamiento inteligente y eso era ligeramente -sólo una pizca- ilegal., incluso entonces. Por supuesto, no pudimos contratarlos a los dos. Conseguir que dos cyborg trabajen juntos es imposible. Son como los grandes maestros de ajedrez, supongo. Póngalos en la misma habitación y automáticamente se desafiarán mutuamente. Competirían continuamente, cada uno intentando influir y confutar al otro. No se detendrían -realmente no podrían- y se fundirían el uno al otro en seis meses. Varias compañías lo averiguaron, a gran costo, cuando los cyborg entraron en operación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Puedo imaginarlo -murmuré.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-De modo que ya que no podíamos tener a los dos, y solo a uno, queríamos al más poderoso, obviamente, y eso solo podía ser determinado oponiendo el uno al otro, sin permitir que se arruinaran. Me dieron a mí ese trabajo, y estaba bastante claro que si escogía a uno que, al final, resultara inadecuado, también sería mi final.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Cómo lo hizo, señor?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Sabía que había tenido éxito, por supuesto. Una persona no puede convertirse en el presidente del consejo de una firma de nivel mundial por nada.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Tuve que improvisar -dijo Johnson-. Primero, investigué a cada uno por separado. Los dos eran conocidos por sus códigos, para decir la verdad. Es esos días, sus verdaderas identidades tenían que estar ocultas. Un cyborg que se supiera que era un cyborg era medio inútil. Ellos eran C-12 y F-71 en nuestros registros. Ambos estaban al final de los veinte. C-12 no tenía compromisos; F-17 estaba comprometido para casarse.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Casarse? -dije, un poco sorprendido.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Por cierto. Los cyborg son humanos, y los cyborg masculinos son muy buscados por las mujeres. Es seguro que serán ricos y, cuando se retiren, sus fortunas estarán habitualmente bajo el control de sus esposas. Es un buen partido para una joven… Entonces los puse juntos, con la novia de F-71. Deseaba ansiosamente que ella fuera guapa, y lo era. Encontrarme con ella fue casi un impacto físico para mí. Era la mujer más hermosa que hubiera visto jamás, alta, de ojos oscuros, con una figura maravillosa, y apenas algo más que una insinuación de ardiente sexualidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Johnson pareció perderse en sus pensamientos por un momento, luego continuó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Le digo que tuve la fuerte inclinación de ganar a la mujer para mí mismo pero no era posible que cualquiera que tuviera un cyborg lo transfiriera a un simple ejecutivo novel, que es lo que yo era en esos días. Transferirse ella misma a otro cyborg sería otra cosa… y pude ver que C-12 estaba tan afectado como yo. No le podía quitar los ojos de encima. De modo que permití que las cosas evolucionaran para ver quién terminaba con la joven.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Y quién fue, señor? -pregunté.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Llevó dos días de intenso conflicto mental. Cada uno debía haber consumido un mes de sus vidas laborales, pero la joven salió con C-12 como su nuevo novio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Ah, entonces usted escogió a C-12 como el cyborg de la firma.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Johnson me miró fijo con desdeño.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Está loco? No hice tal cosa. Elegí a F-71, por supuesto. Ubicamos a C-12 en una pequeña subsidiaria nuestra. No sería bueno para nadie más, ya que le conocíamos, ¿sabe?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Pero, ¿me perdí de algo? Si F-71 perdió a su novia, y C-12 la ganó… seguramente C-12 era superior.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Lo era? Los cyborg no muestran emociones en casos como este; no emociones obvias. Es necesario para los propósitos comerciales que los cyborg escondan su poder, de modo que la cara de póquer es una necesidad profesional para ellos. Pero yo estaba observando muy de cerca -mi propio trabajo estaba en riesgo- y, cuando C-12 salió con la mujer, noté una pequeña sonrisa en los labios de F-71, y me pareció que había un brillo de victoria en sus ojos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Pero perdió a su novia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿No se le ocurre que quería perderla y que no sería fácil disimular su entrega? Tuvo que trabajar sobre C-12 para que la quisiera, y sobre la mujer para que quisiera ser querida… y lo hizo. Ganó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Pensé sobre el asunto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Pero, ¿cómo pudo estar seguro? Si la mujer era tan guapa como dijo que era… si estaba radiante de sexualidad, seguramente F-71 habría querido retenerla.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Pero F-71 estaba haciendo que ella se viera deseable -dijo Johnson con tono grave-. Apuntó a C-12, por supuesto, pero con tanta fuerza que el exceso fue suficiente para afectarme drásticamente. Después de que todo pasara, y que C-12 se quedara con ella, no estuve más bajo la influencia y pude ver que había algo duro y podrido en ella… una especie de brillo egoísta y depredador en sus ojos. De modo que escogí a F-71 inmediatamente y fue todo lo que podíamos desear. La firma está ahora donde usted ve, y soy el presidente del consejo.</span></div><div><br /></div><div style="text-align: center;"><b><span style="font-family: verdana;"><br /></span></b></div><div style="text-align: center;"><b><span style="font-family: verdana;">FIN</span></b></div></div><div><br /></div><b><span style="font-family: georgia;">
“The Smile of the Chipper”, 1988 </span></b><div><b><span style="font-family: georgia;"> La sonrisa del cyborg </span></b></div><div><b><span style="font-family: georgia;">[Cuento - Texto completo.] </span></b></div><div><b><span style="font-family: georgia;">Isaac Asimov - blog descontexto.</span></b></div>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-32598739765432992282022-02-23T08:43:00.001+01:002023-01-23T20:01:10.469+01:00ESTATURA Y POESÍA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-8YqgX5E4CWA/UraMfwvy9mI/AAAAAAADqnE/gznljw3Q18g/s1600/img.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://2.bp.blogspot.com/-8YqgX5E4CWA/UraMfwvy9mI/AAAAAAADqnE/gznljw3Q18g/s320/img.jpg" width="320" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><div style="text-align: right;"><b><span style="font-family: georgia;"> Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista. Eduardo Torres.</span></b></div><div style="text-align: right;"><b><span style="font-family: georgia;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><div><span style="font-family: verdana;">Sin empinarme, mido fácilmente un metro sesenta. Desde pequeño fui pequeño. Ni mi padre ni mi madre fueron altos. Cuando a los quince años me di cuenta de que iba para bajito me puse a hacer cuantos ejercicios me recomendaron, los que no me convirtieron ni en más alto ni en más fuerte, pero me abrieron el apetito. Esto sí fue problema, porque en ese tiempo estábamos muy pobres. Aunque no recuerdo haber pasado nunca hambre, lo más seguro es que durante mi adolescencia pasé buenas temporadas de desnutrición. Algunas fotografías (que no siempre tienen que ser borrosas) lo demuestran. Digo todo esto porque quizá si en aquel tiempo hubiera comido no más sino mejor, mi estatura sería ahora más presentable. Cuando cumplí veintiún años, ni un día menos, me di por vencido, dejé los ejercicios y fui a votar.</span></div><div><span style="font-family: verdana;">De todos es sabido que los centroamericanos, salvo molestas excepciones, no han sido generalmente favorecidos por una estatura extremadamente alta. Dígase lo que se diga, no se trata de un problema racial. En América hay indios que aventajan en ese sentido a muchos europeos. La verdad es que la miseria y la consiguiente desnutrición, unidas a otros factores menos espectaculares, son la causa de que mis paisanos y yo estemos todo el tiempo invocando los nombres de Napoleón, Madero, Lenin y Chaplin cuando por cualquier razón necesitamos demostrar que se puede ser bajito sin dejar por eso de ser valiente.</span></div><div><span style="font-family: verdana;">Con regularidad suelo ser víctima de chanzas sobre mi exigua estatura, cosa que casi me divierte y conforta, porque me da la sensación de que sin ningún esfuerzo estoy contribuyendo, por deficiencia, a la pasajera felicidad de mis desolados amigos. Yo mismo, cuando se me ocurre, compongo chistes a mi costa que después llegan a mis oídos como productos de creación ajena. Qué le vamos a hacer. Esto se ha vuelto ya una práctica tan común, que incluso personas de menor estatura que la mía logran sentirse un poco más altas cuando dicen bromas a mi costa. Entre lo mejorcito está llamarme representante de los Países Bajos y, en fin, cosas por el estilo. ¡Cómo veo brillar los ojos de los que creen estarme diciendo eso por primera vez! Después se irán a sus casas y enfrentarán los problemas económicos, artísticos o conyugales que los agobian, sintiéndose como con más ánimo para resolverlos.</span></div><div><span style="font-family: verdana;">Bien. La desnutrición, que lleva a la escasez de estatura, conduce a través de esta, nadie sabe por qué, a la afición de escribir versos. Cuando en la calle o en alguna reunión encuentro a alguien menor de un metro sesenta, recuerdo a Torres, a Pope o a Alfonso Reyes, y presiento o casi estoy seguro de que me he topado con un poeta. </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Así como en los francamente enanos está el ser rencorosos, está en los de estatura mediana el ser dulces y dados a la melancolía y la contemplación, y parece que la musa se encuentra más a sus anchas, valga la paradoja, en cuerpos breves y aun contrahechos, como en los casos del mencionado Pope y de Leopardi. Lo que Bolívar tenía de poeta, de ahí le venía. Quizá sea cierto que el tamaño de la nariz de Cleopatra está influyendo todavía en la historia de la Humanidad; pero tal vez no lo sea menos que si Rubén Darío llega a medir un metro noventa la poesía en castellano estaría aún en Núñez de Arce. Con la excepción de Julio Cortázar, ¿cómo se entiende un poeta de dos metros? Vean a Byron cojo y a Quevedo patizambo; no, la poesía no da saltos.</span></div><div><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div><b><span style="font-family: verdana;">Llego a donde quería llegar.</span></b></div><div><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div><span style="font-family: verdana;">El otro día me encontré las bases de unos juegos florales centroamericanos que desde 1916 se celebran en la ciudad de Quetzaltenango, Guatemala. Aparte de la consabida relación de requisitos y premios propios de tales certámenes, las bases de este traen, creo que, por primera vez en el mundo, y espero que, por última, una condición que me movió a redactar estas líneas, inseguro todavía de la forma en que debe interpretarse.</span></div><div><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div><span style="font-family: verdana;"><b>El inciso e) del apartado «De los trabajos» dice:</b></span></div><div><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div><span style="font-family: verdana;">e) Debe enviarse con cada trabajo, pero en sobre aparte, perfectamente cerrado, rotulado con el pseudónimo y título del trabajo que ampara, una hoja con el nombre del autor, firma, dirección, breves datos biográficos y una fotografía. Asimismo, se suplica a los participantes en verso enviar, completando los datos, su altura en centímetros para coordinar en mejor forma el ritual de la reina de los Juegos Florales y su corte de honor.</span></div><div><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div><span style="font-family: verdana;"><b>Su altura en centímetros.</b></span></div><div><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div><span style="font-family: verdana;">Una vez más pienso en Pope y en Leopardi, afines únicamente en esto de oír (con rencor o con tristeza) pasar riendo a las parejas normales, en las madrugadas, después de la noche del día de fiesta, frente a sus cuartos compartidos duramente con el insomnio.</span></div><div><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><b>“Estatura y Poesía”, de Augusto Monterroso</b></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><b>en El paraíso imperfecto, 2013 - </b></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><b>descontexto.blogspot.com</b></span></div></div>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-62671201940116278052022-02-20T15:42:00.002+01:002023-01-23T20:01:24.235+01:00LA SECTA DEL FÉNIX<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxs4rr9nBLahsvo74rYNWtiZmlysCgOup76Qw9XiwODdvV0_k-wOYNnbchyLrgGL2nzyv8HGlBmMZSo77uMJn5F5mj59bdrzjPIMl_dJaPxhEk221DhpxpXIwcL6C70zzu-yWaSdQHxKwbSJXiMxWNh9lxrw2nwg90J8luP9y0iLHPGIzFOS1SN_7bOQ/s640/ave-fenix-1-1200x900.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="445" data-original-width="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxs4rr9nBLahsvo74rYNWtiZmlysCgOup76Qw9XiwODdvV0_k-wOYNnbchyLrgGL2nzyv8HGlBmMZSo77uMJn5F5mj59bdrzjPIMl_dJaPxhEk221DhpxpXIwcL6C70zzu-yWaSdQHxKwbSJXiMxWNh9lxrw2nwg90J8luP9y0iLHPGIzFOS1SN_7bOQ/s16000/ave-fenix-1-1200x900.jpg" /></a></p><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Quienes escriben que la secta del Fénix tuvo su origen en Heliópolis, y la derivan de la restauración religiosa que sucedió a la muerte del reformador Amenophis IV, alegan textos de Heródoto, de Tácito y de los monumentos egipcios, pero ignoran, o quieren ignorar, que la denominación por el Fénix no es anterior a Hrabano Mauro y que las fuentes más antiguas (las Saturnales o Flavio Josefo, digamos) sólo hablan de la Gente de la Costumbre o de la Gente del Secreto. Ya Gregorovius observó, en los conventículos de Ferrara, que la mención del Fénix era rarísima en el lenguaje oral; en Ginebra he tratado con artesanos que no me comprendieron cuando inquirí si eran hombres del Fénix, pero que admitieron, acto continuo, ser hombres del Secreto. Si no me engaño, igual cosa acontece con los budistas; el nombre por el cual los conoce el mundo no es el que ellos pronuncian.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Miklosich, en una página demasiado famosa, ha equiparado los sectarios del Fénix a los gitanos. En Chile y en Hungría hay gitanos y también hay sectarios; fuera de esa especie de ubicuidad, muy poco tienen en común unos y otros. Los gitanos son chalanes, caldereros, herreros y decidores de la buenaventura; los sectarios suelen ejercer felizmente las profesiones liberales. Los gitanos configuran un tipo físico y hablan, o hablaban, un idioma secreto; los sectarios se confunden con los demás y la prueba es que no han sufrido persecuciones. Los gitanos son pintorescos e inspiran a los malos poetas; los romances, los cromos y los boleros omiten a los sectarios… Martín Buber declara que los judíos son esencialmente patéticos; no todos los sectarios lo son y algunos abominan del patetismo; esta pública y notoria verdad basta para refutar el error vulgar (absurdamente defendido por Urmann) que ve en el Fénix una derivación de Israel. La gente más o menos discurre así: Urmann era un hombre sensible; Urmann era judío; Urmann frecuentó a los sectarios en la judería de Praga; la afinidad que Urmann sintió prueba un hecho real. Sinceramente, no puedo convenir con ese dictamen. Que los sectarios en un medio judío se parezcan a los judíos no prueba nada; lo innegable es que se parecen, como el infinito Shakespeare de Hazlitt, a todos los hombres del mundo. Son todo para todos, como el Apóstol; días pasados el doctor Juan Francisco Amaro, de Paysandú, ponderó la facilidad con que se acriollaban.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">He dicho que la historia de la secta no registra persecuciones. Ello es verdad, pero como no hay grupo humano en que no figuren partidarios del Fénix, también es cierto que no hay persecución o rigor que éstos no hayan sufrido y ejecutado. En las guerras occidentales y en las remotas guerras del Asia han vertido su sangre secularmente, bajo banderas enemigas; de muy poco les vale identificarse con todas las naciones del orbe.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Sin un libro sagrado que los congregue como la Escritura a Israel, sin una memoria común, sin esa otra memoria que es un idioma, desparramados por la faz de la tierra, diversos de color y de rasgos, una sola cosa —el Secreto— los une y los unirá hasta el fin de los días. Alguna vez, además del Secreto hubo una leyenda (y quizá un mito cosmogónico), pero los superficiales hombres del Fénix la han olvidado y hoy sólo guardan la oscura tradición de un castigo. De un castigo, de un pacto o de un privilegio, porque las versiones difieren y apenas dejan entrever el fallo de un Dios que asegura a una estirpe la eternidad, si sus hombres, generación tras generación, ejecutan un rito. He compulsado los informes de los viajeros, he conversado con patriarcas y teólogos; puedo dar fe de que el cumplimiento del rito es la única práctica religiosa que observan los sectarios. El rito constituye el Secreto. Éste, como ya indiqué, se trasmite de generación en generación, pero el uso no quiere que las madres lo enseñen a los hijos, ni tampoco los sacerdotes; la iniciación en el misterio es tarea de los individuos más bajos. Un esclavo, un leproso o un pordiosero hacen de mistagogos. También un niño puede adoctrinar a otro niño. El acto en sí es trivial, momentáneo y no requiere descripción. Los materiales son el corcho, la cera o la goma arábiga. (En la liturgia se habla de légamo; éste suele usarse también). No hay templos dedicados especialmente a la celebración de este culto, pero una ruina, un sótano o un zaguán se juzgan lugares propicios. El Secreto es sagrado pero no deja de ser un poco ridículo; su ejercicio es furtivo y aun clandestino y los adeptos no hablan de él. No hay palabras decentes para nombrarlo, pero se entiende que todas las palabras lo nombran o, mejor dicho, que inevitablemente lo aluden, y así, en el diálogo yo he dicho una cosa cualquiera y los adeptos han sonreído o se han puesto incómodos, porque sintieron que yo había tocado el Secreto. En las literaturas germánicas hay poemas escritos por sectarios, cuyo sujeto nominal es el mar o el crepúsculo de la noche; son, de algún modo, símbolos del Secreto, oigo repetir. Orbis terrarum est speculum Ludi reza un adagio apócrifo que Du Cange registró en su Glosario. Una suerte de horror sagrado impide a algunos fieles la ejecución del simplísimo rito; los otros los desprecian, pero ellos se desprecian aun más. Gozan de mucho crédito, en cambio, quienes deliberadamente renuncian a la Costumbre y logran un comercio directo con la divinidad; éstos, para manifestar ese comercio, lo hacen con figuras de la liturgia y así John of the Rood escribió:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> Sepan los Nueve Firmamentos que el Dios</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">es deleitable como el Corcho y el Cieno.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">He merecido en tres continentes la amistad de muchos devotos del Fénix; me consta que el Secreto, al principio, les pareció baladí, penoso, vulgar y (lo que aun es más extraño) increíble. No se avenían a admitir que sus padres se hubieran rebajado a tales manejos. Lo raro es que el Secreto no se haya perdido hace tiempo; a despecho de las vicisitudes del orbe, a despecho de las guerras y de los éxodos, llega, tremendamente, a todos los fieles. Alguien no ha vacilado en afirmar que ya es instintivo.</span></p><p><br /></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg72sUM2DfZfDvCglP-2hidpyMsW6Xgr0jQSkw3w4DNXsd6YP8_ugg40wd4U-E9PER3gq5kWJwj-1TjbiM-2be2ln8mZkY63Usn06P9HkMi4U4u_3wxG4LCFobLJlWX31pKplm5Nj0W-wGzNCwl7Bra5PiKfOu_s8X6MrojAxtrIK9SBcle7Xi_DSplyA=s320" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="180" data-original-width="320" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg72sUM2DfZfDvCglP-2hidpyMsW6Xgr0jQSkw3w4DNXsd6YP8_ugg40wd4U-E9PER3gq5kWJwj-1TjbiM-2be2ln8mZkY63Usn06P9HkMi4U4u_3wxG4LCFobLJlWX31pKplm5Nj0W-wGzNCwl7Bra5PiKfOu_s8X6MrojAxtrIK9SBcle7Xi_DSplyA" width="320" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><b>La secta del Fénix - en Ficciones, 1944 Jorge Luis Borges</b></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-12764946121911501682022-01-15T18:00:00.000+01:002023-05-29T18:47:59.608+02:00EL NIÑO SUICIDA<div align="justify">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-lnLi8YBnS2o/UEL0PhQsPcI/AAAAAAACqKM/EtfCFIAqZuU/s1600/libreria-follas-novas_6927.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="480" src="https://4.bp.blogspot.com/-lnLi8YBnS2o/UEL0PhQsPcI/AAAAAAACqKM/EtfCFIAqZuU/s640/libreria-follas-novas_6927.jpg" width="640" /></a></div>
<span class="Apple-style-span" style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><b><br /></b></span><span class="Apple-style-span" style="font-family: verdana;"><b>Y aunque después, Amalfitano, en la biblioteca de la universidad de Santa Teresa, encontró datos bibliográficos sobre Rafael Dieste, que confirmaron lo que ya había intuido, o le había dejado intuir don Domingo Garcia-Sabell, en el prólogo, titulado "La intuición iluminada" y donde incluso se concedía el lujo de citar en Heidegger (se gibt Zeit. Hay tiempo), durante aquel atardecer en que recurrió como un latifundista medieval su reducido fundo baldío, mientras su hija, como una princesa medieval, se acababa de maquillar ante el espejo del baño, no pudo recordar, de ninguna de las maneras, ni por qué y dónde había comprado el libro ni como éste había acabado embalado y expedido junto con otros ejemplares más familiares y más queridos rumbo en esta populosa ciudad que desafiaba en el desierto entre la frontera de Sonora y Arizona. Y entonces, justo entonces, como si fuera una pistoletazo de salida de una serie de hechos que se concatenarían con consecuencias unas veces felices y otras veces funestas, Rosa salió de casa y dijo que se iba al cine con una amiga y le preguntó si tenía clavos y Amalfitano dijo que si y escuchó cómo la puerta se cerraba de golpe y después los pasos de su hija que recorrían el camino de lajas mal cortadas hasta la minúscula puerta de madera de la calle que no le llegaba ni en la cintura y luego los pasos de su hija en la acera, alejándose en dirección a la parada del autobús y luego el motor de un coche que se encendía. Y entonces Amalfitano caminó hasta la parte delantera de su jardín estragado y estiró el cuello y se asomó a la calle y no vio ningún coche ni a Rosa y apretó con fuerza el libro de Dieste que aún sostenía en su mano izquierda. Y después miró al cielo y vio una luna demasiado grande y demasiado arrugada, pese a que aún no había caído la noche. Y luego se dirigió otra vez hacia el fondo de su jardín eesquilmado y durante unos segundos se quedó quieto, mirando a diestra y siniestra, delante y detrás, por si veía su sombra, pero aunque aún era de día y hacia el oeste, en dirección a Tijuana, aún brillaba el sol, no consiguió verla. Y entonces se fijó en los cordeles, cuatro hileras, atados, por una parte, a una especie de portería de fútbol de dimensiones más pequeñas, dos palos de no más de un metro ochenta enterrados en la tierra y un tercer palo, horizontal, claveteado en los otros por ambos extremos, lo que les concedía, además, cierta estabilidad, y del que pendían los cordeles hata unos ganchos fijados en la pared de la casa. Era el tendedero de ropa, aunque sólo vio una blusa de Rosa, de color blanco con bordados ocres en el cuello, y un par de bragas y dos toallas que todavía chorreaban. En la esquina, en un casucha de ladrillos, había la lavadora. Durante un rato se quedó quieto, respirando con la boca abierta, apoyado en el palo horizontal del tendedero. Después entró en la casucha como si le faltara oxígeno y de una bolsa de plástico con el logotipo del supermercado al que iba con su hija a hacer la compra semanal extrajo tres pinzas para la ropa, que él se empecinaba en llamar "perritos", y con ellas enganchó y colgó el libro de uno de los cordeles y después volvió a entrar en su casa sintiéndose mucho más aliviado.<br />
La idea, por supuesto, era de Duchamp."</b></span></div>
<span style="font-family: verdana;"><br />
</span><div align="justify">
<span style="font-family: verdana;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_VJ9qBxMLNbI/RoYN48q9-yI/AAAAAAAAF3Q/DEusjDJ01Ss/s1600-h/untitled.bmp"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5081764501544368930" src="https://1.bp.blogspot.com/_VJ9qBxMLNbI/RoYN48q9-yI/AAAAAAAAF3Q/DEusjDJ01Ss/s200/untitled.bmp" style="float: left; margin: 0px 10px 10px 0px;" /></a><span>Ésta historia inventada por Roberto Bolaño en<span style="color: #783f04;"> <a href="http://fpr-2666.blogspot.com/"><b>2666</b>, </a></span>tiene un punto curioso, pues Bolaño cita como referencia donde encontrar el libro del sr. Dieste,<a href="http://santiago-de-compostela.salir.com/follas_novas"> <b><span style="color: #783f04;">la Libreria Follas Novas</span></b></a><b> </b>c/Montero Rios, 37 telefoneo 981594406 - 981594418 en Santiago de Compostela. Hechas las comprobaciones pertinentes pude constatar que el<span style="color: #783f04;"> </span><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rafael_Dieste"><b><span style="color: #783f04;">Sr. Rafael Dieste</span></b> </a>existió y era un filósofo gallego y la librería Follas Novas también, pués al llamar a uno de los teléfonos citados, se puso una chica muy agradable que me dijo que no era el primero que llamaba a causa de la novela. "Son las cosas de Roberto" dijo. Pero Roberto, desgraciadamente ya no està entre nosotros.<br />
</span><br />
<span><br /></span>
<br />
</span><table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-VNKNcEizLiM/UmKzOvAtv4I/AAAAAAADmx4/K1zLH-R4zHQ/s1600/descarga.jpg" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><span style="font-family: verdana;"><img border="0" src="https://4.bp.blogspot.com/-VNKNcEizLiM/UmKzOvAtv4I/AAAAAAADmx4/K1zLH-R4zHQ/s1600/descarga.jpg" /></span></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><b><span style="font-family: verdana;">Rafael Dieste</span></b></td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: verdana;">Rafael Dieste escribió también cuentos, como el que os dejo a continuación:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #783f04; font-family: verdana;"><b>El niño suicida </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Cuando el tabernero acabó de leer aquella noticia inquietante -un niño se había suicidado pegándose un tiro en la sien derecha- habló el vagabundo desconocido que acababa de comer muy pobremente en un rincón de la tasca marinera, y dijo:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">-Yo sé la historia de ese niño.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Pronunció la palabra niño de un modo muy particular. Así que los cuatro bebedores de aguardiente, los cinco de albariño y el tabernero se callaron y escucharon con gesto inquisidor y atento.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">-Yo sé la historia de ese niño -repitió el vagabundo. Y tras una sagaz y bien medida pausa, comenzó:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">-Allá por el mil ochocientos treinta, una beata que después murió de miedo vio salir del camposanto florido y oloroso de su aldea a un viejo muy viejo desnudo. Aquel viejo era un recién nacido. Antes de salir del vientre de la tierra madre había escogido él mismo esa manera de nacer. ¡Cuánto mejor ir de viejo a mozo que de mozo a viejo!, pensó siendo espíritu puro. A Nuestro Señor le chocó la idea. ¿Por qué no hacer la prueba? Y así, con su consentimiento, se formó en el seno de la tierra un esqueleto. Y después con carne de gusano, se hizo la carne del hombre. Y en la carne del hombre hormigueó el calorcillo de la sangre. Y como todo estaba listo, la tierra-madre parió. Parió un viejo desnudo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">"Cómo después el viejo encontró ropa y alimento es cosa de mucha risa. Llegó a las puertas de la ciudad y como todavía no sabía hablar, los alguaciles, después de echarle una capa encima, lo llevaron delante del juez, como si hubiesen sido testigos: Aquí le traemos a este pobre viejo que perdió el habla con la paliza que le dieron unos ladrones desaprensivos. No le dejaron ni la ropa.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">"El juez dio órdenes y el viejo fue llevado a un hospital. Cuando salió, ya bien vestido y alimentado, le decían las monjitas: Va hecho un buen mozo. Hasta parece que perdió años.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">"Por aquel entonces ya había aprendido a hablar algo y se hizo mendigo. Así anduvo muchas tierras. En Lourdes estuvo dos veces, la segunda tan rejuvenecido que, los que le habían conocido la primera vez, pensaron que había sido un milagro de la Virgen.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">"Cuando adquirió suficiente experiencia pensó que lo mejor era mantener en secreto aquella extraña condición que lo hacía más joven cuantos más años corriesen. Así, no sabiéndolo nadie -a no ser uno o dos amigos fíeles- podría vivir mejor su verdadera vida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">"Trabajó de viejo y se hizo rico para descansar de joven. De los cincuenta a los quince años su vida fue lo más feliz que imaginarse pueda. Cada día gustaba más a las muchachas y anduvo envuelto con muchas y con las más bonitas. Y hasta dicen que una princesa... Pero de eso no estoy seguro.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">"Cuando llegó a niño comenzó la vida a complicársele. Le daba miedo la sorpresa con que lo veían entrar tan libre en las tiendas a comprar golosinas y juguetes. Algún ratero de visera calada lo había seguido a veces a lo largo de muchas calles tortuosas. Y alguna vez comió sus golosinas temblando de angustia, con las lágrimas en los ojos y el almíbar en los labios. La última vez que lo encontré -tenía ocho años- estaba muy triste. ¡Cuánto pesaban en su espíritu de niño los recuerdos de su vejez!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">"Luego comenzó a atosigarlo día y noche una obsesión tremenda. Cuando pasaran algunos años lo recogerían en cualquier calleja perdida. Quizá alguna señora rica y sin hijos. Después... ¡Quién sabe lo que pasaría después! La lactancia, los paseos en un carrito, con un sonajero de cascabeles en la tierna manecita. Y al final... ¡Oh! El final daba espanto. Cumplir su destino de hombre que vive al revés y refugiarse en el seno de la señora rica -puede que cuando ella durmiese- para ir allí consumiéndose hasta transformarse primero en una sanguijuela, después en un corpúsculo, y luego en pequeñísima simiente..."</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">El vagabundo se levantó muy pensativo, con las manos en los bolsillos, y comenzó a pasear muy amargado. Finalmente dijo:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">-Me explico, sí, me explico que se diese un tiro en la sien el pobre muchacho.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Los cuatro bebedores de aguardiente, creían. Los cinco de albariño sonreían y dudaban. El tabernero negaba. Cuando todos discutían más animadamente, el tabernero de pronto se levantó de puntillas y se puso a mirar alrededor con los ojos muy abiertos. El vagabundo había desaparecido: sin pagar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><b>FIN</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-55637438073280292592022-01-12T06:56:00.000+01:002023-05-27T15:15:01.088+02:00¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-ujRRxVXzPHs/YJ5QPiL-WWI/AAAAAAAGfQk/RGlk37qxqA4QBWt5rqFohybvdDGGGZkAwCLcBGAsYHQ/s496/86851%2B%25281%2529.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="323" data-original-width="496" src="https://1.bp.blogspot.com/-ujRRxVXzPHs/YJ5QPiL-WWI/AAAAAAAGfQk/RGlk37qxqA4QBWt5rqFohybvdDGGGZkAwCLcBGAsYHQ/s16000/86851%2B%25281%2529.jpg" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Una deliciosa y sutil descarga eléctrica, activada por la alarma automática del climatizador del ánimo, situado junto a la cama, despertó a Rick Deckard. Sorprendido, porque nunca dejaba de sorprenderle eso de despertarse sin previo aviso, se levantó de la cama y se desperezó, vestido con el pijama de colores. En la cama, su esposa Iran abrió los ojos grises, apagados; al pestañeo siguió un gruñido, y cerró de nuevo los párpados.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Has puesto un ajuste muy suave en el Penfield —regañó a su mujer—. Volveré a modificarlo, te despertarás y...</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Aparta las manos de mis ajustes —le advirtió ella con una nota de amargura—. No quiero despertar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Se sentó a su lado, inclinado, hablándole en voz baja.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Si lo ajustas a un nivel lo bastante alto, te alegrarás de estar despierta; ése es el quid de la cuestión. En el ajuste C supera el umbral de la consciencia, como me pasa a mí.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Se sentía tan bien dispuesto hacia el mundo en general, después de pasar la noche con el dial en la posición D, que le dio unas suaves palmadas en el hombro desnudo y blanco.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Quita de ahí tu áspera mano de poli —le advirtió Iran.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—No soy poli. —Aunque no había ajustado el mando se sintió irritado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Aún peor —dijo su mujer sin abrir los ojos—. Eres un asesino que trabaja a sueldo para los polis.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Nunca he matado a un ser humano. —Su irritabilidad había aumentado hasta convertirse en hostilidad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Sólo a esos pobres andys —dijo Iran.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Pues no recuerdo que hayas tenido ningún problema para gastarte el dinero de las recompensas que gano en cualquier cosa que te llame la atención.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Se levantó para acercarse a la consola del climatizador del ánimo—. En lugar de ahorrar para que podamos comprarnos una oveja de verdad que sustituya a la falsa eléctrica que tenemos en la azotea.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Un simple animal eléctrico. Para eso llevo todos estos años esforzándome. —Ya junto a la consola, titubeó entre marcar el código del inhibidor talámico, que suprimiría la ira, o el estimulante talámico, que le irritaría lo suficiente para salir vencedor de la discusión.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Si aumentas el veneno, yo también lo haré —le advirtió Iran—. Marcaré el nivel máximo y acabarás inmerso en una pelea que dejará cualquier disputa que hayamos tenido a la altura del betún. Tú marca y verás; ponme a prueba.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Se levantó y corrió hasta la consola de su propio climatizador del ánimo; se quedó de pie junto a ella, mirándole expectante con los ojos muy abiertos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Él lanzó un suspiro, vencido por la amenaza.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Marcaré lo que estaba previsto en mi agenda del día.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Examinó el programa para el día 3 de enero de 1992 y comprobó que se trataba de la actitud profesional de un hombre metódico—. Si marco lo que tengo programado —dijo con cautela—, ¿harás tú lo mismo? — consciente de que no debía comprometerse hasta que su mujer aceptase imitar su ejemplo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—En mi programa del día figura un episodio depresivo</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">de autorreproches de seis horas de duración —anunció Iran.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—¿Cómo? Pero ¿por qué has programado algo así? —Eso</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">atentaba contra el espíritu del climatizador del ánimo—. Yo</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">ni siquiera sabía que pudiera programarse algo semejante</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—dijo, desanimado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Estaba aquí sentada una tarde, y como de costumbre </span><span face=""verdana" , sans-serif">había sintonizado el programa del Amigable Buster y sus </span><span face=""verdana" , sans-serif">amigos amigables. Estaba anunciando una noticia importante, cuando pusieron ese horrible anuncio, ese que odio </span><span face=""verdana" , sans-serif">tanto; ya sabes, el de las braguetas de plomo Mountibank.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Durante un minuto, más o menos, apagué el sonido. Y entonces oí al edificio, a este edificio; oí... —Hizo un gesto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Los apartamentos vacíos —dijo Rick. A veces también él los oía de noche, cuando se suponía que debía estar </span><span face=""verdana" , sans-serif">durmiendo. Era sorprendente que se clasificara en la parte </span><span face=""verdana" , sans-serif">alta de la horquilla de densidad de población un bloque de</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">pisos medio vacío como aquél, situado en lo que antes de la </span><span face=""verdana" , sans-serif">guerra eran los suburbios, donde podían encontrarse edificios prácticamente deshabitados... o eso había oído. Había </span><span face=""verdana" , sans-serif">pasado por alto aquella información; como mucha gente,</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">no quería experimentarlo de primera mano.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—En ese momento —continuó Iran—, cuando tuve </span><span face=""verdana" , sans-serif">apagado el volumen del televisor, estaba en un estado de ánimo 382; acababa de marcarlo. Así que aunque escuché físicamente el vacío, no lo sentí. Mi primera reacción consistió </span><span face=""verdana" , sans-serif">en agradecer que pudiéramos permitirnos un climatizador </span><span face=""verdana" , sans-serif">del ánimo Penfield. Pero entonces caí en la cuenta de lo </span><span face=""verdana" , sans-serif">poco sano que era ser consciente de la ausencia de vida, no </span><span face=""verdana" , sans-serif">sólo en este edificio, sino en todas partes, y no ser capaz de </span><span face=""verdana" , sans-serif">reaccionar. ¿Lo entiendes? Supongo que no. Pero eso se consideraba síntoma de desequilibrio mental; lo llamaron «ausencia de respuesta emocional». Así que mantuve apagado el </span><span face=""verdana" , sans-serif">sonido del televisor y me senté junto al climatizador, dispuesta a experimentar. Al cabo de un rato encontré el ajuste</span><span face=""verdana" , sans-serif">de la desesperación. —Su impertinente rostro moreno adoptó cierta expresión de satisfacción, como si hubiera logrado </span><span face=""verdana" , sans-serif">algo valioso—. Así que lo introduje en mi agenda para que </span><span face=""verdana" , sans-serif">apareciese dos veces al mes. Creo que es una periodicidad </span><span face=""verdana" , sans-serif">razonable para sentirse desesperanzada por todo y con todos,</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">por habernos quedado aquí en la Tierra, después de que todas las personas listas hayan emigrado, ¿no te lo parece?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Pero tiendes a conservar semejante estado de ánimo </span><span face=""verdana" , sans-serif">—dijo Rick—. A ser incapaz de marcar otro para salir de él. </span><span face=""verdana" , sans-serif">Una desesperación tan amplia, que abarque la totalidad, se </span><span face=""verdana" , sans-serif">perpetúa a sí misma.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Programo un reajuste automático que se activa al </span><span face=""verdana" , sans-serif">cabo de tres horas —le explicó su esposa—. Un 481: consciencia de las múltiples posibilidades que me ofrece el futuro; una esperanza nueva de que...</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Conozco el 481—la interrumpió. Había marcado </span><span face=""verdana" , sans-serif">aquella combinación muy a menudo, de hecho, confiaba </span><span face=""verdana" , sans-serif">mucho en ella—. Escucha —dijo, sentándose en la cama, </span><span face=""verdana" , sans-serif">cogiéndole las manos para que ella se acomodase a su </span><span face=""verdana" , sans-serif">lado—, incluso con una interrupción automática es peligroso sufrir una depresión, sea del tipo que sea. Olvida lo </span><span face=""verdana" , sans-serif">que has programado y yo haré lo mismo; marcaremos juntos un 104 y lo disfrutaremos juntos, luego tú te quedarás </span><span face=""verdana" , sans-serif">con él un rato mientras que yo reajusto el mío para adoptar </span><span face=""verdana" , sans-serif">mi habitual actitud metódica. Subiré así a la azotea, a ver </span><span face=""verdana" , sans-serif">cómo está la oveja, y luego iré a la oficina; así sabré que tú </span><span face=""verdana" , sans-serif">no estás aquí metida, dándole vueltas a la cabeza con el televisor apagado. —Soltó sus dedos finos, largos, y cruzó el </span><span face=""verdana" , sans-serif">amplio apartamento hasta llegar al salón, que aún olía un </span><span face=""verdana" , sans-serif">poco al humo de los cigarrillos de la noche anterior. Una </span><span face=""verdana" , sans-serif">vez allí, se inclinó para encender el televisor.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—No soporto la televisión antes del desayuno. —La voz </span><span face=""verdana" , sans-serif">de Iran le llegó desde el dormitorio.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Marca el 888 —sugirió Rick mientras se calentaba el </span><span face=""verdana" , sans-serif">aparato—. El deseo de mirar la televisión, sin importar lo </span><span face=""verdana" , sans-serif">que pase a tu alrededor.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Ahora mismo no me apetece seleccionar nada —dijo </span><span face=""verdana" , sans-serif">Iran.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Entonces pon el 3.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—¡No puedo marcar un ajuste que estimula mi corteza </span><span face=""verdana" , sans-serif">cerebral para infundirme el deseo de modificar el ajuste! Si </span><span face=""verdana" , sans-serif">lo que quiero es no marcar, lo menos que querré es precisamente eso, porque entonces querría hacerlo, y querer marcar es ahora mismo la necesidad más ajena a mis deseos que </span><span face=""verdana" , sans-serif">puedo imaginar. Lo único que quiero es quedarme sentada </span><span face=""verdana" , sans-serif">en la cama, mirando el suelo. —Su voz se había vuelto áspera con los matices de la desolación mientras su alma se congelaba y su cuerpo dejaba de moverse, mientras una película </span><span face=""verdana" , sans-serif">instintiva, omnipresente, de un gran peso, de una inercia </span><span face=""verdana" , sans-serif">casi absoluta, la cubría por completo.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Rick subió el volumen del televisor, y la voz del Amigable Buster reverberó con estruendo llenando la sala.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Ja ja ja, amigos. Ha llegado la hora de dar un apunte </span><span face=""verdana" , sans-serif">sobre la previsión del tiempo. El satélite Mongoose informa </span><span face=""verdana" , sans-serif">que la precipitación radiactiva será especialmente pronunciada hacia el mediodía, momento a partir del cual perderá </span><span face=""verdana" , sans-serif">intensidad, así que para todos los que estéis planeando </span><span face=""verdana" , sans-serif">aventuraros al exterior...</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Iran apareció a su lado, con su largo camisón, y apagó el </span><span face=""verdana" , sans-serif">televisor.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—De acuerdo, me rindo. Lo marcaré. Cualquier cosa </span><span face=""verdana" , sans-serif">que quieras que sea; una estática dicha sexual. Me siento </span><span face=""verdana" , sans-serif">tan mal que soy capaz de soportarlo. Qué coño. ¿Qué más </span><span face=""verdana" , sans-serif">dará?</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Lo seleccionaré para ambos —dijo Rick mientras la </span><span face=""verdana" , sans-serif">llevaba de vuelta a la cama. Allí, en la consola de Iran, marcó el 594, reconocimiento a la superior sabiduría del marido en todos los aspectos. En la suya programó una actitud </span><span face=""verdana" , sans-serif">fresca y creativa hacia el trabajo, aunque no lo necesitara, </span><span face=""verdana" , sans-serif">porque ése era su comportamiento habitual sin tener que </span><span face=""verdana" , sans-serif">recurrir a la estimulación cerebral artificial que le proporcionaba el Penfield. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Después de un desayuno apresurado, pues había perdido </span><span face=""verdana" , sans-serif">mucho tiempo discutiendo con su esposa, Rick se vistió </span><span face=""verdana" , sans-serif">para salir al exterior, incluido el modelo Ajax de la bragueta </span><span face=""verdana" , sans-serif">de plomo Mountibank, y subió a la azotea cubierta de hierba donde «pastaba» la oveja eléctrica. Donde ella, sofisticada pieza de ingeniería que era, mordisqueaba algo, con simulada satisfacción, engañando al resto de los inquilinos </span><span face=""verdana" , sans-serif">del edificio.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Estaba seguro de que algunos de los animales de sus vecinos también eran falsificaciones hechas de circuitos eléctricos, pero nunca había indagado en ello, igual que sus vecinos tampoco habían metido la nariz en lo de su oveja.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Nada habría sido menos cortés. Preguntar «¿esa oveja es aut</span><span face=""verdana" , sans-serif">éntica?» hubiese sido peor muestra de mala educación que </span><span face=""verdana" , sans-serif">inquirir si la dentadura, o el pelo o los órganos internos de </span><span face=""verdana" , sans-serif">alguien eran auténticos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">El ambiente matinal gris plomizo, salpicado de motas </span><span face=""verdana" , sans-serif">radiactivas y capaz de ocultar el sol, se desparramaba a su </span><span face=""verdana" , sans-serif">alrededor, irritándole la nariz; aspiró involuntariamente el </span><span face=""verdana" , sans-serif">olor de la muerte. Tal vez era una descripción algo exagerada, pensó mientras se acercaba al trozo de césped que le pertenecía junto al apartamento excesivamente espacioso de</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">abajo. El legado de la Guerra Mundial Terminus había perdido intensidad; quienes no sobrevivieron al polvo habían</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">muerto años atrás, y éste, ahora más ligero, tan sólo trastornaba las mentes y los genes de los supervivientes más fuertes. A pesar de la bragueta de plomo, el polvo, sin duda, se </span><span face=""verdana" , sans-serif">filtraba en y sobre él, proporcionándole a diario, mientras </span><span face=""verdana" , sans-serif">no pudiese emigrar, su pequeña dosis de sucia mugre. Hasta entonces, las revisiones médicas a las que se sometía mensualmente confirmaban que era un tipo normal, capaz de </span><span face=""verdana" , sans-serif">reproducirse según los límites que establecía la ley. Pero llegaría el momento en que los médicos del departamento de </span><span face=""verdana" , sans-serif">policía de San Francisco que lo examinaban le darían otro </span><span face=""verdana" , sans-serif">diagnóstico. Continuamente se detectaban nuevas mutaciones genéticas, gente especial, derivada de personas normales a causa del polvo omnipresente. Los carteles, los </span><span face=""verdana" , sans-serif">anuncios televisivos y el correo basura del gobierno machacaban con esta consigna: «¡Emigra o degenera! ¡La decisión </span><span face=""verdana" , sans-serif">es tuya!» Nada más cierto, pensó Rick mientras abría la</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">puerta que daba a su modesta dehesa y se acercaba a la oveja </span><span face=""verdana" , sans-serif">eléctrica. Pero no puedo emigrar, se dijo. Por mi trabajo.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Le saludó el propietario del pasto contiguo, su vecino </span><span face=""verdana" , sans-serif">Bill Barbour. Al igual que Rick, se había vestido para ir a </span><span face=""verdana" , sans-serif">trabajar, pero también había decidido acercarse antes a ver a </span><span face=""verdana" , sans-serif">su animal.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Mi yegua está preñada —anunció Barbour con una </span><span face=""verdana" , sans-serif">sonrisa de oreja a oreja. Señaló el imponente percherón que </span><span face=""verdana" , sans-serif">contemplaba el vacío con ojos de vidrio—. ¿Qué le parece?</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Pues me parece que no tardará en tener dos caballos </span><span face=""verdana" , sans-serif">—respondió Rick. Estaba ya junto a la oveja, que rumiaba </span><span face=""verdana" , sans-serif">con la mirada alerta clavada en él, por si le había llevado tortas de avena. La supuesta oveja tenía un circuito capaz de </span><span face=""verdana" , sans-serif">procesar la avena. En presencia del cereal se ponía tiesa y se le </span><span face=""verdana" , sans-serif">acercaba con paso lento pero con cierto garbo—. ¿Qué la habrá preñado? —preguntó entonces a Barbour—. ¿El viento?</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—He traído un poco del plasma fertilizante de mejor </span><span face=""verdana" , sans-serif">calidad que había disponible en California —le explicó </span><span face=""verdana" , sans-serif">Barbour—. Gracias a los contactos internos que tengo en la </span><span face=""verdana" , sans-serif">junta estatal para la cría de animales. ¿No se acuerda de que</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">la semana pasada vino el inspector a examinar a Judy? No </span><span face=""verdana" , sans-serif">ven el momento de tener el potrillo; es un ejemplar de primera categoría. —Barbour dio unas cariñosas palmadas en </span><span face=""verdana" , sans-serif">el cuello del animal, y la yegua inclinó la cabeza hacia él.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—¿Alguna vez se ha planteado la posibilidad de venderla? —preguntó Rick. Deseó en ese momento tener un caballo. Cualquier animal, de hecho. La propiedad y el mantenimiento de un fraude desmoralizaban a cualquiera poco a</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">poco, por mucho que, desde un punto de vista social, no </span><span face=""verdana" , sans-serif">hubiera más remedio dada la ausencia del ejemplar auténtico. Por tanto no tenía más opción que seguir con el engaño.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Puede que a él no le importara, pero estaba su esposa, y a </span><span face=""verdana" , sans-serif">Iran sí le importaba. Y mucho.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Vender mi caballo sería una inmoralidad —sentenció </span><span face=""verdana" , sans-serif">Barbour.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Podría vender el potro. Tener dos animales es más inmoral que no tener ninguno.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—¿A qué se refiere? —preguntó Barbour con extrañeza—. Hay mucha gente que tiene dos animales, incluso tres </span><span face=""verdana" , sans-serif">o cuatro, o en el caso de Fred Washborne, que posee la </span><span face=""verdana" , sans-serif">planta procesadora de algas donde trabajaba mi hermano,</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">incluso cinco. ¿No leyó el artículo sobre su pato en el Chronicle de ayer? Dicen que es el mayor ejemplar de pato de </span><span face=""verdana" , sans-serif">Muscovy de toda la costa Oeste. —Se le extravió la mirada, </span><span face=""verdana" , sans-serif">como si pensara en el placer de semejantes posesiones; tanto </span><span face=""verdana" , sans-serif">fue así que estuvo a punto de entrar en trance.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Buscando en los bolsillos del abrigo, Rick encontró el </span><span face=""verdana" , sans-serif">manoseado ejemplar del Catálogo Sidney de animales y </span><span face=""verdana" , sans-serif">aves del mes de enero. Buscó en el índice, encontró la entrada correspondiente a los potros (titulada «Caballo, potro»)</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">y obtuvo el precio medio a escala nacional.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Por cinco mil dólares podría comprar a Sidney un potro percherón —reflexionó en voz alta.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—No, no podría —dijo Barbour—. Compruebe otra</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">vez la lista y verá que está en cursiva. Eso significa que no </span><span face=""verdana" , sans-serif">tienen existencias, y que ése sería el precio si tuvieran.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Suponga que le pago quinientos dólares al mes durante diez meses —propuso Rick—. A precio de catálogo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Deckard, usted no entiende de caballos —dijo Barbour con expresión compasiva—. Existe una razón por la </span><span face=""verdana" , sans-serif">que Sidney no tiene stock de potros percherones. Los potros percherones no cambian de manos así por las buenas,</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">ni siquiera pagando el precio que marca el catálogo. Son </span><span face=""verdana" , sans-serif">muy escasos, incluso los relativamente inferiores. —Se inclinó sobre la valla que separaba ambos pastos, gesticulando—. Hace tres años que tengo a mi Judy, y en todo ese </span><span face=""verdana" , sans-serif">tiempo no he visto una yegua de percherón de su calidad.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Para comprarla tuve que volar a Canadá, y yo mismo conduje durante el viaje de vuelta para asegurarme de que no </span><span face=""verdana" , sans-serif">me la robaran. Si se le ocurriera andar por Colorado o Wyoming con algo parecido, le asaltarían para quitárselo. ¿Sabe </span><span face=""verdana" , sans-serif">por qué? Porque antes de la Guerra Mundial Terminus había literalmente cientos...</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Pero que usted tenga dos caballos y yo ninguno atenta contra los principios básicos teológicos y morales del </span><span face=""verdana" , sans-serif">mercerismo —interrumpió Rick.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Usted tiene su oveja. Qué coño, puede proseguir con </span><span face=""verdana" , sans-serif">la ascensión de su vida individual, y cuando aferre las dos </span><span face=""verdana" , sans-serif">asas de la empatía se acercará a la honorabilidad. No le niego que si usted no tuviera esa oveja entendería en parte su </span><span face=""verdana" , sans-serif">argumento. Por supuesto, si yo tuviera dos animales y usted </span><span face=""verdana" , sans-serif">ninguno, yo estaría contribuyendo a privarle de la verdadera fusión con Mercer. Pero todas las familias de este edificio... Veamos, en torno a cincuenta: una por cada tres apartamentos, según mis cálculos. Todas tenemos un animal de </span><span face=""verdana" , sans-serif">alguna clase. Graveson tiene allí a su pollo. —Señaló hacia </span><span face=""verdana" , sans-serif">el norte con un gesto—. Oakes y su mujer tienen ese perro </span><span face=""verdana" , sans-serif">rojo enorme que se pasa la noche ladrando. —Adoptó la e</span><span face=""verdana" , sans-serif">xpresión de quien medita algo, antes de concluir—: Y creo </span><span face=""verdana" , sans-serif">que Ed Smith tiene un gato en su apartamento. Al menos </span><span face=""verdana" , sans-serif">eso dice él, aunque nadie haya visto al animal. Probablemente lo finja.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Rick se acercó a la oveja, se inclinó junto a ella y tanteó </span><span face=""verdana" , sans-serif">en la gruesa capa de lana, que al menos era de verdad, en </span><span face=""verdana" , sans-serif">busca del panel de control oculto que manipulaba el mecanismo. Ante la atenta mirada de Barbour abrió la capa que</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">lo cubría, dejándolo al descubierto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—¿Lo ve? —preguntó a su vecino—. ¿Comprende ahora por qué insisto tanto con lo del potrillo?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Hubo una pausa.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Pobre hombre —dijo finalmente Barbour—. ¿Siempre ha sido así?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—No —dijo Rick mientras cerraba el panel que cubría </span><span face=""verdana" , sans-serif">los controles de la oveja eléctrica—. Hace tiempo tuvimos </span><span face=""verdana" , sans-serif">una oveja de verdad. Mi suegro nos la regaló antes de emigrar. Luego, hace más o menos un año, ¿se acuerda de cuando la llevé al veterinario? Nos cruzamos aquí esa mañana, </span><span face=""verdana" , sans-serif">cuando salí y la encontré tumbada de costado y no hubo </span><span face=""verdana" , sans-serif">manera de que se levantara.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Pero finalmente lo hizo —dijo Barbour, recordando </span><span face=""verdana" , sans-serif">y asintiendo—. Sí, logró que se incorporara, pero uno o dos </span><span face=""verdana" , sans-serif">minutos después volvió a caerse.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Las ovejas contraen enfermedades extrañas —explicó </span><span face=""verdana" , sans-serif">Rick—. O, por decirlo de otro modo, las ovejas contraen </span><span face=""verdana" , sans-serif">muchas enfermedades, pero con síntomas idénticos: no hay </span><span face=""verdana" , sans-serif">forma de hacer que se levanten, y tampoco la hay de saber</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">hasta qué punto revisten gravedad, si se trata de un esguince </span><span face=""verdana" , sans-serif">en una pata o se mueren de tétanos. De eso murió la mía, de </span><span face=""verdana" , sans-serif">tétanos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—¿Aquí arriba? ¿En la azotea? —preguntó Barbour.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—El heno —explicó Rick—. Esa vez no quité todo el </span><span face=""verdana" , sans-serif">alambre de la bala; dejé un trozo y Groucho, así la llamaba </span><span face=""verdana" , sans-serif">entonces, se hizo un corte con él y contrajo el tétanos. La </span><span face=""verdana" , sans-serif">llevé al veterinario pero murió. Le di muchas vueltas al tema </span><span face=""verdana" , sans-serif">hasta que al final llamé a una de esas tiendas que fabrican </span><span face=""verdana" , sans-serif">animales artificiales y les mostré la fotografía de Groucho.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Ellos la construyeron. —Señaló la réplica reclinada del animal, que seguía rumiando con calma, alerta al menor indi</span><span face=""verdana" , sans-serif">cio de avena—. Hicieron un trabajo de primera, y yo he </span><span face=""verdana" , sans-serif">invertido tiempo y atenciones cuidando de ella, como cuando era de verdad. Pero... —Se encogió de hombros.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—No es lo mismo —concluyó Barbour.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Casi. Sientes lo mismo haciéndolo; tienes que echarle </span><span face=""verdana" , sans-serif">un ojo, igual que cuando estaba realmente viva. Porque </span><span face=""verdana" , sans-serif">puede estropearse y entonces se enterarían todos en el edificio. He tenido que llevarla seis veces al taller para hacerle </span><span face=""verdana" , sans-serif">algunos arreglos sin importancia, pero si alguien se diera </span><span face=""verdana" , sans-serif">cuenta... Por ejemplo, una vez se rompió la cinta de voz, o </span><span face=""verdana" , sans-serif">acabó enredada a saber cómo, y la oveja no dejaba de balar.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Si alguien llega a darse cuenta habría reconocido un fallo </span><span face=""verdana" , sans-serif">mecánico —concluyó, pronunciando con énfasis la última </span><span face=""verdana" , sans-serif">palabra. Y añadió—: Incluso el camión del taller mecánico </span><span face=""verdana" , sans-serif">que la recoge lleva un letrero que reza Consulta veterinaria Tal. Y el conductor viste de blanco, como si fuera un </span><span face=""verdana" , sans-serif">veterinario. —Miró de pronto el reloj, consciente de la </span><span face=""verdana" , sans-serif">hora—.Tengo que ir a trabajar —dijo a Barbour—. Nos</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">veremos esta noche.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Cuando echó a caminar hacia el coche, Barbour le llamó.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Hum. No pienso mencionar nada de esto a los vecinos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Rick hizo una pausa, a punto de volverse para darle las </span><span face=""verdana" , sans-serif">gracias, pero entonces parte de la desesperación de la que le </span><span face=""verdana" , sans-serif">había hablado Iran le dio un golpecito en el hombro, y dijo:</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Yo qué sé. Tal vez no haya ninguna diferencia.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Pero le despreciarían. No todos, algunos. Ya sabe </span><span face=""verdana" , sans-serif">cómo se comporta la gente con quienes no cuidan de los </span><span face=""verdana" , sans-serif">animales; lo consideran inmoral, poco empático. Me refiero a que técnicamente ya no es un crimen como lo era al </span><span face=""verdana" , sans-serif">terminar la Guerra Mundial Terminus, pero el sentimiento </span><span face=""verdana" , sans-serif">sigue estando ahí.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">—Dios mío —dijo Rick, mostrando, vencido, las palmas de las manos—. Quiero tener un animal. Quiero comprar uno, pero con mi sueldo, con lo que gana un empleado </span><span face=""verdana" , sans-serif">municipal... —Si volviera a tener suerte en mi trabajo, pensó. Como hace dos años, cuando en un solo mes retiré cuatro andys. Si llego a saber entonces que Groucho iba a morir... Pero eso fue antes del tétanos. Antes de los seis </span><span face=""verdana" , sans-serif">centímetros de alambre roto que rodeaban la bala de heno, </span><span face=""verdana" , sans-serif">fino como una aguja hipodérmica.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Tendría que comprarse un gato —sugirió Barbour—.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Los gatos son baratos. Busque en su Catálogo Sidney.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—No quiero una mascota —dijo Rick en voz baja—.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif">Quiero lo que tuve, un animal grande. Una oveja o, si consigo el dinero, una vaca, un buey o lo que tiene usted: un </span><span face=""verdana" , sans-serif">caballo. —Cayó en la cuenta de que bastaría con cobrar la </span><span face=""verdana" , sans-serif">recompensa que ofrecían por retirar cinco andys. Mil dólares la pieza, muy por encima de mi salario, pensó. Entonces podría encontrar lo que busco en alguna parte, porque alguien me lo vendería. Incluso aunque apareciera impreso </span><span face=""verdana" , sans-serif">en cursiva en el Catálogo Sidney de animales y aves. Cinco mil dólares. Claro que antes esos cinco andys tendrían que viajar a la Tierra, procedentes de los planetas colonizados, pensó. Eso no puedo controlarlo, no puedo hacer que cinco vengan aquí y, aunque pudiera, por todo el mundo hay cazadores de recompensas que trabajan para otras agencias de policía. Los andys tendrían que instalarse en el norte de California y el cazarrecompensas más veterano de la zona, Dave Holden, tendría que morir o retirarse.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Compre un grillo —sugirió Barbour, ingenioso—. O un ratón. Eh, por veinticinco pavos hasta podría comprar un ejemplar adulto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Su caballo podría morir, igual que le sucedió a Groucho —replicó Rick—. Sin previa advertencia. Cuando vuelva a casa del trabajo esta noche podría encontrarse la yegua tumbada sobre el lomo, con las patas al aire, como un insecto; como lo que me ha sugerido: un grillo. —Se alejó caminando a paso vivo, con las llaves del coche en la mano.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">—Discúlpeme si le he ofendido —dijo Barbour, inquieto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">En silencio, Rick Deckard abrió la puerta de su vehículo flotante. No tenía nada más que decir a su vecino. Estaba concentrado en el trabajo, en la jornada que tenía por delante.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><b>¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><b>PHILIP K.DICK</b></span></div>
Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-84462385681171051862022-01-05T09:33:00.000+01:002023-01-23T20:02:19.754+01:00HISTORIA FANTÁSTICA <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-KQSxsp9wydc/VljFBTLYsTI/AAAAAAAEh8w/MrGOm625IQI/s1600/cf1219-A5706-market-ST-anti-icing.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="426" src="https://2.bp.blogspot.com/-KQSxsp9wydc/VljFBTLYsTI/AAAAAAAEh8w/MrGOm625IQI/s640/cf1219-A5706-market-ST-anti-icing.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b><br /></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b>Historia fantástica</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Contar la historia del día en que el fin del mundo se suspendió por mal tiempo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b><br /></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b>Aforismo</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b>El dinosaurio </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b>El mundo</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Dios todavía no ha creado el mundo; solo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b>El paraíso imperfecto</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Es cierto -dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b><br /></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b>El salto cualitativo </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">¿No habrá una especie aparte de la humana -dijo ella enfurecida arrojando el periódico al bote de la basura- a la cual poder pasarse? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">-¿Y por qué no a la humana? -dijo él.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b><br /></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><b>El Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho.</span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-cWtyObrDlw8/VljGyYHW6VI/AAAAAAAEh88/4UpG8-TjSRY/s1600/a-sss-monterrosokrddd.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="154" src="https://3.bp.blogspot.com/-cWtyObrDlw8/VljGyYHW6VI/AAAAAAAEh88/4UpG8-TjSRY/s320/a-sss-monterrosokrddd.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
</div>
<div>
<br /></div>
Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-11084973761436986762022-01-01T18:02:00.002+01:002023-01-23T20:02:39.006+01:00TRES FÁBULAS FEMINISTAS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-kpF4GIyHs2c/YEW23ODTeMI/AAAAAAAGc-g/2AgwcDb4UH88GIUtmVnUZwC-xYKf0zcOwCLcBGAsYHQ/s621/Suniti%2BNamjoshi%2BDescontexto.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="382" data-original-width="621" src="https://1.bp.blogspot.com/-kpF4GIyHs2c/YEW23ODTeMI/AAAAAAAGc-g/2AgwcDb4UH88GIUtmVnUZwC-xYKf0zcOwCLcBGAsYHQ/s16000/Suniti%2BNamjoshi%2BDescontexto.jpg" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"><b>Historia de un caso</b></span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;">Después del incidente, la pequeña R. se quedó traumatizada. El lobo no está muerto. El guardabosques es el lobo. Si no, ¿Cómo es que estuvo allí justo a tiempo? Se lo explica a su madre. Madre no está contenta. Piensa que el guardabosques es sumamente simpático. Se muere la abuela. El lobo no está muerto. El lobo se casa con madre. R. no está contenta. R. es una chiquilla. Madre piensa que el lobo es sumamente simpático. Le rogamos que vea al psiquiatra. El psiquiatra explicará que, en general, los lobos son sumamente simpáticos. R. se lo toma al pie de la letra. Está bien ser lobo. Mamá es un lobo. Ella es un lobo. El psiquiatra es un lobo. Mamá y el psiquiatra, y también el guardabosques, están sumamente tensos.</span></div>
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<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"><b>Una habitación privada</b></span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;">La quinta vez, las cosas fueron distintas. Le dio sus instrucciones, le entregó las llaves (incluida la pequeña) y se marchó solo cabalgando. Volvió a aparecer exactamente cuatro semanas más tarde. La casa estaba limpia, los suelos encerados y la puerta de la habitación pequeña no había sido abierta. Barbazul estaba asombrado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"> —Pero, ¿no sentías curiosidad? —le preguntó a su esposa.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"> —No —respondió ella.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"> —Pero, ¿no deseabas descubrir mis secretos más íntimos?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"> —¿Por qué? —le replicó la mujer.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"> —Bueno —dijo Barbazul—, es lo normal. ¿No deseabas saber quién era yo en realidad?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"> —Eres Barbazul y mi esposo.</span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"> —Pero el contenido de la habitación… ¿No deseabas ver lo que hay en el interior de esa habitación?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"> —No —dijo la criatura—, creo que tienes el derecho de poseer una habitación privada.</span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;">Aquello lo irritó de tal manera que la mató en aquel mismo instante. En el juicio alegó provocación.</span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"><b>Leyenda</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;">Había una vez un monstruo hembra. Vivía en el fondo del mar, a seis mil metros de profundidad, y fue solo una leyenda hasta que un día los científicos se reunieron para pescarla. La arrastraron hasta la costa, la cargaron en un camión y finalmente la colocaron en un vasto anfiteatro donde se aprestaron a efectuar su disección. Pronto se vio que estaba embarazada. Alertaron a las fuerzas de seguridad y precintaron todas las puertas, porque eran hombres responsables y no querían correr riesgos con los cachorros del monstruo, pues quién sabe el daño que habrían podido causar si se los hubiera dejado sueltos por el mundo. Pero el monstruo hembra murió con su camada de monstruos enterrada en su seno. Abrieron las puertas. La carne del monstruo empezaba a despedir mal olor. Varios científicos sucumbieron a los gases. No se rindieron. Trabajaban en turnos y con mascarillas. Al final, rascaron los huesos de la criatura hasta que quedaron bien limpios y contemplaron su brillante esqueleto. El esqueleto puede verse en el Museo Nacional. Debajo se puede leer: «El temido monstruo hembra. Los gases de esta criatura son nocivos para los hombres». Y a continuación figuran los nombres de los científicos que dieron su vida para descubrirlo.</span></div>
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<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
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<b><span style="font-family: georgia;"><span face=""verdana" , sans-serif">Suniti Namjoshi - </span>en Niñas malas, mujeres perversas (Antología), 1989</span></b></div>
<div style="text-align: justify;"><br /></div>
Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-47126782205639470942021-12-29T07:06:00.000+01:002023-05-29T18:49:17.854+02:00EL OCÉANO INVISIBLE<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-YekaD2_-7z8/VByHV-sQwnI/AAAAAAAD9Qw/vDhWlhclN-0/s1600/TrQ1-il4vkQk4VeN28dAkzl72eJkfbmt4t8yenImKBVvK0kTmF0xjctABnaLJIm9.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-YekaD2_-7z8/VByHV-sQwnI/AAAAAAAD9Qw/vDhWlhclN-0/s16000/TrQ1-il4vkQk4VeN28dAkzl72eJkfbmt4t8yenImKBVvK0kTmF0xjctABnaLJIm9.jpg" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Roque se apropió de la casa hace una década, apenas una cabaña abandonada, situada en la cima de una colina que da al Pacífico. Era un hombre mayor cuando desembarcó, ahora es un anciano. Dejó la caleta y subió por la colina sin tener claro a dónde se dirigía. Vio una casa descuidada, la hierba crecida, los vidrios rotos. Encontró la puerta sin seguro, entró y se quedó. Vino al océano a esperar la muerte. No anhelaba morir, no era suicida ni buscaba lástima, aguardaba porque era lo que deseaba hacer. Había llegado a la vejez solo, quería esperar el fin con calma, entregarse así como uno se deja llevar por un dormir profundo sin sueños ni pesadumbre, sin la angustia prometida por la procesión de días. A esa altura sabía quién era y la quietud se había afirmado en él. En la vida de Roque ya nada acontece, no se angustia por las cosas que antes lo desvelaban y todo es más sencillo, no siente la necesidad de resolver nada, jamás la hubo, ahora comprende eso. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Nunca se acostumbró a la enormidad del mar, la belleza azul y gris del océano que se infla y revienta contra las rocas. El estruendo es eterno y es parte de la casa pero solo lo oye cuando decide escucharlo. Ahora lo siente con más detención, ahora que la vista le falla, que los detalles de las olas se desdibujan y los colores del atardecer se vuelven una luz difusa de la que a veces duda. La ceguera partió hace unos ocho o nueve meses, primero notó que el brillo normal de las cosas se había atenuado, como si usara lentes oscuros, o como si los días siempre estuviesen nublados. No le dio mayor importancia, incluso se convenció de que el fulgor del mundo previo era un engaño de la memoria, que nunca fue así, como le pasaba con los recuerdos apócrifos de la niñez cuando todo aparentaba ser más luminoso. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Vive con un perro bello, llegó solo, grande y negro con una lengua azul. No le puso nombre, llegó crecido, sintió que ponerle uno a esa altura sería una falta de respeto, que sería arrebatarle un nombre que él ignoraba. A veces una que otra persona lo viene a visitar, pero ellos tienen vidas, cosas que hacer, no espera que alguien venga a cuidarlo. No quiere eso. Los jóvenes hablan de la soledad como si fuese algo terrible o triste, que lo peor que le puede pasar a alguien es morir solo. No entienden, no tienen cómo entenderlo. Estar solo ahora, cuando las cosas se acaban, es un alivio, ya no hay para qué ni para quién disimular, no hay máscaras que exhibir, puede ser nadie sin fingir ser alguien. A Roque siempre le agotó ese aspecto de estar en la presencia de otros, la presión de tener que vestirse de alguien, de actuar como si fuese alguien, un alguien que nos inventamos para no incomodar a los demás con nuestros vacíos. Ahora por fin siente que puede abandonar ese teatro y descansar en su propio vacío. Hay un pequeño triunfo en eso, llegar a la muerte sabiendo estar con uno mismo, sin ruido, sin dependencia. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La segunda señal fue cuando empezó a chocar con los pocos muebles que hay en la casa. Una mañana, al pasar a la cocina, su cadera dio con el respaldo de una silla, a los pocos minutos ocurrió de nuevo, rozó la esquina de la mesa, en la tarde pateó sin querer el tacho de basura. El campo visual se le estaba cerrando, las cosas que antes percibía en las periferias ya no se le revelaban. El deterioro era evidente pero no quiso aceptarlo. Cada mañana se miraba al espejo que tiene en la pieza y se evaluaba. Flaco, pelo completamente blanco, la espalda un poco encorvada, pero el cuerpo fuerte aún. Este año cumple ochenta y dos. Se revisaba la piel, los lunares, notó que le costaba encontrarlos en el espejo y que cada semana que pasaba debía acercarse un poco más al reflejo para descubrirlos. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">En las tardes se alza la niebla del océano y se instala el frío. Sin luz de afuera solo ve umbras y penumbras, pero ahora conoce la cabaña de memoria. Ya no choca con muebles ni se tropieza con la alfombra. La rutina siempre es la misma, cuando cae la sombra y sube el frío, va por la leña que guarda en la terraza bajo una lona impermeable. Hace tres viajes, puede cargar cuatro leños cada vez. Los apila al lado de la chimenea y agarra los fósforos que guarda debajo del calefont. Toma tres hojas de diario, la banqueta de madera y se sienta frente a la chimenea. Dispone la leña sobre el papel arrugado y le da fuego. Aún logra percibir la luz de las llamas, es un brillo débil, a veces amarillento a veces rojizo. Deja que el papel de diario arda hasta oír la madera crepitar, hasta oler el pino quemado y sentir el calor contra su rostro. Anima el fuego con un secador de pelo que mantiene enchufado al lado del nicho. El perro lo acompaña, está ahí con cada paso que da. El animal se acuesta frente a de la chimenea y se deja temperar.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Al comienzo no le contó a nadie que estaba perdiendo la vista. Un par de veces al mes lo visita un hijo, a veces una que otra nieta. Todos viven lejos del océano, allá en la ciudad, de vez en cuando alguno se queda más rato como suele ocurrir en el verano cuando se pueden tomar una semana o dos, pero entiende que poco a poco esas estadías se harán más cortas y menos frecuentes. Sus vidas son jóvenes, tienen familias, planes, otros viajes, el futuro para ellos es algo que aún no ocurre. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El primero en notarlo fue un amigo que también vive en la costa, en el pueblo contiguo. Vio que caminaba por la cabaña con una mano siempre tocando la pared o algún mueble. No le dijo nada hasta la tercera visita. Su amigo también viene poco, pero no porque esté ocupado ni tenga grandes planes sino porque es viejo como Roque y cultiva su propia soledad, espera tranquilo su propio fin. Esa historia es suya.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">«El océano invisible», de Mike Wilson - Bloc Descontexto Editores, 2021</span></p>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-50009802105610722272021-12-27T09:00:00.000+01:002023-01-24T07:08:53.533+01:00EL PEATÓN<div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-_72mdTvLBFg/YTW8dxkafRI/AAAAAAAGkUE/doXhXsNNL_coJD53GjqETnPhAQsZBFjdwCLcBGAsYHQ/s676/yrwdoxyqgvqna4inoxgjbjdoql6jc3sachvcdoaizecfr3dnitcq_3_0.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="357" data-original-width="676" src="https://1.bp.blogspot.com/-_72mdTvLBFg/YTW8dxkafRI/AAAAAAAGkUE/doXhXsNNL_coJD53GjqETnPhAQsZBFjdwCLcBGAsYHQ/s16000/yrwdoxyqgvqna4inoxgjbjdoql6jc3sachvcdoaizecfr3dnitcq_3_0.png" /></a></div><br /><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead. Se detenía en una bocacalle, y miraba a lo largo de las avenidas iluminadas por la Luna, en las cuatro direcciones, decidiendo qué camino tomar. Pero realmente no importaba, pues estaba solo en aquel mundo del año 2052, o era como si estuviese solo. Y una vez que se decidía, caminaba otra vez, lanzando ante él formas de aire frío, como humo de cigarro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">A veces caminaba durante horas y kilómetros y volvía a su casa a medianoche. Y pasaba ante casas de ventanas oscuras y parecía como si pasease por un cementerio; sólo unos débiles resplandores de luz de luciérnaga brillaban a veces tras las ventanas. Unos repentinos fantasmas grises parecían manifestarse en las paredes interiores de un cuarto, donde aún no habían cerrado las cortinas a la noche. O se oían unos murmullos y susurros en un edificio sepulcral donde aún no habían cerrado una ventana.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El señor Leonard Mead se detenía, estiraba la cabeza, escuchaba, miraba, y seguía caminando, sin que sus pisadas resonaran en la acera. Durante un tiempo había pensado ponerse unos botines para pasear de noche, pues entonces los perros, en intermitentes jaurías, acompañarían su paseo con ladridos al oír el ruido de los tacos, y se encenderían luces y aparecerían caras, y toda una calle se sobresaltaría ante el paso de la solitaria figura, él mismo, en las primeras horas de una noche de noviembre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">En esta noche particular, el señor Mead inició su paseo caminando hacia el oeste, hacia el mar oculto. Había una agradable escarcha cristalina en el aire, que le lastimaba la nariz, y sus pulmones eran como un árbol de Navidad. Podía sentir la luz fría que entraba y salía, y todas las ramas cubiertas de nieve invisible. El señor Mead escuchaba satisfecho el débil susurro de sus zapatos blandos en las hojas otoñales, y silbaba quedamente una fría canción entre dientes, recogiendo ocasionalmente una hoja al pasar, examinando el esqueleto de su estructura en los raros faroles, oliendo su herrumbrado olor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Hola, los de adentro -les murmuraba a todas las casas, de todas las aceras-. ¿Qué hay esta noche en el canal cuatro, el canal siete, el canal nueve? ¿Por dónde corren los cowboys? ¿No viene ya la caballería de los Estados Unidos por aquella loma?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La calle era silenciosa y larga y desierta, y sólo su sombra se movía, como la sombra de un halcón en el campo. Si cerraba los ojos y se quedaba muy quieto, inmóvil, podía imaginarse en el centro de una llanura, un desierto de Arizona, invernal y sin vientos, sin ninguna casa en mil kilómetros a la redonda, sin otra compañía que los cauces secos de los ríos, las calles.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Qué pasa ahora? -les preguntó a las casas, mirando su reloj de pulsera-. Las ocho y media. ¿Hora de una docena de variados crímenes? ¿Un programa de adivinanzas? ¿Una revista política? ¿Un comediante que se cae del escenario?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">¿Era un murmullo de risas el que venía desde aquella casa a la luz de la luna? El señor Mead titubeó, y siguió su camino. No se oía nada más. Trastabilló en un saliente de la acera. El cemento desaparecía ya bajo las hierbas y las flores. Luego de diez años de caminatas, de noche y de día, en miles de kilómetros, nunca había encontrado a otra persona que se paseara como él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Llegó a una parte cubierta de tréboles donde dos carreteras cruzaban la ciudad. Durante el día se sucedían allí tronadoras oleadas de autos, con un gran susurro de insectos. Los coches escarabajos corrían hacia lejanas metas tratando de pasarse unos a otros, exhalando un incienso débil. Pero ahora estas carreteras eran como arroyos en una seca estación, sólo piedras y luz de luna.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Leonard Mead dobló por una calle lateral hacia su casa. Estaba a una manzana de su destino cuando un auto solitario apareció de pronto en una esquina y lanzó sobre él un brillante cono de luz blanca. Leonard Mead se quedó paralizado, casi como una polilla nocturna, atontado por la luz.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Una voz metálica llamó:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Quieto. ¡Quédese ahí! ¡No se mueva!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Mead se detuvo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¡Arriba las manos!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Pero... -dijo Mead.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¡Arriba las manos, o dispararemos!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La policía, por supuesto, pero qué cosa rara e increíble; en una ciudad de tres millones de habitantes sólo había un auto de policía. ¿No era así? Un año antes, en 2052, el año de la elección, las fuerzas policiales habían sido reducidas de tres autos a uno. El crimen disminuía cada vez más; no había necesidad de policía, salvo este auto solitario que iba y venía por las calles desiertas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Su nombre? -dijo el coche de policía con un susurro metálico.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Mead, con la luz del reflector en sus ojos, no podía ver a los hombres.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Leonard Mead -dijo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¡Más alto!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¡Leonard Mead!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Ocupación o profesión?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Imagino que ustedes me llamarían un escritor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sin profesión -dijo el auto de policía como si se hablara a sí mismo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La luz inmovilizaba al señor Mead, como una pieza de museo atravesada por una aguja.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sí, puede ser así -dijo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">No escribía desde hacía años. Ya no vendían libros ni revistas. Todo ocurría ahora en casa como tumbas, pensó, continuando sus fantasías. Las tumbas, mal iluminadas por la luz de la televisión, donde la gente estaba como muerta, con una luz multicolor que les rozaba la cara, pero que nunca los tocaba realmente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sin profesión -dijo la voz de fonógrafo, siseando-. ¿Qué está haciendo fuera?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Caminando -dijo Leonard Mead.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¡Caminando!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sólo caminando -dijo Mead simplemente, pero sintiendo un frío en la cara.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Caminando, sólo caminando, caminando?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sí, señor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Caminando hacia dónde? ¿Para qué?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Caminando para tomar aire. Caminando para ver.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¡Su dirección!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Calle Saint James, once, sur.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Hay aire en su casa, tiene usted acondicionador de aire, señor Mead?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Y tiene usted televisor?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-No.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿No?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Se oyó un suave crujido que era en sí mismo una acusación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Es usted casado, señor Mead?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-No.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-No está casado -dijo la voz de la policía detrás del rayo brillante.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La luna estaba alta y brillaba entre las estrellas, y las casas eran grises y silenciosas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Nadie me quiere -dijo Leonard Mead con una sonrisa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¡No hable si no le preguntan!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Leonard Mead esperó en la noche fría.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Sólo caminando, señor Mead?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Pero no ha dicho para qué.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Lo he dicho; para tomar aire, y ver, y caminar simplemente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Ha hecho esto a menudo?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Todas las noches durante años.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El auto de policía estaba en el centro de la calle, con su garganta de radio que zumbaba débilmente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Bueno, señor Mead -dijo el auto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Eso es todo? -preguntó Mead cortésmente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Sí -dijo la voz-. Acérquese. -Se oyó un suspiro, un chasquido. La portezuela trasera del auto se abrió de par en par-. Entre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Un minuto. ¡No he hecho nada!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Entre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¡Protesto!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Señor Mead...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Mead entró como un hombre que de pronto se sintiera borracho. Cuando pasó junto a la ventanilla delantera del auto, miró adentro. Tal como esperaba, no había nadie en el asiento delantero, nadie en el auto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Entre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Mead se apoyó en la portezuela y miró el asiento trasero, que era un pequeño calabozo, una cárcel en miniatura con barrotes. Olía a antiséptico; olía a demasiado limpio y duro y metálico. No había allí nada blando.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Si tuviera una esposa que le sirviera de coartada... -dijo la voz de hierro-. Pero...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Hacia dónde me llevan?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El auto titubeó, dejó oír un débil y chirriante zumbido, como si en alguna parte algo estuviese informando, dejando caer tarjetas perforadas bajo ojos eléctricos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Al Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Mead entró. La puerta se cerró con un golpe blando. El auto policial rodó por las avenidas nocturnas, lanzando adelante sus débiles luces.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Pasaron ante una casa en una calle un momento después. Una casa más en una ciudad de casas oscuras. Pero en todas las ventanas de esta casa había una resplandeciente claridad amarilla, rectangular y cálida en la fría oscuridad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-Mi casa -dijo Leonard Mead.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Nadie le respondió.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El auto corrió por los cauces secos de las calles, alejándose, dejando atrás las calles desiertas con las aceras desiertas, sin escucharse ningún otro sonido, ni hubo ningún otro movimiento en todo el resto de la helada noche de noviembre.</span></div></div><div><br /></div><div><br /></div><span style="font-family: georgia;"><b>
el peaton - ray bradbury </b></span><div><span style="font-family: georgia;"><b>en Fábulas fantásticas, 1998 </b></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><b>blog:descontexto.blogspot.com
</b></span></div>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-71684799427429870322021-12-10T17:08:00.000+01:002023-01-24T07:09:07.238+01:00TODOS USTEDES, ZOMBIS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-jillaOIK1Do/XxhWdARhGSI/AAAAAAAGT4Y/nQv4gFtLx-4eOxulb2gWJU6geQlmVOTlQCLcBGAsYHQ/s1600/91C.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="419" data-original-width="669" height="400" src="https://1.bp.blogspot.com/-jillaOIK1Do/XxhWdARhGSI/AAAAAAAGT4Y/nQv4gFtLx-4eOxulb2gWJU6geQlmVOTlQCLcBGAsYHQ/s640/91C.jpg" width="640" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Yo lustraba una copa de coñac cuando entró la madre soltera. Anoté la hora: </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">las 22.17, zona cinco, tiempo del Este, 7 de noviembre de 1970. Los agentes </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">temporales siempre apuntamos la fecha y la hora. Es una norma. La madre </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">soltera era un hombre de veinticinco años, no más alto que yo, de cara infantil </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">y temperamento quisquilloso. No me gustaba su aspecto (nunca me gustó) </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pero yo había venido aquí para reclutarlo. Le obsequié mi mejor sonrisa de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">mostrador. Tal vez soy demasiado severo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">No era afeminado. Lo llamaban así porque cuando algún entrometido le </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">preguntaba su profesión, el hombre decía a veces:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Soy una madre soltera. - Y si estaba de buen humor continuaba: -A cuatro </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">centavos por palabra. Escribo historias confidenciales para revistas de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">mujeres.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Pero si estaba de mal humor, se quedaba esperando que alguien hiciese </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">alguna broma. En la pelea cuerpo a cuerpo era más peligroso que un policía </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">femenino. Este era uno de los motivos por los que yo lo necesitaba. No el </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">único.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Esta noche venía bastante bebido, y parecía detestar a la gente más que de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">costumbre. Silenciosamente le serví una ración doble de aguardiente, y dejé la </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">botella. Bebió y se sirvió otro vaso.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Pasé el trapo por el mostrador. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Cómo anda el negocio de la madre soltera?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">El hombre apretó el vaso. Pensé que me lo iba a tirar a la cara, y tanteé </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">debajo del mostrador en busca de la cachiporra. Hay tantos factores, en el </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">campo de la manipulación temporal, que no es posible correr riesgos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Advertí en la cara del hombre una fracción infinitesimal de distensión. Ese </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">índice que uno aprende a detectar en la escuela.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Lo siento - dije -. Sólo quise preguntar cómo andan los negocios. Imagine </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">que le pregunté qué tal está el tiempo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Me miró, amargado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Oh, los negocios andan bien. Yo las escribo, ellos las publican, yo como.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Me serví un trago y me incliné hacia él.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Para decirle la verdad - comenté -, usted escribe bien. He leído algunas de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">esas historias. Es asombroso cómo ha captado usted el punto de vista </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">femenino.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Este era un desliz que yo debía arriesgar: él nunca me había dicho qué </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">seudónimos usaba. Pero estaba tan irritado, que sólo retuvo mis palabras </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">finales.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¡El punto de vista femenino! - repitió, bufando -. Si, ya lo creo que conozco </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">ese punto de vista.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">~ ¿Si? - murmuré, vagamente - ¿hermanas?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">No. Usted no me creerla, si le contara.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Vamos, vamos - repuse suavemente -, los barmen y los psiquiatras saben </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">que nada es más extraño que la verdad. Mire, hijo mio, si usted oyera las </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">historias oigo yo... bueno, se haría rico. Es increíble.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Usted no sabe lo que significa "increíble".</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿De veras? Pues a mi nada asombra.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La madre soltera resopló o vez.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Quiere apostar lo que queda de la botella?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Le apostaré una botella entera - dije, y la puse en el mostrador.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Hice señas al otro barman - que se ocupara del negocio. Estabamos en la </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">punta del mostrador, un lugar para un solo banquillo que yo convertía en </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">refugio privado colocando sobre el mostrador frascos con huevos conserva y </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cosas por el estilo. En la otra punta habia unos parroquianos mirando el </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">boxeo, en la pantalla del televisor, y alguien hacía sonar la juke-box. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Muy bien - dijo la madre soltera -, soy un bastardo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Eso no es una ninguna distinción aquí - señalé.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Lo digo en serio - replicó. Mis padres no estaban casados.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Ninguna novedad. Los mios tampoco.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Cuando... - La madre soltera se interrumpió y por primera vez desde que lo </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">conocía, me miró con cierta amabilidad-. ¿En serio?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Por supuesto. Soy bastardo Ciento por ciento. En realidad - agregué, nadie se </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">casa en mi familia Todos bastardos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">¿Y eso?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Oh esto. - Se lo mostré. - Parece un anillo de compromiso. Es para ahuyentar </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">a las mujeres.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Era un a vieja sortija que compré en 1985 a un colega, que la había traído de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">la Creta pre-cristiana.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- La serpiente Uroboros - expliqué -, la Serpiente del Mundo que se muerde </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">eternamente la cola. Un símbolo de la Gran Paradoja.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Pero él apenas lo miró.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Si usted es realmente un bastardo, sabe cómo se siente uno. Cuando yo era </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">todavía una chiquilla.,.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¡Epa! - lo interrumpí -. ¿Le oí bien?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Quién cuenta esta historia?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Cuando yo era una chiquilla... Oiga, ¿nunca oyó hablar de Christine </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Jorgenson? ¿O de Roberta Cowell?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Ajá, esos casos de cambio de sexo. ¿Pero usted pretende hacerme creer....?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Vea, si me interrumpe, no hablo. A mí me dejaron en un orfanato de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Cleveland, en 1945, cuando tenía un mes de edad. Después, de chica, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">empecé a envidiar a los niños que tenían padres. Más tarde, cuando me enteré de las cosas del sexo... y creame Pop, que se aprende rápido en un </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">orfanato...</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Ya sé.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-…juré solemnemente que un hijo mío tendría padre y madre. Esa idea me </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">mantuvo "pura'; cosa que era una hazaña en ese medio.. ¿ Para conseguirlo,</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">debí aprender a pelear. Después fui creciendo, y comprendí que tenía muy </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pocas posibilidades de casarme... por los mismos motivos por los que nadie </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">me habla adoptado. - Hizo una mueca. - Tenía cara de caballo, dientes largos </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">de chivo, pecho chato y pelo de cepillo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- No parece mucho más feo que yo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿A quién le importa si un barman es feo? ¿O un escritor? Pero la gente que </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">quiere adoptar un niño, elige esos gansos de ojos azules y cabellos de oro.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Más tarde, los muchachos deben tener un tórax fornido, una cara simpática y </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">esa actitud-tan-maravillosamente-masculina... - La madre soltera se encogió </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">de hombros.- Yo no podía competir. Decidí incorporarme a la W.E.N.C.H.E.S.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Eh?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Es la sigla de la Sección Hospitalidad y Entretenimiento del Cuerpo Nacional </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">de Emergencia Femenino. La llaman ahora Angeles del Espacio. A.N.G.E.L. </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Grupo Auxiliar de Protección de las Legiones Extraterrestres.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Reconocí ambas denominaciones, cuando las ubiqué en el tiempo. Nosotros </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">usamos todavía una tercera sigla: W.H.O.R.E., que significa Hospitalaria</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Orden Femenina para Alentar y Fortificar Cosmonautas , y designa a ese </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">servicio militar de elite. El cambio de vocabulario es el peor obstáculo en los </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">saltos por el tiempo... ¿Sabían ustedes que "estación de servicio" significó en </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">una época un dispensario de fracciones de petróleo? Una vez, cuando yo </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cumplía una misión en la Era Churchill, una mujer me dijo: "Lo espero en la </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">estación de servicio vecina"; pero una estación de servicio (en ese entonces) </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">no tenía una cama.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La madre soltera continuó:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Fue entonces cuando se admitió, por primera vez, que era imposible enviar </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">hombres solos al espacio durante meses y años. Había que aliviarles la </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">tensión. ¿Recuerda cómo protestaron los puritanos? Bueno, eso me favoreció,</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">ya que al principio no abundaban las voluntarias. Una muchacha debía ser </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">respetable, preferiblemente virgen (querían adiestrarías a partir de cero), de un </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">nivel mental superior al medio, y emocionalmente estable. Pero la mayoría de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">las voluntarias eran viejas busconas, o neuróticas que perderían la chaveta </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">diez días después de salir de la Tierra. En consecuencia, yo no necesitaba ser </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">bonita; si me aceptaban, me arreglarían los dientes de chivo, me ondularían el </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pelo, me enseñarían a caminar y a bailar, a escuchar a un hombre con </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">expresión agradable, y todo lo demás... sin contar el adiestramiento para los </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">deberes fundamentales. Si era necesario hasta me harían la cirujía estética...</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Ningún esfuerzo era excesivo, tratándose de Nuestros Muchachos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Más aún, nos evitaban los embarazos... y al término del contrato, era casi </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">seguro que una se casaba. Lo mismo ocurre hoy: los Angeles del Espacio se</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">casan con los cosmonautas. Hablan el mismo idioma.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"A los dieciocho años, me colocaron como auxiliar de casa de familia. La </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">familia en cuestión quería una sirvienta barata, simplemente; pero a mí no me </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">importaba. No podía alistarme hasta cumplir veintiuno. Hacía las tareas de la </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">casa y asistía a la escuela nocturna. Fingía estudiar taquigrafía y dactilografía,</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pero en realidad iba a los cursos de atractivo personal.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Fue entonces cuando conocí a ese farsante, con sus billetes de cien dólares. </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- La madre soltera torció la cara. - Un inservible, aunque realmente tenía un </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">fajo de billetes de cien. Me mostró uno una noche, y me lo ofreció.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Pero yo no lo acepté. El hombre me gustaba. Era el primero que se mostraba </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">amable conmigo sin intentar otros juegos. Abandoné la escuela nocturna para </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">verlo más seguido. Fue la época más feliz de mi vida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">“Entonces, una noche en el parque, empezaron los juegos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La madre soltera calló.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">¿Y después? - pregunté.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Y después, ¡nada!. Nunca volví a verlo. Me acompañó a casa, me dijo que </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">me quería, se despidió con un beso y un buenas noches, y no lo vi más. Si </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pudiera encontrarlo concluyó la madre soltera con acento lúgubre, lo mataría!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Bueno - me condolí -, comprendo cómo se siente. Pero matarlo... nada más </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">que por...Hum . ¿Usted le ofreció resistencia?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">¿Qué? ¿Y eso qué tiene que ver?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"> Mucho. Tal vez se merezca Y un pár de costillas rotas, pero...</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"> -¡Merece algo mucho peor! Espere a que termine de contarle. Me las arreglé </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">para que nadie sospechara, y me consolé diciéndome que todo era para bien; </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">que realmente no lo había querido y que probablemente nunca querria a </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">nadie. Estaba más ansiosa que nunca por ingresar en la W.E.N.H.E.S. No </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">hábía quedado descalificada, pues ellos no insistian demasiado en la cuestión</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">de la virginidad. Me reanimé.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Sólo cuando las faldas empezaron a apretarme, comprendí.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"> ¿Embarazada?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Como una vaca. Y esos avaros que me habían empleado se hicieron los </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">tontos mientras pude trabajar. Después me sacaron a patadas, y el orfanato </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">no quiso recibirme otra vez. Terminé en un hospital de caridad, rodeada por </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">otros grandes bombos y trotacalles hasta que me llegó el momento.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Una noche me encontré en una mesa de operaciones, con una enfermera </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">que decía: 'Relájese. Ahora respire hondo.'</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Me desperté en la cama, paralizada del pecho para abajo. Cuando entró el </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cirujano, me preguntó, muy contento:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"-¿Qué tal, cómo se siente? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Como una momia.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Natural. Está fajada como una momia, y llena de anestésico. Va a salir bien, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pero una cesárea no es un chiste.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Una cesárea - repetí -. Doctor... ¿perdi el bebé?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Oh, no. Su bebé está perfectamente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Ah. ¿Varón o nena?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Una sanísima mujercita, de veras. Cinco libras, tres onzas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Me tranquilicé. Ya era algo; haber hecho un bebé. Me iría a cualquier parte - </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pensé -, agregaría 'señora' a mi apellido y dejaría que la niña pensara que su </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">padre había muerto... Mí hija no terminaría en un orfanato.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Pero el cirujano seguía hablando:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Dígame, este... - evitó pronunciar mi nombre -. ¿Alguna vez observó que su </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">sistema glandular es... extraño?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"-¿Qué? - respondí -. Por supuesto que no. ¿Qué quiere decir?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"El hombre vacilaba.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Se lo diré en una sola dosis. Luego una inyección, para que se duerma y se </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">le pasen los nervios.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"-¿Nervios? ¿Por qué?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"-¿Alguna vez oyó hablar de ese médico escocés que fue mujer hasta los </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">treinta y cinco años? Después se operó, y fue un hombre, desde el punto de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">vista medico y legal. Se casó. Todo perfecto. </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Y eso, ¿qué tiene que ver conmigo?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Es lo que estoy tratando de explicarle. Usted es un hombre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Quise enderezarme.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"-¿Qué?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Calma. Cuando la abrí, me encontré con todo un espectáculo. Llamé al </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cirujano jefe, mientras yo sacaba al niño; después, con usted todavía en la </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">mesa, celebramos una consulta... y trabajamos durante horas para salvar lo </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">que se podía salvar. Usted tenía dos series completas de órganos, ambas </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">inmaduras; pero la serie femenina estaba bastante desarrollada como para </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">permitirle tener un bebé. Esos órganos, sin embargo9 ya no podían servirle de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">nada, así que los extirpamos y reordenamos las cosas, para que pueda </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">desarrollarse adecuadamente como hombre. -Me puso una mano en el </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">hombro.- No se preocupe. Es usted joven, los huesos se le readaptarán, le </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">vigilaremos el equilibrio glandular... y haremos de usted un hermoso ejemplar</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">masculino.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Me eché a llorar. "-¿Y mi hija?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Bueno” no podrá amamantarla, no tiene bastante leche. En su lugar, yo ni </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">siquiera la veria, Le buscaría unos padres adoptivos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"-¡No!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"El médjco se encogió de hombros.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"- Usted decide. Es usted la madre, bueno... el padre. Pero ahora no se </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">preocupe. Lo primero es recuperarse.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Al día siguiente me dejaron ver a la niña, y seguí viéndola diariamente, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">tratando de acostumbrarme a ella. Nunca habla visto un recién nacido, y no </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">imaginaba qué feos son... Mi hija, parecía un monito anaranjado. Mis </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">sentimiéntos se convirtieron en la firme decisión de protegerla. Pero cuatro</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">semanas más tarde, eso no significaba nada.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Cómo?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- La secuestraron.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿La secuestraron?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La madre soltera estuvo a punto de voltear la botella.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- La raptaron. ¡La robaron dé la nursery del hospital! - La madre soltera </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">respiraba con dificultad.- Y así me quitaron la última razón de mi vida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Feo asunto - admití -. Tome otro. No, mejor no. ¿Ninguna pista?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- La policía no descubrió nada. Alguien había ido a verla, diciendo que era el </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">tío. En un descuido de la enfermera, se la llevó.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Y el secuestrador cómo era?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Un hombre corriente, con una cara en forma de cara, como la suya o la mía, -</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La madre soltera frunció el ceño. - Creo que era el padre. La enfermera juró </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">que era un hombre de más edad, probablemente se había maquillado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">¿Quién, sino él, podía robarme la criatura? Las mujeres sin hijos suelen hacer </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">esas cosas, quién iba a decir que un hombre….</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">¿Qué pasó después?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Estuve once meses más en ese horrible lugar. Me operaron tres veces A los </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cuatro meses empezó crecerme la barba. Antes de salir ya me afeitaba todos</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">los días...y evidentemente era un hombre. - La madre soltera sonrió </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">ácidamente. - Empezaba a mirarles las piernas a las enfermeras. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Bueno - admití -, me parece la cosa salió bastante bien. Se ha convertido en </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">un hombre normal, gana bastante dinero, no. problemas. Además, la vida de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">la mujer no es fácil.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La madre soltera me miró con furia.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¡Qué sabrá usted! ¿Por qué lo dice?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">¿Alguna vez oyó esa expresion, "una mujer arruinada"?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Hum, hace años. Ya no significa mucho.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Pues yo estaba tan arruinado puede estarlo una mujer. Ese canalla me </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">arruinó realmente vida. Yo ya no era una mujer, y no sabía cómo ser un </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">hombre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">¡Supongo que es cuestión de costumbre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Usted no tiene la menor idea.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">No hablo de aprender a vestirme, o de no equivocarse de baño en un </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">restaurante. Todo eso lo aprendí en el hospital. ¿Pero como podía vivir? ¿En</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">qué me emplearía? Diablos, ni </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">siquiera sabía conducir un automóvil. No </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">conocía un oficio, no podía hacer ningún trabajo manual: demasiado tejido </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cicatrizante, demasiado tierno.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Detestaba a aquel individuo, además, por haberme quitado esa posibilidad de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">ingresar en la W.E.N.C.H.E.S Pero sólo; comprendí cuánto lo odiaba cuando </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">quise entrar en el Cuerpo Espacial. Un simple vistazo a. mi abdomen y me </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">declararon inepto para el servicio militar. El oficial médico dedicó un buen rato, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">sin embargo, a examinarme. Por simple curiosidad. Ya había leído mi historial.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Entonces cambié de nombre y vine a Nueva York. Me coloqué de ayudante </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">de cocina en un restaurante. Después alquilé una máquina de escribir y me </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">instalé como taquígrafo público.... ¡Qué risa! En cuatro meses dactilografié </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cuatro cartas y un manuscrito. El manuscrito era un cuento para Historias de la </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Vida ReaL Un desperdicio de papel. Pero el pelma que lo escribió, consiguió </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">venderlo. Eso me dio una idea. Compré una pila de revjstas para mujeres y las </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">estudié.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">"Y ya sabe usted cómo he conseguido ese acertado punto de vista femenino </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">en mi serie sobre las madres solteras. Mediante la única versión que no he </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">vendido: la auténtica. ¿Me gané la botella?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La empujé hacia él. Me sentía bastante trastornado, pero habla que trabajar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Hijo mío, ¿todavía tiene ganas de echarle el guante a ese tal por cual?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Los ojos se le iluminaron con un brillo de fiera. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¡Un momento! - exclamé -. ¿No lo mataría?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Soltó una risa maligna.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Póngame a prueba.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Calma. Sé más sobre ese asunto de lo que usted imagina. Puedo ayudarlo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Sé dónde está.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Tendió la mano por encima del mostrador.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Dónde está?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Súélteme la camisa, hijo, o aterrizará en el callejón y tendremos que decirle a</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">la policía que se ha desmayado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La madre soltera me soltó.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Lo siento. Pero ¿dónde, está?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Me miró.- ¿Y cómo sabe tanto?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Todo a su tiempo. Hay ficheros, constancias: constancias del hospital, del </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">orfanato, constancias médicas. La directora del orfanato era la señora </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Fetherage, ¿correcto? Y después vino la señora Greunstein, ¿correcto? Y</span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cuando usted era niña la llamaban Jane, ¿correcto? Y usted no me dijo nada </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">de esto, ¿correcto?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">El hombre estaba desconcertado, asustado quizá.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Qué pasa? ¿Está tratando de meterme en dificultades?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- En absoluto. Sólo quiero su felicidad. Puedo poner a ese sujeto entre sus </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">manos. Usted hace con él lo que le parezca... sin consecuencias. Pero creo </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">que no lo matará. Tendría que estar loco para matarlo... y usted no está loco.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">No del todo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Menos charla. ¿Dónde está? Le serví un trago, chico. Estaba borracho, pero </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">la ira equilibraba las cosas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- No tan rápido. Yo le hago un favor. Usted me hace un favor.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Ajá... ¿Qué?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-A usted no le gusta su trabajo. ¿Qué diría si yo le ofreciera un empleo con un </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">gran sueldo, estabilidad asegurada, carta blanca en los gastos, usted su </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">propio jefe, y pilas de aventuras y diversión?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">El hombre me miró, boquiabierto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Diría: "¡Saquen esol malditos elefantes de la terraza!" Acabemos, Pop. Ese </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">empleo no existe. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Muy bien, digamos así, entonces: yo le entrego el hombre, usted le arregla </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">las cuentas, después prueba el trabajo que le ofrezco. Si no es como se lo </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pinto, no pasó nada.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">El otro vacilaba. El último trago lo decidió.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Cuándo me lo entrega? --- dijo con voz pastosa.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-Sí está de acuerdo... ¡ahora mismo!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">El hombre extendió la mano.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¡Trato hecho!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Le hice una seña a mi ayudante para que vigilara las dos puntas del </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">mostrador, tomé nota de la hora -23.00, y cuando atravesaba la puertita </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">debajo del mostrador, la juke-box empezó a chillar los compases de Soy mi </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">abuelo. El hombre de servicio tenía orden de poner sólo clásicos del folklore </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">americano, porque yo no aguantaba “musica" de 1970. Pero yo ignoraba que </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">esa grabación se hubiera infiltrado. Así que grité:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">tApaga eso! ¡Devuélvele el dinero al cliente! - y agregué:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Voy al depósito. Vuelvo en seguida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Y allá fui, seguido por la madre soltera.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">El depósito estaba al fondo del pasillo, más allá de los baños. Solo el </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">encargado de día y yo teniamos la llave de la puerta metálica. Adentro, había </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">otra habitación, y sólo yo tenía la llave. Entramos ahí.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La madre soltera miró borrosamente a su alrededor y no vio mas que paredes </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">sin ventanas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Dónde está?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Enseguida viene.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Abrí un estuche. No había otra cosa en el cuarto: un modulador coordenadas </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">portátil U.S.F.F., serie 1992, modelo II. Una hermosura, sin piezas móviles, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">veintitres kilogramos totalmente cargado. Parecía una inocente valija. Unas </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">horas antes yo lo había puesto a punto; ahora lo único debía hacer era quitar </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">la red metalica que limita el campo de transformación. Y lo hice.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">¿Qué es eso? - preguntó.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Una máquina del tiempo - respondí y con un movimiento rápido lancé la red </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">sobre nosotros.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¡Eh! - gritó la madre soltera, retrocediendo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Es una técnica: hay que lanzar la red de modo que el sujeto retroceda </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">instintivamente hasta chocar con la malla de metal. Luego uno cierra la red y </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">ambos quedamos completamente adentro. De lo contrario, uno puede dejar </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">detrás la suela de un zapato, o la punta de un pie. Pero ése es el único arte </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">que el procedimiento exige. Algunos agentes introducen al sujeto en la red con </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">engaños; yo digo la verdad y uso ese instante de total asombro para mover la </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">palanca. Moví la palanca.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">1030 hs. Zona temporal 6.3 de ábril de 1963. Cleveland Ohio. Edificio Apex.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¡Eh! - repitió el hombre -. ¡Sáqueme esto de encima!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Lo siento - me disculpé, sacando la red y guardándola en la valija -. Usted </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">dijo que quería encontrarlo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Pero... ¡Usted me dijo que era una máquina del tiempo!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Señalé el paisaje que se veía por la ventana.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Le parece que estamos en noviembre? ¿Y en Nueva York?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Mientras él observaba, estupefacto, los pimpollos nuevos y el cielo primaveral, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">reabrí el estuche, saqué un fajo de billetes de cien dólares y miré si la </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">numeración y la firma eran compatibles con 1963. Al Servicio Temporal no le </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">importa lo que uno gaste (no cuesta nada), pero le desagradan los </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">anacronismos innecesarios. Si uno comete demasiados errores, un tribunal </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">militar puede exiliarlo por un año en una época particularmente desagradable, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">1974 por ejemplo, con su estricto racionamiento y sus trabajos forzados. Yo </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">jamás cometo tales errores. El dinero era perfecto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La madre soltera dio media vuelta y preguntó:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Qué ha pasado?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- El hombre está ahí, afuera. Aquí tiene dinero para los gastos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Le di el fajo y añadí:- Ajuste sus cuentas, después yo lo recogeré.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Los billetes de cien dólares tienen un efecto hipnótico en la gente que los ve </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">poco. Seguía pasándolos de a uno, con el pulgar incrédulo, cuando lo empujé</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">al vestíbulo, y cerré la puerta por dentro. El próximo salto en el tiempo era </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">fácil, un pequeño desplazamiento dentro de la misma era.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">17.00 hs. Zona temporal 6.10 de marzo de 1964. Cleveland. Edificio Apex.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Habían echado por debajo de la puerta un aviso que decía que el contrato de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">mi alquiler expiraba la semana próxima; salvo ese .detalle, el. cuarto tenía el </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">mismo aspecto que un momento antes. Afuera, los árboles estaban pelados.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Amenazaba nevar. Me di prisa, demorándome apenas lo suficiente para </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">recoger dinero contemporáneo, además de una chaqueta, un sombrero y un </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">abrigo que habla dejada cuando alquilé la habitación. Contraté un automóvil y </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">fui al hospital. Tardé veinte minutos en aburrir lo suficiente a la enfermera de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">la nursery como para poder llevarme la criatura sin que nadie me viera.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Regresamos al edificio Apex. Este salto fue más complicado, pues el edificio </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">no existía aun en 1945. Pero lo habla calculado de antemano.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">01.00 hs. Zona temporal 6.20 de setiembre de 1945. Cleveland. Hotel </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Skyview.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">El equipo portátil, el bebé y yo llegamos a un hotel de las afueras de la ciudad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Previamente yo me había registrado como Gregory Johnson. Procedencia: </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Warren, Ohio. La habitación tenía las cortinas corridas, las ventanas cerradas </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">y las puertas atrancadas. El piso estaba libre de obstáculos, como precaución </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">contra las oscilaciones mientras la máquina busca una época determinada.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Una silla que está donde no debe estar puede golpearlo a uno seriamente -..</span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">no la silla, desde luego, sino la descarga retroactiva del campo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">No hubo problemas. Jane dormía pacíficamente. La saqué, la puse en una </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">caja de cartón sobre el asiento de un automóvil que había alquilado </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">previamente, la llevé al orfanato, la dejé en la escalinata, recorrí dos cuadras </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">hasta llegar a una "estación de servicio" (de las que vendían subproductos del </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">petróleo) y telefoneé al orfanato. Después volví, a tiempo para ver cómo </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">llevaban adentro la caja de cartón. Abandoné el automóvil cerca del motel, fui </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">hasta él caminando, y entré al edificio Apex en el año 1963.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">22.00 hs. Zona temporal 6.24 abril de 1963. Cleveland. Edificio Apex.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Yo había calculado el tiempo con gran precisión. Si no me equivocaba Jane </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">estaba descubriendo en el parque, en esa perfumada noche primaveral, que </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">no era una chica tan "decente" como había creído. Tomé un taxi, me hice </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">llevar a la casa de sus patrones, y ordené al conductor esperase a la vuelta de </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">la esquina, mientras yo me agazapaba en las sombras.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">De pronto los vi venir por la calle, tomados del brazo. El hombre la llevó hasta </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">el porche, la besó largamente, más largamente lo que yo había imaginado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Después ella entró. El hombre vino caminando por la acera, dobló la esquina.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Me acerqué y lo tomé del brazo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Muy bien, hijo - le anuncié voz baja - He vuelto para recogerlo. -¡Usted! -</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">exclamó, conteniendo la respiración.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Yo. Ahora ya sabe quién es el otro, y si piensa un poco, sabrá quién es </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">usted.. - y si piensa bastante, adivinará quien es el bebé... y quién soy yo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">El otro no contestó. Estaba demasiado aturdido. Es impresionante cuando a </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">uno le demuestran que no puede resistir la tentación de seducirse a sí mismo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Lo llevé al edificio Aper y dimos un nuevo salto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">23.00 hs. Zona 7.12 de agosto de 1985. Base de los Rocallosos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Desperté al sargento de guardia, le mostré mi tarjeta de identificación, le </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">ordené que pusiera a mi acompañante en la cama, le diera una píldora </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">tranquilizante y lo reclutara a la mañana siguiente. El sargento estaba de mal </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">talante, pero la jerarquía es la jerarquía, en cualquier época. De modo que </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">obedeció, pensando, sin duda, que la próxima vez que nos encontráramos él </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">podría ser el coronel y yo el sargento. Cosa que, efectivamente, puede </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">suceder en nuestro servicio.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¿Qué nombre? - preguntó</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Se lo escribí. El sargento enarcó las cejas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Sí ¿eh? Humm...</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Limítese a hacer su trabajo, sargento. - Me volví a mi acompañante. - Hijo, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">sus pesares han terminado. Está por iniciarse en el mejor empleo que un </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">hombre puede tener Y andará bien. Yo se.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">-¡De esó puede estar seguro! - corroboró el sargento -. Mireme a mi nacido en </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">1917, y todavía ando por aquí, todavía soy joven, todavía disfruto de la vida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Regresé a la oficina de desplazamientos, y ajusté todos los mecanismos a </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cero.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">23.01 hs. Zona 5.7 de noviembre de 1970. Nueva York. Bar de Pop.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Salí del depósito con una botella para justificar el minuto de ausencia. Mi </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">ayudante discutía con el parroquiano que quería oír Soy mi propio abuelo. Le</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">dije:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- Oh, déjalo que lo escuche. Después desenchufa el aparato.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Me sentía muy cansado.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">El trabajo es duro, pero alguien debe hacerlo. Luego del Error de 1972, es </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">difícil reclutar a alguien. No hay nada mejor que seleccionar a aquellos que se </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">sienten desdichados donde están, y ofrecerles un trabajo interesante y bien </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pagado (aunque peligroso), para servir a una causa necesaria. Todo el mundo </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">sabe ahora por qué fracasó la guerra de 1963. La bomba de Nueva York no </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">estalló nunca, un centenar de otras cosas no ocurrieron como habían sido </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">planeadas... todo gracias a gente como yo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Pero el Error de 1972, no. No intervenimos. Y no puede ser reparado; no hay </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">aquí ninguna paradoja. Una cosa es, o no es, ahora y para siempre, amén.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Pero no habrá otro error semejante; una orden fechada en 1992 tiene </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">prioridad en cualquier año. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Cerré el bar cinco minutos antes de lo habitual, dejando en la caja registradora </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">una carta donde le explicaba al encargado de día que aceptaba su </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">ofrecimiento de comprar mi parte, y que se entrevistara con mi abogado, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">puesto que yo me tomaba unas largas vacaciones. El Servicio cobraría o no mi </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">participación, pero no quiere que se dejen cabos sueltos. Bajé al cuartito del </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">depósito y salté a 1993.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">22.00 hs. Zona 7.12 de enero de 1993. Cuartel General Anexo, Servicio </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Temporal Rocallosos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Me presenté al oficial de guardia y fui a mi cuarto con la intención de dormir </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">una semana. Me había traído la botella que habíamos apostado (al fin y al </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cabo, la gané) y tomé un trago antes de escribir mi informe. El aguardiente </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">tenía un gusto desagradable; me pregunté por qué me habría gustado alguna </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">vez. Pero era mejor que nada: no me gusta estar completamente sobrio, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">pienso demasiado. Pero tampoco vivo pegado a la botella.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Dicté mi informe: cuarenta reclutamientos aprobados por el Departamento </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Psicológico, incluyendo el mío, que sería aprobádo, sin duda. Pues yo estaba </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">aquí, ¿no? Luego grabé una cinta pidiendo que me pasaran al cuerpo </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">operativo; estaba harto de reclutamientos. Metí las dos grabaciones en la</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">ranura y luego me acosté.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Mi mirada se posó en el cartelito con las Máximas del Tiempo, a los pies de mi</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">cama: </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">nunca dejes para ayer lo que puedes hacer mañana.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Si al fin triunfas, no lo intentes otra vez.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Una puntada a Tiempo salva nueve billones.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Las paradojas pueden ser paradoctoradas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Es más temprano de lo que piensas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Los antepasados son solo gente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Hasta el mismo Júpiter cabecea.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Ya no me entusiasmaban tanto o cuando era recluta; treinta años-subjetivos </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">de saltos en el tiempo lo gastan a uno. Me desvestí y me miré el abdomen.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Una cesárea deja una gran cicatriz, pero soy tan peludo ahora que no la veo, </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">salvo que la busque.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Entonces eché un vistazo al anillo que llevo en el dedo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">La serpiente que se muerde eternamente la cola. - - Yo sé de dónde he venido </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">- pero ¿de dónde han venido todos ustedes, zona zombis?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Sentía la inminencia de un dolor de cabeza, pero nunca tomo analgésicos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Una vez tomé.. - y todos ustedes se fueron.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Así que me metí en la cama y apagué la luz.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Ustedes no. están ahí, realmente. Sólo yo estoy, no hay nadie sino yo - Jane - </span><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">sola aquí en la oscuridad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;">Los extraño tanto. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"> * * *</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><b>Título original: All you, zombies</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><b>Robert A. HEINLEIN</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><b>Traducción de Daniel Hernandez.</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><b>© 1959, by Mercury Press, Inc.</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><b>Minotauro. Fantasía y Ciencia - Ficci6n nº 4 marzo de 1965 selección</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face="" style="font-family: verdana, sans-serif;"><b>bimestral de The magazine of Fantasy and cience Fiction publica la mejor </b></span><b style="font-family: verdana, sans-serif;">ciencia-ficción y la mejor literatura fantástica de los ultimos años y es una </b><b style="font-family: verdana, sans-serif;">permanente antología de lo que hoy se llama la literatura diferente". "En F&</b><b style="font-family: verdana, sans-serif;">SF -ha escrito Williers Gerson, del New York Times- aparecen regularmente </b><b style="font-family: verdana, sans-serif;">más historias de notable calidad que en ninguna otra revista del género."</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">Robert A. Heinlein nació en 1909, empezó a escribir en 1939 y ha </span></b><b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">publicado desde entonces alrededor de cincuenta libros. Los más </span></b><b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">populares, y acaso los más notables, son los de la serie llamada </span></b><b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">Historia del Futuro (El hombre que vendió la luna, Las verdes colinas </span></b><b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">de la -Tierra), y que satisfacen de algún modo las tesis más </span></b><b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">ortodoxas del realismo literario... Todos ustedes, zombis se inicia</span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">con una discusión en un bar de 1970, y salta con sorprendente </span></b><b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">brusquedad hacia adelante, hacia atrás y hacia los lados, en el </span></b><b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">tiempo y el tempo. Como dice una de las siete máximas: 'Las </span></b><b><span face="" style="font-family: georgia, "times new roman", serif;">paradojas pueden ser paradoctoradas."</span></b></div>
<br />Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-36873870887014169792021-05-14T12:18:00.004+02:002023-01-24T07:09:15.938+01:00LOS DOS REYES Y LOS DOS LABERINTOS<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: verdana; text-align: justify;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-NbB3b5j5GnQ/YJ5PFQWB_PI/AAAAAAAGfQc/Mft8dLegwnw1XM1Ui5QveufIGkoRaA8swCLcBGAsYHQ/s320/jorge-luis-borges-ventana-0001.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="211" data-original-width="320" src="https://1.bp.blogspot.com/-NbB3b5j5GnQ/YJ5PFQWB_PI/AAAAAAAGfQc/Mft8dLegwnw1XM1Ui5QveufIGkoRaA8swCLcBGAsYHQ/s16000/jorge-luis-borges-ventana-0001.jpeg" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso”.Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><b>Jorge Luis Borges </b>- en El Aleph, 1949</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana; font-size: x-small;"><b>BLOG:DESCONTEXTO</b></span></p>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-16135583488202777572021-03-05T06:45:00.001+01:002023-01-24T07:09:42.908+01:00COMO ME DESHICE DE QUINIENTOS LIBROS<p style="text-align: center;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-f3OMt1S6UUg/YTg_wMHy64I/AAAAAAAGkXc/A_M4dDvMxJsgB6R_aJf94Z5B28nWJ0PlACLcBGAsYHQ/s410/images.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="273" data-original-width="410" src="https://1.bp.blogspot.com/-f3OMt1S6UUg/YTg_wMHy64I/AAAAAAAGkXc/A_M4dDvMxJsgB6R_aJf94Z5B28nWJ0PlACLcBGAsYHQ/s16000/images.jpg" /></a></div><br /><b><br /></b><p></p><p style="text-align: right;"><b> Poeta: no regales tu libro; destrúyelo tú mismo. - </b><b>Eduardo Torres</b></p><p><span style="font-family: verdana; text-align: justify;">Hace varios años leí un ensayo de no recuerdo qué autor inglés en el que este contaba las dificultades que se le presentaron para deshacerse de un paquete de libros que por ningún motivo quería conservar en su biblioteca. Ahora bien, en el curso de mi existencia he podido observar que entre los intelectuales es corriente oír la queja de que los libros terminan por sacarlos de sus casas. Algunos hasta justifican el tamaño de sus mansiones señoriales con la excusa de que los libros ya no los dejaban dar un paso en sus antiguos departamentos. Yo no he estado, y probablemente no lo estaré jamás, en este último extremo; pero nunca hubiera podido imaginar que algún día me encontraría en el del ensayista inglés, y que tendría que luchar por desprenderme de 500 volúmenes.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Trataré de contar mi experiencia. De pasada diré que es probable que esta historia irrite a muchos. No importa. La verdad es que en determinado momento de su vida o uno conoce demasiada gente (escritores), o a uno lo conoce demasiada gente (escritores), o uno se da cuenta de que le ha tocado vivir en una época en que se editan demasiados libros. Llega el momento en que tus amigos escritores te regalan tantos libros (aparte de los que generosamente te pasan para leer aún inéditos) que necesitarías dedicar todos los días del año para enterarte de sus interpretaciones del mundo y de la vida. Como si esto fuera poco, el hecho es que desde hace veinte años mi afición por la lectura se vino contaminando con el hábito de comprar libros, hábito que en muchos casos termina por confundirse tristemente con la primera. Por ese tiempo di en la torpeza de visitar las librerías de viejo. En la primera página de Moby Dick Ismael observa que cuando Catón se hastió de vivir se suicidó arrojándose sobre su espada, y que cuando a él le sucedía hastiarse, sencillamente tomaba un barco. Yo, en cambio, durante años tomé el camino de las librerías de viejo. En cuanto uno empieza a sentir la atracción de estos establecimientos llenos de polvo y penuria espiritual, el placer que proporcionan los libros ha empezado a degenerar en la manía de comprarlos, y esta a su vez en la vanidad de adquirir algunos raros para asombrar a los amigos o a simples conocidos.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">¿Cómo tiene lugar este proceso? Un día está uno tranquilo leyendo en su casa cuando llega un amigo y le dice: ¡Cuántos libros tienes! Eso le suena a uno como si el amigo le dijera: ¡Qué inteligente eres!, y el mal está hecho. Lo demás ya se sabe. Se pone uno a contar los libros por cientos, luego por miles, y a sentirse cada vez más inteligente. Como a medida que pasan los años (a menos que se sea un verdadero infeliz idealista) uno cuenta con más posibilidades económicas, uno ha recorrido más librerías y, naturalmente, uno se ha convertido en escritor, uno posee tal cantidad de libros que ya no solo eres inteligente: en el fondo eres un genio. Así es la vanidad esta de poseer muchos libros.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">En tal situación, el otro día me armé de valor y decidí quedarme únicamente con aquellos libros que de veras me interesaran, hubiera leído, o fuera realmente a leer. Mientras consume su cuota de vida, ¿cuántas verdades elude el ser humano? Entre estas, ¿no es la de su cobardía una de las más constantes? ¿A cuántos sofismas acudes diariamente para ocultarte que eres un cobarde? Yo soy un cobarde. De los varios miles de libros que poseo por inercia, apenas me atreví a eliminar unos quinientos, y eso con dolor, no por lo que representaran espiritualmente para mí, sino por el coeficiente de menor prestigio que los diez metros menos de estanterías llenas irían a significar. Día y noche mis ojos recorrieron una y otra vez (como decían los clásicos) las vastas hileras, discriminando hasta el cansancio (como decimos los modernos). ¡Qué increíble cantidad de poesía, qué cantidad de novelas, cuántas soluciones sociológicas para los males del mundo! Se supone que la poesía se escribe para enriquecer el espíritu; que las novelas han sido concebidas, cuando menos, para la distracción; y aun, con optimismo, que las soluciones sociológicas se encaminan a solucionar algo. Viéndolo con calma, me di cuenta de que en su mayor parte la primera, o sea la poesía, era capaz de empobrecer al espíritu más rico, las segundas de aburrir al más alegre y las terceras de embrollar al más lúcido. Y no obstante, qué de consideraciones hice para descartar cualquier volumen, por insignificante que pareciera. Si un cura y un barbero me hubieran ayudado sin yo saberlo, ¿habrían dejado en mis estantes más de cien? Cuando en 1955 visité a Pablo Neruda en su casa de Santiago me sorprendió ver que escasamente poseía treinta o cuarenta libros, entre novelas policiales y traducciones de sus propias obras a diversos idiomas. Acababa de donar a la Universidad una cantidad enorme de verdaderos tesoros bibliográficos. El poeta se dio ese gusto en vida; único estado, viéndolo bien, en que uno se lo puede dar.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">No haré aquí el censo de los libros de que estaba dispuesto a desprenderme; pero entre ellos había de todo, más o menos así: política (en el mal sentido de la palabra, toda vez que no tiene otro), unos 50; sociología y economía, alrededor de 49; geografía general e historia general, 2; geografía e historia patrias, 48; literatura mundial, 14; literatura hispanoamericana, 86; estudios norteamericanos sobre literatura latinoamericana, 37; astronomía, 1; teorías del ritmo (para que la señora no se embarace), 6; métodos para descubrir manantiales, 1; biografías de cantantes de ópera, 1; géneros indefinidos (tipo Yo escogí la libertad), 14; erotismo, (conservé las ilustraciones del único que tenía); métodos para adelgazar, 1; métodos para dejar de beber, 19; psicología y psicoanálisis, 27; gramáticas, 5; métodos para hablar inglés en diez días, 1; métodos para hablar francés en diez días, 1; métodos para hablar italiano en diez días, 1; estudios sobre cine, 8; etc.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Pero esto constituía nada más el principio. Pronto descubrí que eran pocas las personas que querían aceptar la mayor parte de los libros que yo había comprado cuidadosamente a través de los años perdiendo tiempo y dinero. Si bien esto me reconcilió algo con el género humano al descubrir que el mero afán de acumular no era una aberración tan generalizada, me causó las molestias consiguientes, por cuanto una vez decidido a ello, deshacerme de esos libros se convirtió en una necesidad espiritual apremiante. Un incendio como el de la Biblioteca de Alejandría, al que están dedicados estos recuerdos, es el camino más llano, pero resulta ridículo y hasta mal visto quemar 500 libros en el patio de la casa (suponiendo que la casa lo tuviera). Y se acepta que la Inquisición quemara gente, pero la mayoría se indigna de que quemara libros. Ciertas personas aficionadas a estas cosas me sugirieron donar todos esos volúmenes a tales o cuales bibliotecas públicas; pero una solución tan fácil le restaba espíritu aventurero al asunto y la idea me aburría un poco, además de que estaba convencido de que en las bibliotecas públicas serían tan inútiles como en mi casa o en cualquier otro sitio. Tirarlos uno por uno a la basura no era digno de mí, de los libros, ni del basurero. La única solución eran mis amigos. Pero mis amigos políticos o sociólogos poseían ya los libros correspondientes a sus especialidades, o eran enemigos de ellos en gran cantidad de casos; los poetas no querían contaminarse con nada de contemporáneos suyos a quienes conocieran personalmente; y el libro sobre erotismo era una carga para cualquiera, aun despojado de sus ilustraciones francesas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Sin embargo, no quiero hacer de estos recuerdos una historia de falsas aventuras supuestamente divertidas. Lo cierto es que de alguna manera he ido encontrando espíritus afines al mío que han aceptado llevarse a sus casas esos fetiches, a ocupar un lugar que restará espacio y oxígeno a los niños, pero que darán a los padres la sensación de ser más sabios e incluso la más falaz e inútil de ser los depositarios de un saber que en todo caso no es sino el repetido testimonio de la ignorancia o la ingenuidad humanas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Mi optimismo me llevó a suponer que al terminar estas líneas, comenzadas hace quince días, en alguna forma justificaría cabalmente su título; si el número de quinientos que aparece en él es sustituido por el de veinte (que empieza a acortarse debido a una que otra devolución por correo), ese título estará más apegado a la verdad.</span></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p><br /></p><p><b>Cesar Augusto Monterroso </b></p><p><b>en El paraíso imperfecto, 2013</b></p><p><b>descontexto.blogspot.com</b></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-34330822948723695132021-03-03T09:35:00.004+01:002023-01-24T07:09:49.981+01:00CRUCES<div style="text-align: justify;">
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/-hiR7VMLAeNM/VBB6YQk1J2I/AAAAAAAD8T4/R0rxFNrPB54/s1600/1387224352_195274_1387226138_noticia_normal.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><span style="font-family: verdana;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-hiR7VMLAeNM/VBB6YQk1J2I/AAAAAAAD8T4/R0rxFNrPB54/s16000/1387224352_195274_1387226138_noticia_normal.jpg" /></span></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: verdana; font-size: x-small;"><b>George Saunders</b></span></td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: verdana;"><br />
</span><span face="Verdana,sans-serif"><span style="font-family: verdana;">Todos los años, después de la cena de Acción de Gracias, mi padre sacaba el disfraz de Santa Claus y lo arrastraba hasta una suerte de cruz metálica que había levantado en el jardín. Nosotros formábamos una piña detrás de él y le seguíamos hasta que colocaba allí el disfraz. Durante la semana previa a la Super Bowl, la cruz lucía un jersey y el casco de Rod, y si este quería coger el casco, primero tenía que pedirle permiso a mi padre. El cuatro de julio, la cruz se convertía en el Tío Sam; el Día de los Veteranos, era un soldado; y en Halloween, un fantasma. Aquella cruz era la única concesión de mi padre a las fiestas. Por lo demás, no nos permitía sacar de la caja más de un lápiz de cera a la vez; una Nochebuena le gritó a Kimmie por desperdiciar un trozo de manzana; cada vez que nos poníamos kétchup, lo teníamos a él encima diciendo «Vale, vale, ya basta»; y en las fiestas de cumpleaños había magdalenas en lugar de helado. La primera vez que llevé allí a una cita, la chica me preguntó: «¿Qué es lo que pasa con tu padre y ese poste?», y lo único que pude hacer fue quedarme sentado pestañeando tontamente.<br /><br />Con el tiempo, Kimmie, Rod y yo nos marchamos, nos casamos, tuvimos hijos y vimos florecer también en nosotros una semilla de mezquindad. Mientras tanto, mi padre empezó a vestir la cruz de forma cada vez más compleja y siguiendo una lógica apenas perceptible. El Día de la Marmota le puso una especie de abrigo de piel y colocó un foco para asegurar la sombra. Después de un terremoto que sacudió Chile, la tumbó y pintó una grieta en el suelo con un aerosol. Cuando mi madre murió, disfrazó a la cruz de Muerte y colgó del travesaño fotos de ella cuando era un bebé. Siempre que pasábamos por allí, encontrábamos amuletos extraños de su juventud dispuestos en torno a la base del poste: medallas del ejército, entradas de teatro, sudaderas viejas o tubos de maquillaje de mi madre.<br /><br />Un otoño pintó la cruz de amarillo, la cubrió de algodón para proporcionarle abrigo ese invierno y le aseguró descendencia cruzando seis palos de madera y clavándolos a martillazos en diversos puntos del jardín. Tendió cuerdas entre la cruz grande y las tres pequeñas y pegó en ellas, utilizando cinta adhesiva, fichas de archivo en las que pedía disculpas, admitía errores y rogaba comprensión, todo con una caligrafía frenética. Colgó de la cruz metálica un rótulo en el que había escrito AMOR, hizo otro en el que escribió ¿ME PERDONAS? y murió en el vestíbulo con la radio encendida. Poco después le vendimos la casa a una pareja joven que arrancó todo aquello y lo dejó en la calle el día de recogida de basura.<br /></span><br /><span style="font-size: x-small;"><b>(Traducido por Daniel Weller) «Cruces», un relato de George Saunders</b></span></span></div>
Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-17416047325506544282021-02-11T15:16:00.008+01:002023-01-24T07:09:57.717+01:00LA ESQUINA<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-tpNhFHZbNBU/YCVYxwl5Z_I/AAAAAAAGb8U/6zrfQzjvtasb0LRIcXFOdck3zu0yjR3KgCLcBGAsYHQ/s576/cafe-cultural-el-pueblo-1544462209.76.2560x1440.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="374" data-original-width="576" src="https://1.bp.blogspot.com/-tpNhFHZbNBU/YCVYxwl5Z_I/AAAAAAAGb8U/6zrfQzjvtasb0LRIcXFOdck3zu0yjR3KgCLcBGAsYHQ/s16000/cafe-cultural-el-pueblo-1544462209.76.2560x1440.jpg" /></a></div><br /><span style="font-family: verdana;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Es el único café del pueblo, en la cuadra de casa; a él vamos todas las tardes y todas las noches: son las únicas reuniones del pueblo. </span><span style="font-family: verdana;">Se entra por una puerta de vidrios verdes; el piso de tablas anchas se ha oscurecido debajo de las mesas de hierro y del rectángulo del billar. Siempre hay nueve mesas, cinco a la izquierda, contra la pared, debajo del espejo; cuatro a la derecha, del lado de la puerta. Los parroquianos llegan a la misma hora, beben lo mismo, conversan las mismas cosas; la última, contra el rincón, se sientan hombres con mujeres vergonzosas, pintadas y con flores en el pelo. Bajo la lámpara central de pantalla verde, la mesa de billar, los tacos y las bolas de marfil; el pizarrón ha desaparecido del muro. Siempre hay muchos carteles, de cigarrillos, salidas de buques, anuncios de circos. Me los sé todos de memoria.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Allí lo vi por vez primera, la tardecita del 7 de abril.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Yo estaba con dos amigos; en otra mesa jugaban un tute, en la esquina esperaba una rubia. Entró solo, arrastrando los pasos sobre el aserrín grueso que cubría el piso. Había lloviznado toda la tarde; cuando abrió la puerta, vi las hojas secas pegadas a la vereda y el empedrado brilloso.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Sin sacarse el sombrero, secándose las manos mojadas, se acercó al mostrador y pidió un café y una caña; las bebió de golpe.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">¿De dónde vendría el hombre? Nuevo en el poblado, y solo. Se van y vienen, el pueblo siempre igual.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Me acuerdo bien. A las ocho menos cinco miró el reloj que cuelga sobre la estantería de las botellas, se limpió la boca con el dorso de la mano, volvió a pedir caña y la bebió con frío. Eran las ocho: había vuelto a mirar el reloj.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El mozo le preguntó:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">-¿Espera a alguien?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Esos hombres no contestan.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Apenas pasadas las ocho, dejó caer un peso en el mostrador y salió. Desde la puerta había vuelto a mirar la hora.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Ninguno lo conocía, hombres solos por los pueblos, las tardes de lluvia, hombres que no se ven más.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Salimos a las ocho y cuarto, como siempre, cada uno a su casa.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Cruzado en la esquina, boca abajo, herido de cuchillo en la espalda, allí estaba, el cuerpo sobre la vereda y la cabeza colgando en la cuneta; el traje azul se le pegaba al cuerpo, los zapatos eran negros y las medias blancas, de las que antes se ponían a los muertos, el sombrero al ladito nomás.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El farol temblaba en el cielo ceniza caído sobre el pueblo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Cuando vino la policía, dieron vuelta al cadáver, dejándolo cara a la llovizna. La corbata roja se le había ensuciado en el barro; tenía los brazos doblados, las manos como para agarrarse en algo. El agua no acababa de limpiarle la cara y los ojos abiertos, la piel tensa que se ponía azulada, el pelo renegrido cargado de gomina.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">En los bolsillos del saco encontraron seis billetes de cinco, tres de un peso, unos níqueles; ni papeles, ni tarjetas, ni pañuelos con inicial. Nadie en el pueblo sabía su nombre, en ninguna fonda ni pensión.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Me fui a comer sin olvidarlo, hombre visto en dos lugares, el café de todos los días y la esquina de mi casa.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">A las diez volví a la esquina. Un perro lanudo lamía con insistencia los coágulos de sangre; de pronto se marchó. Lo estaba guiando el roce de unas plumas mojadas. Sí, el ángel amarillo de la esquina.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Me santigüé, y la noche estaba conmigo.</span></p><p><br /></p><p style="text-align: center;"><b>FIN</b></p><p><br /></p><p><b>La esquina - Juan Carlos Ghiano - 1949</b></p>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-27882602965824204432021-02-10T09:30:00.003+01:002023-01-24T07:11:02.014+01:00HOLD ON <div style="text-align: right;">
<span face=""verdana" , sans-serif" style="font-size: x-small;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-MYncvx6UwKs/YCTqSdeh6_I/AAAAAAAGb6k/jZuizGN_UcgNGsLFiqRJyjjjYqft_4CTgCLcBGAsYHQ/s329/Braulio_Ferna_ndez_Biggs_El_ciego_y_los_tuertos_2015_Dscntxt_Editores_Descontexto.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="218" data-original-width="329" src="https://1.bp.blogspot.com/-MYncvx6UwKs/YCTqSdeh6_I/AAAAAAAGb6k/jZuizGN_UcgNGsLFiqRJyjjjYqft_4CTgCLcBGAsYHQ/s16000/Braulio_Ferna_ndez_Biggs_El_ciego_y_los_tuertos_2015_Dscntxt_Editores_Descontexto.jpg" /></a></div><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana; font-size: x-small;"><b><br />Perdidos, todos los amores del mundo... </b></span></div>
<div style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: verdana;"><span face=""verdana" , sans-serif" style="font-size: x-small;">tan ávidos d</span><span face=""verdana" , sans-serif" style="font-size: x-small;">e esta reina y su amor.</span></span></b></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: verdana; font-size: x-small;"><b>Swinburne, Cleopatra, V</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">De la vida, del amor, del cielo y del infierno: de la esperanza de ser algún día alguien para otro tras todas esas luces y afeites. Suena cursi, ya lo sé: pero la vida más de una vez resulta cursi para los desgraciados.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Bajé, encendí un cigarrillo y me puse a escribir. Años antes habría llorado; hoy sólo lo lamentaba. Y es que el dolor de llevarse uno mismo a cuestas nos deja a veces impertérritos: a veces nos transforma en personas crueles. Se nos endurece la piel, como a los elefantes, y no por falta de compasión sino por exceso de ella: comprendemos demasiado bien como para no estar al tanto de las alternativas... y sobre todo de las posibilidades.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">¿Qué hacer? El muchacho que fui volvió entonces a escena y quiso coger el tren para ir en su busca: tomarla en brazos en medio de las cámaras y arrebatarla en vilo directo a algún motel barato donde sólo un beso bastase para ahogarla. El hombre de hoy permaneció junto a su esposa frente al brillo de la televisión, y apenas si atinó a bajar la escalera para el enésimo cigarrillo del día.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Es la condena, sí, la abyección; el eterno mal de los desconocidos de siempre (ignoro si seguirá allí cuando suba, ignoro si en vez de camerino habitará la porqueriza tras la gruta de Próspero. Querer, llorar, compadecer, he ahí la máxima ley del artista... la que a veces han olvidado los que resuellan ante la miseria ajena en calzoncillos, rascán- dose las uñas de los pies).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"> <b><i>Wrong number.</i></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><b><i> Wrong channel.</i></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><b><i> Wrong life.</i></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;">Pero al volver al segundo piso la carnicería continuó. ¿Es que perdimos la vergüenza? ¿Es que la náusea se nos volvió tan irresistible? Oh animula, vagula blandula... ¿qué más decir? Ya Wilde nos advirtió que cada uno mata lo que ama. Y frente a esa pantalla resultamos todos una tropa de asesinos, con las babas goteando cual estropeado y sucio grifo de cocina. Morder, tragar y apretar, sí. Hasta hundir todo lo que conocemos y entendemos por existente bajo la costra vil de la pestilencia. ¡Shakespeare! Nuestro hedor llega hasta el cielo, es verdad: así lo hemos hecho y así nos hemos construido. Es todo lo que hay.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana; font-size: x-small;">"Hold on", de Braulio Fernández Biggs</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana; font-size: x-small;">en El ciego y los tuertos, DscnTxt Editores, 2015</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: verdana; font-size: x-small;">DEL BLOG <a href="http://descontexto.blogspot.com.es/"><b><span style="color: #660000;">DESCONTEXTO</span></b></a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-15866972475325164642021-01-03T08:45:00.000+01:002023-05-27T15:24:13.347+02:00LA UNIDAD 731<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl2JLpz_Fo-QcFQzWR-DX36IxltQuTlT6AVlqCVCT-1YIsyrsvtWlfQbjK1jxgffoIM3UQ5yod6c6FZORQD-cgVoRtQ8JixIDDeBQzRTf0kbyP4PPD0xCAQr4YVuMYeUqrn2qPhj85QniPHpHy-2_HWgidQ8PrTrtUIf1y4mA7q9j2i4Kp2MNqsKnhQA/s497/3548fa3c-5137-4586-8aab-0a2433de0a3d.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="497" data-original-width="426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl2JLpz_Fo-QcFQzWR-DX36IxltQuTlT6AVlqCVCT-1YIsyrsvtWlfQbjK1jxgffoIM3UQ5yod6c6FZORQD-cgVoRtQ8JixIDDeBQzRTf0kbyP4PPD0xCAQr4YVuMYeUqrn2qPhj85QniPHpHy-2_HWgidQ8PrTrtUIf1y4mA7q9j2i4Kp2MNqsKnhQA/s16000/3548fa3c-5137-4586-8aab-0a2433de0a3d.jpeg" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Siendo muy joven, el cadete Carbonell fue escogido por los servicios secretos de Aragca para participar en un programa de Espionaje y convertirse en Agente Secreto. La Elite había visto con buenos ojos el extraordinario desempeñó que tuvo Carbonell en la Academia Militar. El Jefe Cheng fue la persona encargada de adiestrar en las artes secretas de la intriga y el asesinato al joven héroe.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Cheng lo llevo a unas instalaciones en el desierto de Aragca en donde durante varios meses lo entrenaron en manejo de armas, combate cuerpo a cuerpo, técnicas del disfraz, investigación y detectivismo y sobre todo el entrenamiento consistía en convertir a Carbonell en una máquina de muerte al servicio de la Corona.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Carbonell fue excelente en todo lo que se le indicaba e instruía, fue en esa etapa en la que Cheng le dijo: "Ahora si comienza lo difícil, en la fase 2 habrá entrenamiento con robots, de ese modo al igual que en WestWold con Yul Brynner, tendrás oportunidad de eliminar al malo sin riesgo y practicar cuanta teoría te hemos enseñado. Pasa mañana temprano a la Unidad 731".</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Y así fue, Carbonell a eso de las 6:00am, llego a la puerta marcada con el número 731, golpeo con los nudillos y escucho la voz de Cheng que dijo con tono serio y autoritario — ¡Pase! </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El cuarto era pequeño, había una mesa, con dos sillas frente a frente y una de ellas estaba ocupada, al principio pensó que era Cheng, pero luego vio que se trataba de un desconocido. Carbonell tomó su puesto en frente del otro hombre, fue cuando noto que en la mesa habían dos sobres.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Se escuchó de nuevo, la voz de Cheng, por un altoparlante en el techo, que decía: —Caballeros, abran y lean las instrucciones que están en el sobre al frente de cada uno de ustedes.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Carbonell, tomo su sobre, lo abrió y saco una hoja de papel que decía:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: Roboto Condensed;">EJECUTE A LA PERSONA EN FRENTE SUYO</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Sin pensarlo dos veces, cada uno ellos salto a destrozar sin clemencia al otro. Carbonell de un certero y fuerte puñetazo directo a la quijada, logro aturdir a su oponente, circunstancia que aprovecho para aplicarle una llave de lucha para partirle el cuello como si se tratará de una cabra tuberculosa.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">— Bravo, Carbonell. Por favor salga del cuarto — Volvió a indicar la voz del parlante</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Cuando Carbonell cruzo de nuevo la puerta, vio la figura de Cheng, este se aproximó y le dijo: —Excelente, has sido promovido al cargo de Teniente.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">— No fue nada difícil — replico el joven Carbonell, dándose aires de superioridad — es fácil hacer el trabajo si han puesto un robot que se programó para hacerme ver como el héroe.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"> — Oh Carbonell — contesto Cheng — aún no entramos a fase 2 de tu entrenamiento, ¿De dónde sacas la idea de que el otro chico era un robot?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Un cuento de <a href="https://www.museodelaconfusion.com/"><b><span style="color: #073763;">José Casagrande, </span></b></a>participacion fuera de Concurso para el Tintero de Oro: Homenaje a Philip K. Dick</span></p><p style="text-align: justify;"><br /></p>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-64131213827494915312020-12-19T09:48:00.006+01:002023-01-24T07:11:12.720+01:00LOS UNICORNIOS<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-F7_6gx6PDZU/X92-W0VpdmI/AAAAAAAGZwc/6og441Crxpo2q73Dnv5dt_IarP78SbkwACLcBGAsYHQ/s329/unicornio-BBVA-e1462529987593.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="218" data-original-width="329" src="https://1.bp.blogspot.com/-F7_6gx6PDZU/X92-W0VpdmI/AAAAAAAGZwc/6og441Crxpo2q73Dnv5dt_IarP78SbkwACLcBGAsYHQ/s16000/unicornio-BBVA-e1462529987593.jpg" /></a></div><span style="font-family: verdana;"><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Creer que todas las especies animales sobrevivieron al diluvio es una tesis que ningún naturalista serio sostiene ya. Muchas perecieron; la de los unicornios entre otras. Poseían un hermoso cuerno de marfil en la frente y se humillaban ante las doncellas. Ahora bien, en el arca, triste es decirlo, no había una sola doncella. Las mujeres de Noé y de sus tres hijos estaban lejos de serlo. Así que el arca no debió de seducir grandemente al unicornio. Además Noé era un genio, y como tal, limitado y lleno de prejuicios. En lo mínimo se desveló por hacer llevadera la estancia de una especie elegante. Hay que imaginárnoslo como fue realmente: como un hombre de negocios de nuestros días: enérgico, grosero, con excelentes cualidades de carácter en detrimento de la sensibilidad y la inteligencia. ¿Qué significaban para él los unicornios?, ¿qué valen a los ojos del gerente de una factoría yanqui los amores de un poeta vagabundo? No poseía siquiera el patriarca esa curiosidad científica pura que sustituye a veces al sentido de la belleza.</div></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Y el arca era bastante pequeña y encerraba un número crecidísimo de animales limpios e inmundos. El mal olor fue intolerable. Con su silencio a este respecto el Génesis revela una delicadeza que no se prodiga, por cierto, en otros pasajes del Pentateuco. Los unicornios, antes que consentir en una turbia promiscuidad indispensable a la perpetuación de su especie, optaron por morir. Al igual que las sirenas, los grifos, y una variedad de dragones de cuya existencia nos conserva irrecusable testimonio la cerámica china, se negaron a entrar en el arca. Con gallardía prefirieron extinguirse. Sin aspavientos perecieron noblemente. Consagrémosles un minuto de silencio, ya que los modernos de nada respetable disponemos fuera de nuestro silencio. </span></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><b>Los unicornios - Julio Torri - del blog:descontexto.blogspot.com</b></p><p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"><br /></p>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4389619076880259454.post-61849330379485051192020-12-08T11:17:00.004+01:002023-01-24T07:11:22.197+01:00CANTO<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-cXLuKurt4XY/X89Ss3eV7VI/AAAAAAAGZbk/LCHndTNnoD8uyly0GNWjueehWv-QCiUvACLcBGAsYHQ/s300/Jorge%2BD%25C3%25ADaz%2BFoto%2BEFE%2BDescontexto.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="225" data-original-width="300" src="https://1.bp.blogspot.com/-cXLuKurt4XY/X89Ss3eV7VI/AAAAAAAGZbk/LCHndTNnoD8uyly0GNWjueehWv-QCiUvACLcBGAsYHQ/s16000/Jorge%2BD%25C3%25ADaz%2BFoto%2BEFE%2BDescontexto.jpg" /></a></div><br /><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Tengo 17 años. Soy alcohólico desde los 15. Mi padre tiene un bar en el pueblo. Él también es alcohólico, de manera que nunca le importó que yo bebiera. Mi madre sí intentaba luchar. Mientras estaba ocupada en la cocina me exigía que cantara todo el tiempo, así se aseguraba que yo no estaba bebiendo. Me pasé varios meses cantando durante el día. Era atroz. Por las noches, me levantaba a las tres de la mañana y bajaba al bar a emborracharme. Harto de cantar durante el día, me tomé tres cubos de optadilones. Me encontraron en estado de coma, me metieron gomas en el estómago y me salvaron la vida.
Ahora vivo en la ciudad. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Hace tres meses que he vuelto a beber. Hace tres meses que dejé de cantar. </span></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div><b> </b></div><div><span style="font-family: georgia;"><b>Canto”, de Jorge Díaz </b></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><b>Cien microcuentos chilenos, 2002 </b></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><b>descontexto.blogspot.com</b></span></div>Francesc Puigcarbóhttp://www.blogger.com/profile/04899575095259427908noreply@blogger.com0